Palab(r)ota | Audio Cepeda: Crónicas  de las puertas del infierno

27/06/2024.- Como buen fotógrafo, Audio Cepeda está acostumbrado a ver lo que no todos ven. Sus fotografías buscan siempre el contacto con las sombras, de donde surge lo imaginado, lo posible, lo que está allí sin manifestarse plenamente.

Esa forma de observar el mundo se corresponde con este Audio Cepeda escritor que con su libro Crónicas de las puertas del infierno y otras historias acaba de ganar la Bienal Antonio Crespo Meléndez, auspiciada por el Centro Nacional del Libro.

El hilo conductor en los escritos de Cepeda, lo que los unifica, es la presencia en todos ellos del petróleo, sea como elemento central de lo que se cuenta o como una referencia tangencial. Lo cierto es que el drástico cambio que significó el descubrimiento y la posterior explotación del oro negro le sirve al cronista para reconstruir, desde su propia perspectiva, y desde sus vivencias, una parte esencial de la historia del país durante el siglo XX.

En esas crónicas, se enlaza lo cotidiano con los grandes acontecimientos históricos. De ese modo nos enteramos, por ejemplo, de que la idea de construir el ferrocarril destinado a unir a Santa Bárbara con Mérida se gestó en París, en concreto, en la mente de un Guzmán Blanco preocupado por las pobres finanzas de un yerno recién adquirido entre la disminuida nobleza francesa.

Al cronista le interesan las causas, los contextos y, sobre todo, la política, y la incluye con un talento de narrador que excede en mucho la mera crónica de hechos vividos y recordados, de modo que no solo abundan las imágenes de la memoria, sino que se ficcionaliza también lo no vivido. Lo que se conoció por informaciones inmediatas —vivencias de padres, abuelos— se mezcla sin transición con lo aprendido por medio de otras fuentes de información.

El resultado es un texto del que puede decirse que se acerca más al cuento que a la crónica, puesto que su visión de los hechos se niega siempre a la descripción sucinta y cronológica de los mismos.

Su talento como cuentista destaca por la cantidad de detalles que incluye en sus relatos, por el lenguaje cargado de poesía, por unos símiles cuya originalidad sorprende y por la construcción de personajes que arrastran una subjetividad construida con la habilidad de un narrador nato. Subjetividad de la que el cronista a secas hubiera podido prescindir, pero que el cuentista necesita para la creación de un ambiente psicológico que vaya más allá de la mera enumeración de los hechos.

Algunos de estos textos alcanzan una notable complejidad formal. Sucede, por ejemplo, en aquellos en los que el escritor crea personajes que se ubican en distintos lugares e, incluso, en épocas distintas. Historias paralelas cuya posibilidad de confluir pareciera casi nula, pero que terminan por concurrir en el tejido central del relato.

Adicionalmente, buena parte de las historias se cuentan desde la mirada de campesinos o de obreros. Se trata de la población que se vio en la necesidad de abandonar sus poblados de origen para trasladarse a los recién creados campamentos petroleros y enfrentarse a ese infierno al que se alude en el título del libro, un infierno que el narrador hace gala de conocer en sus íntimos detalles. Ubicaciones, herramientas, procesos y conflictos coinciden en estas crónicas para dar una visión vívida y rigurosa de lo que fue el surgimiento y explotación de un mineral que acabaría por transformar el país desde sus bases.

En fin, una mirada original y seductora, desde un rincón de la nación, a una parte esencial de nuestra historia.

 

Cósimo Mandrillo


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