Al derecho y al revés | Entréguese a la justicia

Creo recordar, contado por un testigo presencial, una observación que el comandante Fidel Castro le hizo, más bien como consejo no pedido, al presidente Chávez.

Según refería un amigo antillano, que nunca me ha dado datos inventados, Fidel le dijo a Hugo antes de aquel golpe de Estado que hizo de Carmona Estanga uno de los personajes más siniestros de la historia: “Hugo, tu ganaste una elección, no una guerra, y tendrás que soportar una oposición a diferencia mía que pude modelar el Estado cubano para una revolución”.

Evidentemente el presidente Hugo Chávez asimiló el consejo y ganó todas las elecciones a las que se presentó, menos una, la de aquel referendo donde perdió por no darle espacio a la oposición que tenía y tiene gobernaciones y alcaldías.

El presidente Nicolás Maduro tampoco ganó una guerra, pero es justo reconocer que su panorama para gobernar ha sido más difícil que el del presidente Chávez a quien, apartando que era militar de carrera, la banca internacional le prestó dinero y cuando le cobraban siempre le dieron nuevos préstamos para condonar los intereses.

Al actual Presidente ni le prestaron dinero ni le han perdonado pagos, apartando las sanciones que lo obligan a destinar gran parte de su tiempo y el del equipo de gobierno a conseguir rutas para traer lo que se necesita en un país que importa desde materias primas hasta cocinas y lavadoras para no mencionar autos y motocicletas.

Bien, ya situados en el contexto, observo que en algo se equivocó el comandante Castro: al Gobierno venezolano la oposición mantenida desde Washington no busca desplazarlo mediante votos,  sino por golpes de Estado, generalmente mediáticos como el que intentaron la señora MCM y su títere que también lo es de Estados Unidos.

Sobre este tema a las pruebas me remito.

Un candidato que intenta ganar por votos no compra pasaje para viajar fuera del país al día siguiente de la elección como cobardemente hizo EGU.

Un candidato que va a una elección, si cree que tiene posibilidad de ganar, recoge todas las actas porque, como lo sabe cualquiera que ha aspirado a un cargo electivo, las actas son el seguro de vida en una profesión donde se juega el poder y cualquiera puede ser tentado por la musa de las trampas.

Y ese último punto es muy extraño porque los partidos que sacaron más votos en la coalición que llegó de segunda ante el TSJ declararon no tener acta alguna, es decir, que prestaron la tarjeta, pero alguien, que no han podido ser otros que MCM y el títere, les prohibió recoger las actas.

Y sobre las fulanas actas que MCM dice tener habrá que ponerlos, tanto a la dama como al títere, a hacer planas: las actas son los documentos firmados por funcionarios de mesa y selladas, no falsificaciones colgadas en una página web.

Que hagan tantas planas como votos falsos se pretendían adjudicar.

Pero hay más: ¿quién puede creer que un candidato y su manejadora, que pretenden ganar una elección, se traen malandros criollos, venidos de fuera del país, retornados en el Plan Vuelta a la Patria, y no les exigen inscribirse y votar por el candidato?

No, señor títere y señora oligarca, todo lo que ustedes han hecho señala un golpe de Estado con guion de las “revoluciones de colores” con las que EE. UU. derrocó el Gobierno democrático de Ucrania y al coronel Gadafi en Libia.

De manera que cuando estén, como están, MCM y el títere con el agua al cuello no inventen que ahora quieren “negociar”como pretende Lula Da Silva, por ejemplo.

En ese caso me adhiero a la respuesta que le dio a MCM el presidente Nicolás Maduro, “nada tengo que negociar con usted, entréguese a la justicia”.

Los deudos de las víctimas, que su violencia creó desde aquel 2014 que llamó a guarimbas donde quemaron seres humanos vivos, agradecerán que los encanen a ambos.

Domingo Alberto Rangel 




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