Crónicas y delirios | Elecciones, ciberataques y redes sociales
16/08/2024.- El mundo se ha modificado tanto en los últimos tiempos que a los más añejos nos cuesta asimilar lo vertiginoso de los cambios y la manera de enfrentarlos. Sin embargo, "no queda otra" —como dirían los chamos— más que la observación objetiva y global del fenómeno, para que nada nos aturda o descontrole.
Expresamos esto ante el cúmulo de señalamientos surgidos a raíz de las últimas elecciones presidenciales venezolanas, cuya atención está en la mira del planeta, con la variopinta concurrencia, por una parte, de los estandartes económico-guerreristas de EE. UU., los poderes fácticos del petróleo, la inadmisible intromisión de Elon Musk, el sumiso clamoreo de distintos mandatarios y expresidentes de América Latina, la fascista voz de Vox, la siempre actitud imperial de la Unión Europea y, por si fuese poco, la intervención de centenares de robots expeliendo noticias falsas a una velocidad de cien mil megabits.
Por la otra, como siempre, el reconocimiento de Rusia, China y demás países del orbe avanzado y los Brics, la adhesión de los factores progresistas del planeta, el mensaje alentador de la pobrecía combativa, el respaldo de las organizaciones y partidos que luchan por la liberación, y no paren ustedes de contar, porque esto sigue extendiéndose...
Actualmente, para la idoneidad pública de los procesos electorales, no importan formas ni formalidades, cerrojos versus el fraude, claros métodos de escrutinio ni testigos reales e idóneos, como lo ha hecho nuestro país en las últimas décadas, pues ahora solo es válido el dictamen de Estados Unidos y de las redes sociales (mediante X idiotas con Elon Musk a la cabeza).
Permítasenos referir, para ilustración de los jóvenes lectores, que Venezuela sufrió a lo largo de los siglos XIX y XX continuos fraudes eleccionarios, algunos de los cuales terminaron en golpes de Estado. Recordemos, por ejemplo, la intrigante componenda contra José Manuel "el Mocho" Hernández, favorito de los campesinos, quien en el proceso de 1897 fue postulado por el Partido Liberal Nacionalista para adversar a Ignacio Andrade, candidato del entonces mandatario Joaquín Crespo. Sin embargo, después de un proceso amañado, Crespo anunció oficial y socarronamente que el ganador era el Mocho Andrade.
En 1952, Jóvito Villalba, fundador y líder del Partido Unión Republicana Democrática (URD), participa en las elecciones del 2 de diciembre de 1952 para integrar la Asamblea Nacional Constituyente, organizadas por la Junta Militar que presidía en ese momento la nación. Los primeros cómputos parciales dan a URD el triunfo con amplia mayoría de votos, pero luego de un temible silencio aparece como ganador el Frente Electoral Independiente (FEI), del general Marcos Pérez Jiménez, quien expresa que renuncia a la Junta Militar porque ha sido nombrado presidente provisional de la República. Nadie en el país se creyó tan gigantesca farsa.
En los comicios del año 1968, acude al proceso electoral el pedagogo y exministro de Educación Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien luego de separarse de Acción Democrática había fundado el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP). Como en el caso del Mocho Hernández, Prieto concita un decisivo respaldo, pero al momento de los escrutinios solo obtiene el 19,34% de los votos. Su partido denuncia fraude, pero el entonces Consejo Supremo Electoral ratifica que Rafael Caldera es el ganador. Caldera será nuevamente mandatario en el período 1994-1999, y le entregará la banda presidencial a Hugo Chávez Frías, torrencial e histórico fenómeno político.
Durante la Cuarta República, los resultados electorales no fueron confiables porque los partidos tradicionales AD y Copei (más sus adláteres) manipulaban el conteo de papeletas a la hora del escrutinio mesa por mesa, circunstancia que permaneció asentada en el argot político y popular como "acta mata voto". La base del fraude era sencilla, pues todo consistía en invalidar las actas electorales de las urnas donde el voto les fuese desfavorable, lo que significaba la eliminación de la totalidad de los votos de la mesa respectiva.
Dichos partidos, AD y Copei, entrenaban a sus testigos electorales para que actuasen de la manera indicada. Además, se repartían las funciones de presidente y secretario de mesa para mayor facilidad en la anulación de las actas, cuyas causales podían ser, entre otras: manchas o enmendaduras, tachones (así fueran efectuados en la parte trasera del documento); desperfectos del acta respectiva, como pequeñas rasgaduras, una esquina mutilada, algún mínimo hueco por causa de cualquier lápiz o bolígrafo; firma faltante del presidente o secretario, y errores en la totalización de los votos o ausencia de la misma. En suma, todo un repertorio de mañas, causales y motivos para eliminar los sufragios de los oponentes, arrogándose el triunfo.
Desde su llegada al poder, Chávez propicia la plena idoneidad y transparencia del Consejo Nacional Electoral (CNE), nombre sustitutivo del precedente, al eliminar los dolos y fraudes que ponían en ejecución los partidos políticos del establishment, blindando además al organismo ante cualquier forma o posibilidad de variar los resultados electorales. Prueba de ello es la derrota del propio Chávez con el triunfo del "No" en el referéndum consultivo sobre la Reforma Constitucional (2007); y la victoria de la oposición en el proceso para renovar todos los escaños de la Asamblea Nacional, ocurrido en el año 2015, durante el mandato de Nicolás Maduro. Por tales acciones, en provecho de una operatividad diáfana, moderna, constatable y verificable, el sistema electoral venezolano es considerado en la primera línea planetaria.
Antiguamente, se decía que "Jalisco nunca pierde, y si pierde, arrebata". Los últimos comicios relativos a la elección presidencial en nuestro país son comprobatorios de que la derecha neofascista —encabezada por María Corina Machado, producto de los rancios amos del valle, y su lastimoso candidato ficcional Edmundo González Urrutia— ha partido de ese principio jalisquiano exterminador de la democracia de que la única verdad está en el ciberespacio, las redes sociales y las corporaciones mediáticas, llevada a efecto con el apoyo de las guerras híbridas de EE. UU. y sus aliados, la intrusión de políticos venales cuya tarifa bien conoce el State Department y algunos mandatarios —incluso de América Latina— que exigen la cabeza de Nicolás Maduro ardiendo en aceite.
Hoy, la verdad real sobre las últimas elecciones está en manos de nuestro Tribunal Supremo de Justicia. Como también se expresaba en mi otrora época juvenil, "¡Amanecerá y veremos!", con la certidumbre de que una sola estampa verídica es superior a los millares de falsas del imperialismo y de Elon Musk.
Igor Delgado Senior