Ad libitum | Alberto Naranjo y El Trabuco Venezolano

30/06/2024.- Alberto Naranjo reivindicó a través de su larga trayectoria artística el oficio del arreglista. Cumplió los roles de ejecutante, compositor, director y productor, pero fue en la escritura musical donde logró consolidar sus ideas y establecer una conexión con sus inquietudes y el mundo que lo rodeaba. Una radiografía al sonido de El Trabuco Venezolano, su proyecto de mayor trascendencia, cuenta la historia de sus orígenes, su amor por el jazz, el cine y el béisbol.

Sus arreglos son un eslabón entre el pasado, la vanguardia y lo cinematográfico, como él mismo decía: son la sonoridad de un creador. La vena artística le venía de su madre, Graciela Naranjo, una respetada cantante de boleros de los inicios de la radio venezolana.

Vivir rodeado de música y de músicos, compartir incluso la cotidianidad con personajes como el cantante mexicano Genaro Salinas, quien vivió en su casa, hospedado por la solidaridad artística de su madre mientras atravesaba un bache en su carrera, sembraron en Alberto el deseo de pertenecer a ese mundo.

Su primer empleo lo obtuvo a los dieciocho años como baterista de la orquesta de Leonardo Pedroza, un grupo tipo big band, con una amplia sección de metales, batería y timbaleta, una característica que implementaría en El Trabuco. Luego trabajó para Chucho Sanoja, Los Melódicos y Porfi Jiménez. En esos años se dio a conocer como un ejecutante solvente en grabaciones. Su batería se puede escuchar en rotundos éxitos del hit parade latino como Magia blanca, interpretada por El Trío Venezuela, y Mi limón, mi limonero, en la voz de Henry Stephen.

Su empeño permanente de superación lo llevó a interesarse en aprender a escribir música. En ese tiempo muy pocos percusionistas podían leer partituras. Casos como el de Tito Puente —compositor, arreglista y líder de banda—, de quien Alberto fue admirador, eran excepciones.

Es posible que haya estado incubando la idea de este proyecto por largo tiempo, mientras trabajaba en canales de televisión, publicidad y acompañando a diversos artistas nacionales y extranjeros. Sin embargo, el impulso definitivo se lo daría el trompetista puertorriqueño Juan Torres, luego del IV Festival Internacional de la Canción y de la Voz, en Puerto Rico, en noviembre de 1976.

Para este evento escribió los arreglos de las canciones que interpretó Luis D’ Ubaldo. El jurado lo premió con el primer y segundo lugar como arreglista, mientras que D’ Ubaldo ganó como mejor intérprete. Durante el concurso, se hizo amigo de Torres, quien le habló del bajo nivel de las orquestas venezolanas con las que había alternado, por lo cual sus arreglos le resultaban una sorpresa.

Durante los años setenta, como producto de la fusión de lo latino con el jazz, el funk y el rock, surgieron propuestas vanguardistas como Irakere. Incluso, las Estrellas de Fania fueron un espacio para mostrar las capacidades de sus artistas.

¿Qué pasaba con Venezuela? Naranjo se sintió retado y motivado a dar una respuesta. Escogió un repertorio y le pidió a su mentor Eduardo Cabrera que escribiera los arreglos. No obstante, pasaba el tiempo y Cabrera no entregaba la música, por lo cual Naranjo se encargó de orquestar el repertorio que a la postre integró el álbum debut de El Trabuco.

El personal era heterogéneo, había músicos de gran trayectoria como Rafael "Gallo" Velásquez y Leopoldo "Pucho" Escalante, al lado de los talentosos jóvenes Ricardo "Nené" Quintero y Felipe "Mandingo" Rengifo. Los cantantes serían crooners —una extensión de la orquesta—, no protagonistas. El nombre de la agrupación y el diseño de la portada responden a su afición por el béisbol, pues aunque la palabra "trabuco" designa un arma de fuego del siglo XIII, para los venezolanos su significado está estrechamente ligado a los deportes y particularmente al béisbol, donde "armar un trabuco" significa hacer un equipo con los mejores jugadores.

El saldo final de su proyecto fue mayor que el esperado: varios discos, numerosos conciertos, una plataforma para futuras aventuras musicales, aunque, fundamentalmente, estableció un sonido y una ética de trabajo que permanece como una escuela para músicos y seguidores.

A pesar de que su formación fue autodidacta, recibió apoyo de Eduardo Cabrera y Aníbal Abreu, arreglistas eméritos. En esta nueva etapa de su carrera, emergió un mundo creativo que había estado latente, estimulado por referentes que van desde la Orquesta Casino de la Playa y César Concepción hasta Debussy, Duke Ellington, Count Basie y The Thad Jones and Mel Lewis Orchestra, una agrupación cuya génesis y métodos de trabajo guardan estrecha relación con el enfoque que quiso imprimir a El Trabuco Venezolano.

La orquesta coliderada por Jones, arreglista y trompeta, y Lewis, baterista —uno de sus héroes musicales— surgió para ensayar y divertirse luego del trabajo tocando arreglos complicados. Naranjo quiso crear así un grupo colectivo con arreglos que retaran a sus intérpretes, tal vez amodorrados en la comodidad de una rutina que no les suponía un gran esfuerzo. Era importante crear una música urbana que respondiera a la identidad del venezolano y tender un puente con el pasado, basándose en la estructura de las grandes orquestas de baile con las que tocó en su juventud. Sin más, eso es El Trabuco Venezolano.

 

Luis Ugueto Liendo


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