Historia viva | José Gregorio: palabra santa
Hay un tránsito del mito que supera el concepto de religión
26/10/22.- Carlos Ortiz, filósofo y profesor universitario venezolano, señaló en su libro Santa palabra (2021) que: "es muy raro que alguien no sepa quién es José Gregorio Hernández, pero tanto o más raro es que alguien sepa quién fue’", y es que en Venezuela el Venerable, hoy beato, ha confirmado su condición sagrada y mítica en el alma profunda del pueblo venezolano.
Tratándose de un hombre de carne y hueso que vivió entre 1864 y 1919, tuvo muchas facetas, bien como hijo devoto, médico solidario, científico, filósofo y, paradójicamente, teólogo. Trataré de aproximarme al hombre de fe que es evocado en los rezos íntimos de cada venezolano y venezolana creyente.
De cierto modo la historia convulsionada de finales del siglo XIX y principios del siglo XX fue el escenario que le tocó vivir a José Gregorio Hernández. Entonces, ¿cómo fue posible que en una Venezuela rural desgastada por guerras se hiciera tan popular este hombre?
El mayor milagro es que el mismo pueblo sufrido haya desplegado la memoria oral colectiva nacional para posicionar como un ser mítico del imaginario popular al Dr. José Gregorio Hernández, mejor conocido como el Médico de los Pobres o el Señor Milagroso.
Ortiz señaló que “… quizá es muy importante que pase a ser beato alguien que fue un médico, científico, investigador, intelectual, humanista, filósofo...” y cómo a través desde el manto religioso, un hombre de razonamiento científico y filosófico ha mantenido atesorada una personalidad de profunda convicción humanista para imponerse la omnipotencia de los actos de fe, teniendo la figura modesta de un hombre normal como referente de los actos de fe.
Para colocarlos en el contexto social de finales del 1800 y principios del 1900, al Dr., Jose Gregorio Hernández le tocó vivir cuando el país apenas se asomaba a los grandes desafíos científicos de la humanidad, en contradicción a una situación social paupérrima y una población con pobreza extrema sin asistencia social y altos índices de analfabetismo.
De manera que un científico como él que no solo dispuso sus conocimientos para curar los males de sus próximos, desarrollar investigación proyectada a los estudios bacteriológicos y, además, enseñar a decenas de estudiantes en la universidad y compartir conocimientos con sus colegas, tuvo un impacto importante en ese país rural que era Venezuela y que en el tránsito de un siglo a otro se abrió a la esterilidad del conocimiento científico mundial.
El Dr. Hernández tuvo corresponsabilidad en darle entusiasmo a una generación de médicos y científicos entre quienes se contó el Dr. Enrique Tejera Guevara, entre otros, de quien conocemos un testimonio desde la Botica de Velásquez en Caracas hacia los años 30. Tiempos cuando era costumbre aldeana tertuliar con los médicos, regentes y auxiliares de aquella botica centenaria. El Dr. Tejera señalaba, según una confirmación de un viejo boticario de aquella farmacia, que un paciente para curarse debía tener un 50 %de fe y el otro 50 % lo harían los medicamentos.
Este asunto debió ser tema de debate entre los médicos-científicos con quien compartió el Dr. José Gregorio Hernández, y tratándose que tenía una vocación religiosa, los actos de fe para la sanación debieron ser instrumentos para provocar la voluntad de curarse de los enfermos.
Efectivamente, la práctica profesional de José Gregorio Hernández como médico tuvo un soporte sustancial en la prédica católica y en los basamentos de la ética religiosa cristiana como principios para relacionarse con sus pacientes, es lo que pudiera explicar cómo su nombradía se hace popular a través de la memoria oral del pueblo venezolano.
Carlos Ortiz asevera que a José Gregorio es posible que se le viera como “santo", incluso antes de su trágica muerte, y señala que su altruismo era percibido como un don de Dios o una “misión” que debía cumplir en el mundo terrenal, pero sobre todo porque él “tenía la convicción de que esa era una vía para ayudar, para desarrollar un talento que él tenía”, según Ortiz
Es fascinante lo que el ser humano es capaz de hacer al creer en algo o alguien. Para generar mecanismos de resistencia ante las adversidades, ante las desgracias o infortunios, recurrimos a esos recursos del pensamiento y de las creencias que nos permitan soportar los asedios. Si se camina con la razón, la sanación viene con la fe a través de la palabra santa.
En torno a José Gregorio Hernández, el Señor Milagroso, hay un tránsito del mito que supera el concepto de religión para llevarnos a la particularidad de una religión popular, cuyo códigos están cifrado en la ética cristina, pero que tiene caracterizaciones que apuntan al sincretismo místico o la hibridación entre lo científico y lo religioso, cosa difícil de entender para los ortodoxos extremos y que el Dr. Tejera Guevara explicó con el 50 % de una sanación.
Aldemaro Barrios R.|
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