Estoy almado | Víctimas de las redes
11/08/2024.-
1
Los dos hijos de Cecilia no le hablan después del 28 de julio. La señalan de apoyar una dictadura. Para probarlo se valen de sus redes: imágenes en las que se ven efectivos militares en Ecuador golpeando a manifestantes jóvenes, igual que ellos. El material es viejo, pero es suficiente para legitimar la “realidad” autoconstruida de los chicos. Con paciencia, Cecilia se sienta, ve el video que enerva a sus hijos. Y les dice a sus hijos que lo que vieron no se corresponde con lo ocurrido el 29 de julio. Los chicos siguen sin hablarle.
—“¡Coño, mamá!”, sueltan y explotan de rabia. Se ponen irritables.
La madre les retira sus iPhones por tiempo indefinido. Ellos se encerraron en sus cuartos equipados con televisores de última generación, consolas modernas, muy pocos libros y comida chatarra tirada por doquier. Uno de ellos, el más grande, se rapó todo el cabello para drenar su estado iracundo. El otro se niega a comer. Toma poca agua. Está en huelga. Su madre se arregla para ir a su trabajo en la Administración pública. Comienza el día agobiada por lo que le ocurre a sus hijos. La casa queda en tensión.
2
A Richard le pasó algo similar. Su hijo lo acusa de apoyar un supuesto “fraude electoral” cometido por Maduro. Con vehemencia y altivez, el hijo le enseña al padre la web usurpadora del CNE que publicó resultados. Richard le contesta que no todo el mundo puede asumirse Poder Electoral. Su hijo le responde que ya no es creíble, porque, según el joven, “el que calla otorga”. Richard lo ignora, sale a la calle a seguir haciendo labor social en favor de la tercera edad, como lo ha hecho siempre desde el Estado. En su pecho carga la angustia que le dejó su hijo adolecente, quien se quedó en casa tragándose una avalancha de contenidos en redes que reafirman su “verdad inducida”. Para ello, el algoritmo hace su trabajo. Lo bombardea con todo lo que hay en la red, sin importar si es veraz o no, pero con el efecto de hacer crecer rápidamente la duda, casi al mismo ritmo que la frustración y la rabia. Al hijo de Richard no le falta nada; tiene sus necesidades básicas cubiertas. Solo le falta esperanza, lo cual no se compra en la esquina; es una sensación que le fue robada por tanto contenido de odio que absorbió en redes.
3
El hijo de Luis está triste. No tiene esperanza en el futuro. El país le parece que va al precipicio. Su padre es un empresario, integrante de la cámara de industriales del país, que pide el retiro de sanciones de EE. UU. para poder aumentar la producción de sus inversiones. Luis vive bien, al menos por encima del promedio de los jóvenes. Pero sigue triste. Es una sensación que comenzó a crecer desde hace meses cuando empezó a seguir a tres influencers y dos creadores de contenidos, todos supuestos expertos de la realidad política en el país que se venden como irreverentes mediante una jerga soez y maldiciente.
4
Todos creemos cómo lidiar con el impacto de las redes. Que son inofensivas. Tenemos la certeza de que cualquiera, a cualquier edad, puede manejar las redes, en especial los adolescentes. Muchos de ellos no viven bien informados con emociones inteligentes y conciencia crítica. Viven atrapados en las pantallas; asediados por el odio y la angustia que se propagan con atractivos envoltorios de chistes, memes y superficialidad potable para todos. Vivimos una era donde nos urge tener Educación para las Redes, en la casa y en la escuela. En los niños y niñas es justo y necesario para e futuro que viene.
Manuel Palma