Vitrina de nimiedades | Centenarios

22/06/2024.- Envejecer parece una condena que debe camuflarse tanto como la estética pueda, pero superar por encima del promedio las expectativas de vida convierte el paso del tiempo en una hazaña que puede prescindir del bótox y afines. Vivir 100 años soslaya los deslices de la juventud perdida y, al mismo tiempo, obliga a preguntarse qué se necesita, más allá de la bondad de nuestro cuerpo, para transitar 10 décadas entre los vivos.

Frente a un ser centenario, un periodista -experimentado o no- hará algunas piruetas discursivas antes de preguntarle cuál es el secreto para vivir tanto tiempo (no faltaría más…). Y la respuesta casi siempre se reducirá a hábitos alimenticios y trucos para llevar la fiesta en paz. Ojalá fuera suficiente para pasar tanto tiempo conectado a la vida. Además de buena salud, ¿qué más se necesita para sobrellevar el paso por este mundo? ¿Cuántas frustraciones pueden dejarse atrás? ¿Alcanza ese tiempo para desaprender todos los prejuicios que absorbemos como esponjas en el tránsito hacia la adultez?

Estar frente a un ser que lleva un siglo de vida a cuestas, siempre que la lucidez sea su leal compañera, es una tremenda oportunidad para detenerse en asuntos sobre los que muy pocas veces admitimos nuestros propios prejuicios. La visión sobre el futuro, la cobertura de las necesidades más elementales, la relación con la juventud, el amor, el sexo, el fracaso, lo indispensable, la familia, el hogar, el trabajo, la política, el dinero, la mentira, la verdad, la amistad, la sinceridad, el orgullo, la riqueza, la inteligencia, lo realmente importante, hasta la misma vejez… Nuestra obsesión no nos permite preguntarnos cómo podrían verse esos temas desde un individuo que ha tenido el suficiente tiempo para experimentar y avisarnos si algo podemos desaprender. O si, en todo caso, vale la pena intentar cambiar nuestra óptica.

Mención aparte merece la muerte. Con 100 años a cuestas, ¿cómo se espera el final de la vida? ¿Habrá tiempo para pensar en eso o basta con sentirse afortunado? ¿Un día más es ganancia? ¿Cómo se asume ver morir a quienes se supone están para verte partir a ti? ¿Se espera el fin en paz? ¿Vivir más nos prepara mejor para no estar mañana? ¿Bastará con decir: “Un día a la vez”? A lo mejor nunca se sabrá si hay suficiente tiempo para asumir que un día no estaremos.

Estas preguntas, sin embargo, siguen estando reservadas hoy para una élite sin privilegios. Entre los 8.000 millones de humanos que habitamos la tierra, se calcula que poco más de 600.000 tienen al menos 100 años. Según la ONU, en 2050 se prevé que 3,7 millones de personas sean centenarias. Parece una consecuencia natural en un mundo donde la población adulta mayor aumenta.

¿Quién estará dispuesto a aprender de esas vidas? ¿Cuál es la huella colectiva dejada por seres como Juan Vicente Pérez Mora, que hasta hace poco era el hombre más longevo del mundo? ¿Qué deberíamos aprender de Martina Pernalete, que con sus 122 años recién cumplidos se volvió viral? ¿Vivir tanto es una recompensa o una prueba? Aparentemente, 100 años no son suficientes para saberlo…

Rosa E. Pellegrino 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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