Trinchera de ideas | Chile: de un Gabriel a otro Gabriel

La traición como política

22/08/2024.- En 1946, el Congreso de Chile eligió a Gabriel González Videla como Presidente de la República. Su victoria contó con el apoyo de una alianza formada por radicales, comunistas y demócratas, tras obtener el mayor número de votos en las elecciones del 4 de septiembre.

Durante su primer año de gobierno, González Videla incluyó a los comunistas en su administración, concediéndoles tres puestos en el gabinete, pero, en abril de 1947, los ministros comunistas decidieron abandonar el gobierno tras diferencias irreconciliables con el mandatario. Pronto el distanciamiento se transformó en ruptura y, pocas semanas después, en una insaciable persecución ordenada desde Washington, en momentos en que se iniciaba la Guerra Fría, que daba por finalizada la política del buen vecino como instrumento para enfrentar la guerra. Se dio paso a la doctrina de la "autodefensa colectiva", que devino en la creación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en 1947, y de la Organización de Estados Americanos (OEA), en 1948. Así, el control de Washington sobre América Latina y el Caribe adquirió carácter jurídico con el beneplácito de las oligarquías locales. Los comunistas ya no eran necesarios. Hitler y el fascismo habían sido derrotados y ahora el enemigo era la Unión Soviética.

Al sentirse apoyado por la mayor potencia mundial, González Videla hizo aprobar la Ley de Defensa de la Democracia, instrumento jurídico que lo autorizaba a reprimir a los comunistas. La también llamada "ley maldita" prohibió el partido comunista de Chile (PC) y fue utilizada para la represión contra el movimiento popular, en particular el de los trabajadores. En el plano internacional, González Videla, que en la historia de Chile es conocido como "el traidor", rompió relaciones con la Unión Soviética y el campo socialista, cosa que ni Estados Unidos hizo.

En el marco de esta política, se abrieron en el país —sobre todo en el norte— campos de concentración donde se recluían a los comunistas y a otros líderes políticos y sociales, en las difíciles condiciones del desierto chileno. Uno de ellos, Pisagua, fue donde realizó sus primeras acciones, como oficial del ejército, el joven teniente Augusto Pinochet Ugarte.

El poeta Pablo Neruda, que a la sazón era senador por el partido comunista, acusó públicamente al Presidente de ser pronazi desde finales de los años treinta, cuando era embajador de Chile en Francia. En ese país, invadido por los nazis, el ahora Presidente, acunó un visceral anticomunismo que le permitió codearse con lo más rancio de la sociedad del país ocupado.

Tras la aprobación de la ley maldita, González Videla cambió la orientación original de su gobierno, dando espacio a los partidos de la derecha, tanto conservadores como liberales. Ya en ese entonces logró poner a un sector del Partido Socialista como furgón de cola de un gabinete encaminado a la represión y persecución del movimiento social. Al entregar la conducción de la economía a la derecha, González Videla permitió que se aplicaran fuertes medidas en contra de los trabajadores, favoreciendo a los grandes capitales. El entonces senador Salvador Allende rechazó y denunció con fuerza la ley maldita y la represión.

Su talante oportunista y traidor llevó a que fuera reconocido como el único presidente chileno que gobernó con todos los partidos del espectro político del país, desde la derecha hasta la izquierda, adaptándose en todo momento a condiciones que le permitieran sostenerse en el poder. La lealtad, la dignidad y los principios no eran palabras existentes en su diccionario.

Setenta y cinco años después, otro Gabriel, siguiendo los pasos de su homónimo, ganó las elecciones presidenciales en Chile, adoptando, igual que él, la traición como método. De la misma manera que González Videla, obtuvo la victoria con una coalición de partidos para, después, a muy corto andar, en la práctica, gobernar con otra, Boric ganó con un programa y está gobernando con otro. Copió la práctica de aquel, incorporando a su gobierno una variopinta gama de personajes. Incluso hay algunos que, no siendo oficialmente de derecha, se han transformado en los grandes sostenedores del modelo de economía neoliberal represiva y subordinada a Estados Unidos y a sus aliados en la OTAN y la Unión Europea, en beneficio de los grandes grupos económicos y las corporaciones transnacionales.

En lo que Boric se distanció de González Videla, actuando de manera más "inteligente", es en la aplicación de una "brillante" impronta política, que lo ha llevado a dividir al Partido Comunista en los hechos, persiguiendo y encarcelando —igual que González Videla— a Daniel Jadue, su líder más importante. Al mismo tiempo, le encarga a sus ministros y a otros adláteres comunistas la ejecución de la traición.

