Derreflexión | Promesas: ¿compromiso de honor o palabras al viento?
28/07/2024.- ¿Cuántas veces hemos prometido algo y no hemos cumplido? Quizá muchas de esas promesas que hicimos no pudimos cumplirlas por factores externos a nosotros, es decir, no se trató de nuestras intenciones —las cuales pudieron haber sido las mejores—, sino de circunstancias externas que nos impidieron cumplir con nuestra palabra.
Pero ¿hemos pensado lo que hemos ocasionado por medio de una promesa incumplida?
Promesas: un compromiso con la palabra
La palabra "promesa" viene del latín prometere, que significa 'prometer' o 'asegurar con juramento'. Por lo tanto, desde sus raíces etimológicas, la promesa se vincula con un compromiso solemne, una declaración de voluntad que va más allá de simples palabras. Se trata de un acto que vamos a llevar cabo.
Históricamente, las promesas han sido importantes. De hecho, en el pasado, las promesas se sellaban con juramentos sagrados. Eran compromisos que involucraban a las divinidades y comprometían el honor personal.
Hoy día, aunque la solemnidad del rito ha cambiado, la esencia de la promesa es la misma: una palabra empeñada que nos compromete, aunque hay quienes se lo toman a la ligera, haciendo que esta bella palabra pierda su significado intrínseco.
La confianza en la palabra del otro
Las promesas son los pilares sobre los que se construyen nuestras relaciones diarias. Cuando cumplimos nuestras promesas, demostramos que somos dignos de confiar, responsables y que valoramos los sentimientos y expectativas de la otra persona.
Cuando transmitimos confianza, la otra persona se siente segura, respaldada y sabe que puede contar con nosotros en los momentos más difíciles.
Contar con un amigo que cumple sus promesas es uno de los regalos más bellos que tiene la vida.
¿Qué hay con las promesas incumplidas?
Por el contrario, el incumplimiento de una promesa es como un barco que naufraga en el mar de la confianza. Cuando fallamos en cumplir lo que dijimos, generamos dudas, desilusión y, en el peor de los casos, sentimientos de tristeza en la otra persona.
Las consecuencias del incumplimiento de una promesa pueden ser graves, desde dañar una relación personal hasta afectar nuestra reputación profesional.
Una persona que no cumple sus promesas pierde credibilidad y se convierte en alguien poco confiable, lo que puede tener un impacto negativo en diversos aspectos de su vida.
Más allá de las palabras
Cumplir las promesas no se trata solo de decir las palabras correctas, sino de respaldarlas con nuestras acciones. De nada sirve prometer algo si luego no hacemos lo necesario para cumplirlo.
Antes de lanzar una promesa al aire, es importante reflexionar sobre nuestra capacidad para cumplirla. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones, del tiempo que tenemos disponible y de los recursos necesarios para llevar a cabo lo que estamos prometiendo.
Prometer a la ligera solo nos expone a ser considerados como personas no dignas para que otros depositen confianza.
Cumplir las promesas es un acto de honestidad, responsabilidad y respeto hacia los demás. Es un reflejo de quiénes somos y de la importancia que les damos a nuestras relaciones.
Recordemos que la palabra empeñada es un compromiso, cuyo peso puede ser determinante en el tejido de nuestras relaciones y en la construcción de nuestra propia integridad.
Isbelia Farías