Palabras... | Dios
15/08/2024.-
Llevaba el planeta como un costal.
Adentro, el hambre.
Afuera, la alegría de jugar.
Salía por las puntas a digerir la pelota
con la lengua de los zapatos
pegada en el estómago,
cansado de ensalivar la misma historia.
Subí en gambeta por la vida, y el desgaste
como imparable enredadera.
Y me perdí.
Sin fecha de almanaque, el trofeo de la guerra se plantó cara o sello
en lejanas hinchadas insensibles
y taimadas jugadas arbitrales.
Dolió íntimo la plancha por la espalda,
la tarjeta roja derramada.
Muy dentro de la cancha, había sed.
Un lazo negro colgaba del blanco sol de mayo
en el arco azul de lo celeste.
Pero ya no estábamos para quitarnos la camisa sobre el césped
ni llorarnos el descender.
El pito de un barco que señalaba el ahogo de los gritos,
la hora en que se abren las compuertas del final
y se apagan las luces como la mano del adiós.
Paso a paso, levantando la marca incisiva de cal por la orilla,
llegaba la magia en la posdata.
Un movimiento breve de cintura se hizo idea en un segundo aire
y me encontré con Dios
anidado en las redes del rival,
mostrándole orgulloso mi piel flamear en un tatuaje.
Luego nos cercaron las caídas personales,
las emboscadas circulares
y todos los contrarios de una vez.
Qué frío
se siente en las alturas.
Sin mi barrio.
Carlos Angulo
Guatemala, 2021