Arrimando la brasa | Así somos
Para reconocer con alegría que bien vale la pena el ser venezolanos
27/10/22.- Los cambios abruptos climáticos, que sufrimos en esta región del planeta, nos hacen pensar en épocas distantes y hasta dimensionar instancias imaginarias pintadas por la literatura misma, cuando la aparición de tales circunstancias señalan la furia de los dioses y se dimensionan sueños que se cumplirán bajo el predicado de dioses de rotundos caracteres.
Todo ello lo hemos soñado con la llegada de lluvias, más bien aluviones, y los sucesos acaecidos en nuestra geografía causando desastres.
Sin embargo, en medio de lo siniestro, no deja de ser una especie de regalo de los dioses, como señalaría el imaginario de los cuentos mitológicos, que la cálida actitud del venezolano, caribeño al fin, amoroso representante de una mentalidad que acoge el cariño, la camaradería, el acercamiento sencillo y llano, como esencia de corazón puro, se junta a sus congéneres, y que en medio de la desgracia es capaz de inventar un chiste, se sacude el drama en el charco y se levanta de nuevo a ponerle el techo al rancho, a recoger los pedazos, a coser el remendo y a seguir con la vida, como Dios mandaría.
Ese ser esencial que no permite que la tragedia nos entierre, sino que nos hace capaces del chiste inesperado, la palmadita en la espalda del vecino, el dar las gracias y tararear de una vez la tonada de moda, es lo que nos salva y seguirá salvándonos.
Ante cada grave circunstancia que nos cae encima, inesperadamente, es maravilloso darse cuenta, de que nos la sacudimos como se limpian las migas del mantel después del almuerzo, y se le dice al corazón: "Andando".
Creo que es parte de la esencia misma de este pueblo que somos y que en su génesis acopla sangres de varias vertientes originarias, en cuya liga algo bueno se cocinó, porque se corre a resolver, como se pueda el asunto, sin cantar tango o dedicarse a enjuagar lágrimas de cocodrilo.
Con frecuencia pensamos en esto, para reconocer con alegría, que bien vale la pena el ser venezolanos, y ¡a mucha honra!
Laura Antillano