Aprovechando el acentuado y generalizado síndrome de Estocolmo que Pinochet le inyectó a amplios sectores de la izquierda chilena, Boric se sirve de los apoyos de Bachelet y la incorporación de Tohás, Allendes, Letelieres y otras piezas de esa dilatada fauna de hijos y nietos de líderes de la Unidad Popular que ahora sirven a sus amos imperiales.

El colmo de tan deleznable actuación le ha correspondido a la ministra vocera del gobierno de Boric, llamada Camila Vallejo. Esta, desde su posición en la conducción del PC, pujó para que Daniel Jadue, el líder más reconocido del movimiento popular chileno, se midiera con Boric en unas elecciones primarias presidenciales innecesarias para que con el voto de la derecha fuera elegido Boric como candidato presidencial de la "izquierda unida". En una macabra operación, Vallejo, quien fungía como jefa del comando de campaña de Jadue, lo condujo a esas primarias, sabiendo que la derecha se volcaría a votar por Boric. Vale decir que, en Chile, las primarias son abiertas, pudiendo participar cualquier ciudadano independiente, sin importar si milita o no en los partidos que sostienen a los candidatos.

Personas, vinculadas al alcalde, han manifestado que no pasó ni una semana para que Vallejo, ahora incorporada al comando de campaña presidencial de Boric, no le respondiera nunca más el teléfono a Jadue, excluyéndolo de toda participación en el proceso de conformación del gobierno. Consumó así una de las más horrendas traiciones de la amplia práctica chilena, iniciada en 1818, cuando Bernardo O´Higgins, el "padre de la patria", ordenara asesinar a Manuel Rodríguez, el más brillante, preclaro y abnegado luchador por la independencia.

Una vez llegado al gobierno, la dupla Boric-Vallejo puso en marcha la persecución del movimiento popular: militarización de la Araucanía, persecución y cárcel para los líderes mapuches, represión a los luchadores sociales y defensores de los derechos humanos, un activo y entusiasta apoyo al gobierno nazi de Ucrania, subordinación plena a Washington, en casi todos los desmanes cometidos por este en el mundo, y sostenimiento del modelo de acumulación capitalista que tiene en las AFP su principal sustento. Todo ello tuvo su punto cúlmine en la detención sin pruebas de Daniel Jadue (comunista) y en su consiguiente destitución como alcalde por estar impedido de libertad, celebrado con un silencio cómplice por Boric y Vallejo (comunista). ¿Qué pensarían de esto Luis Emilio Recabarren, Elías Lafertte y Ricardo Fonseca? ¿Cómo habrían actuado Víctor Díaz, Marta Ugarte y Víctor Jara? ¿Qué habría hecho Gladys Marín?

Es tarea de sociólogos y politólogos, tal vez también de psicólogos, investigar estos avatares de la historia chilena. Sería bueno saber por qué estos personajes que fueron elegidos por los comunistas, ya en el gobierno, los persiguen. Claro, hay una diferencia. En el siglo XX, el PC formó parte del gobierno y se salió porque comenzó a ser perseguido. Ahora forma parte del gobierno y todavía no se ha salido, transformándose en perseguidor. Con González Videla, el PC fue traicionado y ahora está atrapado en el campo del traidor.

Hay que decir que, en el pasado, la ética del PC superó a su militancia, transformándose en un manto que cubría positivamente la política chilena, señalando con su impronta un modelo a seguir y una forma de actuar en política que era motivo de orgullo de sus militantes y de admiración de sus aliados y hasta de la derecha. Al PC no lo podían comprar con nada. Luchó y resistió con dignidad y entereza las dictaduras de González Videla y de Pinochet. Venció las dificultades, la cárcel, la persecución, las torturas, la muerte y las desapariciones forzadas. Y salió adelante.

Ahora, el PC pareciera tener precio: le han pagado con unos cuantos cargos en la administración para que junto a los afectados de ayer y de hoy por el síndrome de Estocolmo hagan el trabajo sucio a favor de Washington y los grupos empresariales. De ahí, su odio y su ensañamiento contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. Parece raro, pero en el caso de Boric es un odio propio, en el de Vallejos, pues, parece, teledirigido desde Washington. En todo caso, como dijo Silvio, ambos están buscando salvarse "entre únicos e impares", mientras escudriñan por un lugar en el parnaso imperial a fin de conseguir "un rinconcito en sus altares".

Nunca esperé nada de Boric, lo dije antes de que fuera elegido. Hijo de un demócrata cristiano y descendiente de fascistas ustachas de Croacia, lleva en su sangre la miseria humana, y cuando Camila traicionó a Jadue, una vez más, con mi desenfrenado optimismo de la razón recordé al presidente Allende en sus palabras postreras: "…superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse". No tengo dudas de que una vez más será así, compañero Presidente.

 

Sergio Rodríguez Gelfenstein

www.sergioro07@hotmail.com


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