Microcomentarios | Los tres príncipes de Yemén

25/06/2024.- Un relato anónimo que circula en los países árabes desde hace más de mil años, cuenta las andanzas de los tres hijos del rey del Yemén, quienes un día partieron de su país en busca de aventuras para establecer cuál de ellos merecía suceder a su padre.

Los tres habían sido educados con gran esmero y poseían un gran conocimiento sobre casi todas las ciencias del mundo. Además, habían sido entrenados en la observación de los detalles de la cotidianidad, como un modo seguro de descubrir, aprovechar y comprender el mundo circundante.

Precisamente, la más célebre de las muchas aventuras que vivieron los tres príncipes se refiere a esa capacidad de observación.

Un día mientras recorrían un bosque, los tres hermanos descubrieron las huellas dejadas por un camello. Como en dichas huellas cada uno observó un detalle muy particular, su conversación se orientó hacia el camello.

Poco después, cuando salían del bosque, hallaron a un grupo de personas, encabezado por el rey de la región. Este se quejaba en voz alta de haber perdido su camello favorito. Al verlos, el rey les contó que el animal se le había escapado esa misma mañana.

Cuando dejó de hablar para beber un sorbo de agua, el mayor de los tres príncipes le preguntó:

—¿Tu camello tiene el pelaje claro?

—Sí –respondió el rey, sorprendido.

—¿Es cojo de una pata? –preguntó el segundo de los príncipes.

—Efectivamente –contestó el rey.

—¿Es ciego del ojo derecho? –interrogó el menor de los príncipes.

—Así es –dijo el rey, admirado. Y añadió–: y como conocen todos sus detalles, supongo que también saben dónde está.

—No –respondió uno de los príncipes–, no hemos visto a tu camello, solo hemos observado sus huellas. Ante esta respuesta, el rey se enfureció y mandó a apresar a los príncipes.

Entonces, los tres jóvenes se identificaron como los príncipes que eran y exigieron que se les permitiera explicar lo que parecía inexplicable.

—Sé que tu camello tiene claro el pelaje, por algunos pelos que vi cerca de las huellas y que el animal debió perder, al restregarse contra un árbol –explicó el mayor de los tres príncipes.

—Yo deduje que es cojo –dijo el segundo–, porque una de sus huellas es defectuosa.

—Yo supe que es ciego del ojo derecho –señaló el menor de los príncipes–, porque solo come los arbustos del camino que están del lado izquierdo, lo que hace evidente que el animal no puede ver lo que está al otro lado.

—Por eso es que pudimos describir al animal sin haberlo visto –concluyeron los príncipes.

Ante tan asombrosa explicación, el rey los dejó en libertad y, de inmediato, los nombró ministros.

Esta parte del relato anónimo sobre los Tres Príncipes del Yemén ha conocido dos versiones posteriores. La primera, en el cuento “Zadig”, de Voltaire, publicado en 1747. La segunda, debida al escritor italiano Umberto Eco, quien lo incorporó al primer capítulo de su novela El Nombre de la Rosa, aparecida en 1980.

Armando José Sequera 

 

 

 

 

 

 


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