Tres en 1. Revela tu rollo. Retrato hablado. Viernes de Lira
Roberto Malaver
MEMORIAS DE UN ESCUÁLIDO EN DECADENCIA
Tragedia
¡La solidaridad se hizo carne! Da pena que jode ver que nosotros, cuando hay una tragedia, no aparecemos por ninguna parte, y cuando aparecemos es para aprovecharnos de la vaina. Ahí vimos al dictador presente en Las Tejerías y después se fue a El Castaño, a echarle bolas. Y también está corriendo la vicepresidenta y el ministro de la Defensa con su gente, y nosotros no aparecemos por ninguna parte. Embajada Capriles apareció por Las Tejerías a declarar que todos estaban trabajando y eso es bueno. ¡Qué bolas! Parece que no llevó ni un pote de agua. Y el interino hablando la güebonada pareja y metiendo un botellón de agua en su camioneta para decir que estaba siendo solidario, carajo, damos pena y vergüenza ajena. El compañero Manuel –Monómeros– Rosales se declaró incompetente –cosa que todos sabemos– para ayudar, pero también todos sabemos que estuvo dando órdenes en Monómeros, y de eso no dice un carajo. Es decir, hay una tragedia y nosotros nos escondemos, y empezamos a ver cómo le echamos la culpa al gobierno de que los ríos se hayan desbordado y de que el sol salga para todos.
Y hay más. Expulsan a un grupo de compañeros de Estados Unidos y los envían para México lindo y querido, y el embajador nuestro allá, el compañero Carlos –Dólares– Vecchio, no aparece por ninguna parte, no declara. Quien aparece en Nueva York es el poeta Leopoldo López, rodeado de cuatro o cinco venezolanos que le están echando un cuento de la selva del Darién, y lo invitan. Ahí es donde tenemos que demostrar que somos mejores que la dictadura, que somos más solidarios, más decentes, más amigos, mejor gente, pero nada, un carajo. Nos comportamos como lo que todo el mundo sabe que somos, como unos delincuentes, que solo estamos pendientes de robar al gobierno de Estados Unidos, al gobierno nuestro, y a los venezolanos que se han ido, a los que les vendimos la idea de que todo va mejor en el exterior, allá los iban a tratar de pinga, y allí están, llevando coñazo por todas partes, y nosotros hechos los pendejos. Diciendo que no tenemos nada que ver con eso. Y para joder, aumentamos la cifra, 7.1 millones, así decimos, de venezolanos que salieron huyendo. Y los medios de comunicación, los nuestros, claro, que son casi todos, también se hacen ahora los locos ante la decisión de Biden de recibir solo a 24 mil venezolanos que estén bien palanqueados en Estados Unidos y que no vengan a masticar chimó, como dijo una compatriota por ahí en un video.
Cada día la gente nos conoce mejor. No somos capaces de ayudar a nadie. Porque solo pensamos en nosotros que nos queremos tanto. Y todo lo que haga la dictadura diremos que es malo, que no sirve para un carajo, porque para eso estamos, para impedir que las cosas buenas se pongan en marcha, porque esas cosas buenas las podremos a marchar nosotros cuando seamos gobierno, así es la vaina. Mientras tanto, hay que hacerse los locos, y esperar, porque todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar por debajo de cuerda. Estos son los momentos en que uno debe demostrar todo lo buena gente que es. Y salir a la calle y armar un equipo para ayudar, para ser solidario, para reunir todo lo necesario para que la gente que la pasó mal en la tragedia, no lo siga pasando mal, pero nosotros desparecemos. Ahí está Julio –Matemático– Borges no declara, no ofrece nada. Es en las tragedias donde uno tiene que estar para que la gente confíe en nosotros, como ha estado el dictador, siempre presente y consecuente, y nosotros hablando pendejadas.
El papá de Margot vio en la computadora al interino metiendo una botella de agua en una camioneta y dijo: “Carajo, ese está más abandonado que Embajada Radonski, porque a ese no lo quiere nadie”. Y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió un coñazo durísimo, y la vecina gritó: “Sale a ayudar, gran carajo”.
—Llueve, detrás de los cristales llueve. –Me canta Margot.
“Ausentarse es volver” Así, con su elegante forma de decir las cosas, así lo dijo el poeta, periodista y educador, Miguel Ramón Utrera. Lo dijo en su poema Memorias de la espiga, publicado en 1975. Ya antes, en su pueblo natal, San Sebastián de los Reyes, había publicado su poemario Nocturnal, en 1940. Después continuaron otros textos: Rescoldo, Calendario de ausencia, Oficia de verano, La voz recobrada, y luego vino el Premio Nacional de Literatura en 1981, premio que rechazó con fuerza: “Yo no acepto el Premio Nacional de Literatura”. Cuando el periodista le preguntó por qué, respondió: “Porque no creo en premios, en ningún premio. He dejado de aceptar condecoraciones en varias épocas. Creo que un mérito, cualquiera que sea, si es sólido, no necesita galardones, el mérito solo basta” Nació en San Sebastián de los Reyes, en el estado Aragua, en 1908, y murió en su mismo pueblo en 1993. También afirmó: “Toda mi vida poética ha estado dedicada a eso: a una interpretación lírica de la naturaleza”.
ROBERTO MALAVER