Letra veguera | Simulacro y literatura

04/07/2024.- Entre tantas remotas e inolvidables lecturas de Cien años de soledad, conservo muchas imágenes de la novela que se han venido instalando en mi memoria como recuerdos de vida.

Con el tiempo, obras como esta, versos, aforismos relampagueantes y líricos de poetas leídos o escuchados y convertidos en "decires" (de familia) desde la infancia, declamados por mis padres o hermanos (Vallejo, Miguel Hernández, Neruda, Andrés Eloy, Miguel Otero o Alberto Arvelo Torrealba) han adquirido formas de seres vivos de carne y huesos en nuestra historia de vida, y andan acompañándonos como amuletos.

Hay pasajes de la historia de Macondo cuyos visos de verosimilitud terminan por disipar sus rastros de ficción cuando en la vida "real" se expresan como escenas de una película recién vista en la que todos nos reconocemos.

Suceden, son vividas y protagonizadas por los vecinos del barrio durante acontecimientos particulares, reuniones en las que se comparten necesidades, se discute si dos y dos son cuatro, o si fue Marx o Lenin quien dijo tal o cual frase, si la tecnología y la informática tienen la importancia que les asigna, si se nace hembra o varón para siempre, o, como lo presencié en el reciente simulacro electoral, si Nicolás va por el camino correcto… que si patatín, que si patatán.

Como en la historia de la guerra entre liberales y conservadores colombianos, cuando el Coronel Aureliano Buendía comprendió que "solo luchaban por el poder" y firmó, medio ladillado, el tratado de paz, a veces vivimos episodios que se parecen a hechos tan fantásticos como ese, o como uno cree recordarlos y los hace suyos, convirtiéndolos en reos imaginarios para soltarlos como liebres antes de que se extravíen y pierdan la sonoridad metafórica o realista.

Siempre están allí, en la retaguardia.

El día del simulacro recordé, o al menos eso creí, que, ofuscado por el óxido de esa nostalgia ciega que le dejó la pacificación, el Coronel quiso una vez aplacar a escopetazo limpio la bullaranga que unos vecinos venían haciendo desde días atrás en el umbral de la casa, perturbando su solitaria disciplina de confeccionar los pescaditos de oro.

Lo recordé mientras escuchaba el monólogo de una señora que discutía consigo misma para que lo supiera el mundo entero. A gritos le echó paja al gobierno. Llamó mi atención su alegato sobre la aplicación VenApp, un alucinante discurso sobre cómo esa herramienta era una invención de Maduro. Mientras hacía la cola, haciéndose la loca para escuchar, espiar y meter la cuchara en la sopa, dijo que ella estaba harta, que iba a votar por el Viejito, así se cagara en los pantalones, que, por cierto, "parecen prestados de lo ancho que le quedan".

"Mire, doña —le picó adelante una joven que votará por primera vez el 28 de julio—, con el 1x10 del Buen Gobierno, el presidente de la República, Nicolás Maduro, se ha anotado el gol del siglo XXI".

Le explicó que en su programa Con Maduro +, ella lo escuchó decir que el sistema del 1X10 del Buen Gobierno se convertirá en ley de la República.

"¿Usted sabe lo que significa llevar el sistema 1x10 del Buen Gobierno a ley de la República? —le preguntó, mirándola a los ojos—. Es una oportunidad real para fortalecer la democracia participativa en Venezuela y mejorar la calidad de vida de la gente".

"Esta manera directa de atención a las necesidades del pueblo, en áreas como la salud, el agua y la educación, brinda un canal directo de comunicación con el gobierno y promueve su participación en la gestión pública", explicó, como una maestra se dirige a sus alumnos.

"Esta iniciativa contribuye a construir un país más justo, eficiente y próspero. Póngase las pilas, vecina, y vote en contra de usted misma si lo que quiere es autosuicidarse".

El simulacro del domingo transcurrió como en una calle de Macondo. Un señor echó el cuento de un director del Banco del Vaticano, Paolo Cipriani, y su segundo, Massimo Tulli, a quienes agarraron con las manos en la misa (o en la mesa), después de la captura de un prelado italiano ligado al banco y al Instituto para las Obras de Religión (IOR).

El obispo Nunzio Scarano, quien trabajó en la administración de los bienes de la sede apostólica (APSA, la organización que administra los bienes de la Santa Sede), con la ayuda de dos personas —una de servicios para miembros, llamada por sus siglas la NCO, una cosa de lucha contra el espionaje, y el intermediario financiero italiano— intentaron repatriar desde Suiza veinte millones de euros en efectivo, "fruto de la evasión fiscal", dijo el señor.

Cuánto daría uno por saber los secretos que guarda la Conferencia Episcopal Venezolana…

El señor que echaba el cuento remató: "Esa que apareció en pleno celebrando el golpe de Estado o asesorando a la MUD en materias políticas, ¿dónde guardan sus tesoros? ¿En qué banco se las llevan y las traen?".

Así, el simulacro se vivió el domingo en la escuela del barrio: hablando de literatura fantástica.

 

Federico Ruiz Tirado


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