Estoy almado | La responsabilidad del futuro
21/07/2024.- En plena campaña electoral, acaba de conocerse un nuevo nivel del triunfalismo promovido por la extrema derecha, teledirigida por fracciones del Partido Republicano de Estados Unidos. Elliott Abrams, exfuncionario de Trump, sugirió a la administración de Biden que al presidente Maduro hay que ofrecerle una "amnistía" para que "acepte la derrota" el 28 de julio.
Abrams parte del supuesto de que la derrota del chavismo es inminente. Según su narrativa, que es la misma del extremismo antichavista, es que no existe ninguna posibilidad remota de que las fuerzas bolivarianas ganen en esta contienda electoral. Se trata de una campaña internacional basada en divulgar encuestas con sesgo predictivo histórico, cuya cantidad de votos "en el peor de los casos" (así lo dijo Machado a los medios extranjeros) es 80 a 20, a favor del antichavismo. La campaña comprende la divulgación de falsos atentados, como el de 2011, contra Machado.
Ya a estas alturas ese triunfalismo es insurreccional y forma parte de un claro plan de sedición. Los partidarios del antichavismo así lo entienden y acudirán a esta elección a cumplir un trámite porque, para ellos, el resultado está cantado. Ellos mismos se lo repiten hasta el hartazgo en sus entornos. Se regodean en esa autopercepción construida con videos de marchas (algunas del pasado) y con informes de encuestadoras, recordadas por sus desaciertos permanentes en la trayectoria invicta de Chávez.
Un rasgo común en esa matriz es que el chavismo es invisible; está negado totalmente como sujeto político en la historia contemporánea. Tampoco hay ningún ápice de respeto a la democracia y al árbitro electoral. Ellos "van a cobrar", dicen. Lo demás no vale.
A esa posición antidemocrática se suma la negativa de aceptar los resultados electorales, sean cuales sean, y la permanente retórica para deslegitimar al Poder Electoral, ratificada con la reciente declaración de Biagio Pilieri de que solo reconocerán los resultados reflejados en sus "actas de votación"; como que estas fueran ajenas al proceso electoral organizado por el CNE, como si no fueran a tener acceso a ellas los testigos electorales acreditados por el chavismo. La infeliz declaración de Pilieri recuerda la de "acta mata votos" del puntofijismo.
Asistimos a una elección con un antichavismo extremista, negado totalmente a cumplir el carril electoral y porfiado en marcar su propio atajo inconstitucional. Para ello, en el exterior, tienen instalado el dispositivo de legitimar el fraude que cantarán si no ganan, o si les ganan por menos de un millón de votos.
Es un mensaje que ya permea en los votantes guabinosos. Una indecisa hace poco comentó en un grupo de WhatsApp que solo con una "tramoya" es posible que el chavismo vuelva a ganar. Otro, en el exterior, hablando de elecciones, decía que era imposible que el chavismo ganara.
Así las cosas, el 28 de julio es una batalla entre, otra vez, los invisibles, los sujetos históricos del pueblo, contra sus negadores y verdugos históricos, que hoy intentan restaurar el pasado que habíamos superado.
En el actual contexto, el chavismo encarna hoy una lucha contra quienes pretenden regresarnos al caos y la inestabilidad, a través de falsas promesas de cambio. El chavismo tiene en sus manos la responsabilidad histórica de avanzar hacia el futuro y reivindicar la máxima de José Félix Ribas: "Necesario es vencer".
Manuel Palma