Estoy almado | Triunfalismos

29/06/2024.- Ningún candidato presidencial dirá que perderá. Lo lógico es que todos se declaren ganadores. Convocar a la victoria electoral suele ser un motor inesperado para activar la esperanza y movilizar el poder colectivo que mueve la historia. Sea cual sea la estrategia del candidato, el triunfo electoral se plantea como un camino por recorrer; hay que andarlo hasta llegar victorioso a la meta. No se gana con solo desear.

En ese andar, generalmente, los discursos triunfalistas de los candidatos se van autorregulando. Se parte de la idea de que el voto popular hay que ganárselo a pulso, con proyecto, razones y emociones. Y por encima de las redes y las encuestas, la calle (ese constructo de lo que vives, padeces y disfrutas a diario, igual a igual, con las mayorías) siempre se impone y suele dar la sorpresa el día de la votación. 

Hasta ahí todo bien.

Sin embargo, en esta precampaña electoral sucede algo inusualmente inquietante. María Machado, inhabilitada para ejercer cargos públicos por 15 años, y que le hace campaña a otro candidato, acuñó en un sector de la población el término “transición”. Les hace creer que ya ganaron; que es imposible que el candidato Maduro, por ejemplo, pueda ganar. También le dice al mundo en videoconferencia que “en el peor de los casos, la oposición tiene más del 80% del apoyo” de toda la población. 

Como la victoria está asegurada, según ella, entonces corresponde posicionar la fulana “transición”. Lo importante es debatir de lo que se hará. Entonces, sus medios aliados y operadores digitales empiezan a hablar sobre quiénes podrían ser los ministros, cómo será la nueva relación con EE. UU. y qué destino funesto le espera a la dirigencia chavista y demás seguidores y colaboradores. Desde el exterior, el odio condiciona a los inoculados de venganza para “cobrar” lo que ya les pertenece sin objeción alguna.

Con esa narrativa, Machado, prácticamente, plantea que la elección del 28 de julio es apenas un mero trámite ya superado. Ella vende esta elección como tan fácil de ganar, como soplar y hacer botella. Entonces, si ocurre algo “inesperado” (el triunfo de otro candidato, que es algo que debe estar entre las probabilidades), es porque obviamente le hicieron trampa, lo cual lo justificaría con la vieja cantaleta de que esta no es una elección “libre y justa”. Estos dos últimos términos son dispositivos instalados en la psique de sus aliados internacionales para romper el vidrio en caso de derrota. 

Este tipo de “triunfalismo” de la señora en cuestión es altamente nocivo. Se distancia años luz del discurso de los otros candidatos en términos de respeto a la democracia. De hecho, creo que ni siquiera cabe en la categoría de triunfalismo electoral. A primera vista tiene un componente desestabilizador, que deslegitima cualquier resultado distinto al esperado. De ahí la negativa del candidato tutelado, Edmundo González, a firmar en el CNE el reconocimiento de los resultados el 28J, sin importar quién gane.

Se trata de un peligroso planteamiento de "transición", porque desliza un fundamentalismo supremacista que niega cualquier atisbo de realidad, y funciona igual a como negar el impacto destructivo de las sanciones en los comunes. 

Así las cosas, el discurso “triunfalista” de la ultraderecha apunta más a desestabilizar y caotizar, y se aleja del respeto tácito al juego electoral.

Por eso, esta elección será una batalla crucial por mantener la paz; es un momento histórico en el que se juega la estabilidad nacional ganada, la cual es necesaria para alcanzar de nuevo el bienestar social que habíamos logrado antes de las épocas convulsas de desabastecimiento, sanciones (aún vigentes), pandemia y desestabilizaciones.  

Manuel Palma

manpacabe@gmail.com 

 

 


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