Psicosoma | La cultura de la paz

25/06/2024.- Convivir en paz es un proceso de construcción social y no consiste en evitar conflictos o ser pasivos e indiferentes. Al contrario, implica sentir y saber dialogar para reconocer las diferencias, aceptar las opiniones y pactar acuerdos que se cumplan.

En la clínica, el "cuento surreal" prevalece, y los acuerdos escritos y firmados a menudo se desechan. La palabra se adapta al color y al calor del ambiente. Las mujeres llevamos la peor parte, ya que asumimos la crianza de la familia, incluido el marido, como si fuera un hijo más: "Él es así y ya se le pasará". El trasfondo de este asunto es la manutención y la percepción del padre como proveedor a medias. Muchas mujeres aceptan ser "la catedral", mientras él, como párroco, monta iglesias y hasta se contagia de enfermedades venéreas. Mientras tanto, "la procesión va por dentro": las ofensas, resentimientos, odios y peleas se normalizan.

Algo similar ocurre a nivel político y sociocomunitario, donde los espacios de convivencia a menudo no toleran divergencias y juzgan desde su "mundo perfecto" de antemano, como algo "obvio".

Pensar y sentir empatía en este contexto puede ser un desafío. Por eso, la educación en una cultura de paz, desde una perspectiva psicocognitiva, nos ayuda a reconstruirnos. Es un proceso gradual, que abarca diferentes niveles y nos permite "convertirnos en personas" desde una perspectiva biopsicosociocultural.

Antes de traer niñas o niños al mundo, hemos sido moldeados por el entorno sociocultural en cada etapa crítica para convertirnos en individuos sociales. Implica retroalimentación y, en este proceso, la inteligencia emocional es más relevante que la inteligencia memorística. Los preescolares son ejemplos claros: dibujan su primer mundo a través del uso de colores y juegos.

Viajar nos permite conocer la riqueza cultural y nos saca de nuestra creencia de ser el centro del mundo. Los ejercicios de visualización nos ayudan a imaginar cómo sería orbitar el universo y cómo percibiríamos la Tierra desde esa perspectiva.

Salir nos desconecta de las rutinas, el chismorreo y el quejismo. Amplía nuestra mente al establecer nuevas conexiones y creencias holísticas. Somos parte de un entramado global, enriquecido por las manifestaciones culturales, artísticas, culinarias e históricas de cada nación. Estas marcan nuestra conciencia grupal y el inconsciente colectivo, el "olor de los pueblos". Los cantos, las luchas y la resistencia ancestral de los pueblos colonizados emergen en diversas vertientes, con niveles de participación en llamados por la justicia social, la paz y el cultivo de los derechos humanos.

Cada gesto, palabra y acción discriminatoria o intolerante contribuye al desarrollo de la violencia. Desde cualquier espacio, debemos ser voceros de "paz y amor", fomentando conductas dialógicas, comprensivas, cooperativas, empáticas y compasivas, cuidando tanto de nosotros mismos como de la Pachamama.

En el Centro de Amigos por la Paz (CAP), de Costa Rica, participamos en las 24 Horas de la Ola por la Paz. Durante este evento, recordé las luchas de mi padre por proteger la Pachamama. Don Manuel Sandoval y doña Marcela Zamora compartieron reflexiones en defensa del agua. También agradezco a don Mario Villalobos y Luis Céspedes por la transmisión en vivo. El cantautor internacional Oscar Espinoza, con su vocación justiciera y fuerza poética, nos brindó música necesaria para la patria grande. Además, la poeta Marta Rojas nos conmovió con su poesía urbana e insumisa en el extracto del poema Oración al agua:

"Agüita fresca de la montaña,
que alegre llegás hasta mi hogar",
cantaba en la escuela yo.
Hoy, una niña de Hatillo llora
porque a su casa no llegás.
Feliz me hacés en la mañana…

En junio, celebramos la llegada del año nuevo andino willkakuti 5531. El 21 de junio coincide con el solsticio de verano en el hemisferio norte. En esta fecha, expresamos gratitud a Pachamama por las cosechas y al padre Inti (el sol) por su papel en la purificación y renovación. En el sur, las celebraciones incluyen danzas y comilonas, igual que aquí, en el centro Casa de Amigos por la Paz, del International Peace Bureau (IPB). Esta oficina interna se dedica a la lucha por la paz mundial, y actualmente está llevando a cabo la tercera Ola de Paz anual de 24 horas. Este evento se realiza en todo el mundo a través de transmisiones en vivo vía Zoom, siguiendo el movimiento del sol. Su objetivo es promover la paz global y oponerse a alianzas militares como la OTAN y Aukus.

Durante la celebración, la talentosa Diana Avellán interpretó música de tambor con dos tambores y un repique vibrante. Recuerdo que, en Barlovento, se baila al ritmo del "tambó cumaco, culo e puya", mientras que en las festividades de "San Juan todo lo tiene, San Juan todo lo da", los cueros de los tambores resuenan con fuerza. Además de la música, se presentaron cartelitos y se hizo una petición por la paz. Entre café y dulces, mi mayor sorpresa fue probar el fruto divino del pejibaye o chontaduro.

Así vamos a la declaración del 2030, en medio de las secuelas del covid, las guerras y las catástrofes relacionadas con el cambio climático, pareciendo que estamos al borde del abismo. Sin embargo, creo en la esperanza. A pesar de las batallas y los desafíos, algo se cumple. La Asamblea General del 25 de septiembre de 2015 estableció la "transformación de nuestro planeta: la agenda 2030 para el desarrollo sostenible". Esta agenda enfatiza la importancia de crear sociedades pacíficas, justas e inclusivas, libres de temor y violencia.

No puede haber desarrollo sostenible sin paz, ni paz sin desarrollo sostenible. ¿Qué opinas vos?

 

Rosa Anca


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