Palabras... | El mundo moderno de Sísifo
En tiempos difíciles para el pueblo, los burócratas son contrarrevolucionarios
22/08/2024.- La conversación se extingue. Al quedarte solo, surge la frase: "Yo tengo que resolver mi problema personal, los demás que vean cómo hacen". Ahí se fue individualizando la humanidad.
¿Cómo analizar lo total si no somos capaces de proveer el tiempo para ver todo el dominio? El esfuerzo del detalle repetido y sin final hace débil el argumento, porque nos entretiene y desvía del objetivo subjetivo de las precondiciones imperiales.
El azar no está redactado, ni espera que hayamos pasado para que mueran los que estorban al poder económico global.
Más de cien mil toneladas de explosivos desde octubre de 2023 hasta julio de 2024 han explotado sobre la tierra inerme de Palestina. Debe tener un exagerado alto costo esta inversión, y aspirar a una plusvalía enorme si se trata de la muerte de un pueblo, independientemente de lo que digan. Se han lanzado más bombas que las que devastaron Hiroshima y Nagasaki en Japón, Inglaterra, Dresde, en Alemania, y la liberación olvidada de París por París en la última Guerra Mundial. Este genocidio sionista ha dejado hasta la fecha más de 50 mil asesinatos, donde el 69% son niños y mujeres. Se calculan unos 120 mil muertos bajo los escombros y unos 90 mil heridos, sumando unos 295 cadáveres de periodistas, silenciadas sus muertes por los mismos empleadores de las empresas de comunicación global contratantes, casi todas al servicio del mundo occidental. Al 1.° de agosto de 2024 se calculaban unos 117 mil atentados de Israel a Iraq, Líbano, Yemen, Siria e Irán. ¿Quién responde por los muertos, o la guerra a mansalva tiene salvoconducto imperial para asesinar?
No es una casualidad contra la vida y un mero infortunio del derecho internacional. El problema humano es que ya todo esto no nos dice nada del malestar cultural del mundo, que dice amén respecto a Gaza, che, en cuanto a indicarnos el lugar de la indignación donde haya una macroinjusticia.
Tal vez insinúa de espaldas la teoría del dominó de la muerte y el efecto Palestina para los pueblos en el mal de ojo del huracán. Se consolida sin confrontación el referente de pueblos borrados con miles y miles de toneladas de explosivos sobre sus territorios, para luego limpiarlos con sus máquinas Caterpillar, pegando los cadáveres a los escombros hasta volverlos desiertos, con gente indolora venida supuestamente de otro cielo divino. Así se levanta sobre la sangre de un país con derechos humanos inexistentes la flamante economía del botín imperioso. En verdad, la pobreza de la paz ya no puede con la riqueza de tanta guerra.
La arriada "victoria genocida" desborda, por una parte, la risa loca de Hitler, y por la otra, la tristeza mundial de gente sensible, dejándonos enfermos con la rabia acumulada, masificándonos la intimidación, exportada y probada con el ejército de la cruz y la batola del Pare de Sufrir evangélico, del bautizado en el Jordán, el Bolsonaro brasileño.
A plomo limpio van maldiciendo todo, estrategia fatal y humillante, olvidada en carne propia por el carnet del sindicato de Lula Da Silva, que herido de soslayo por el discurso psicótico del fascismo, ha coincidido con el coctel de psicofármacos del Miley en Argentina y del Petro de faceta desconocida en Colombia.
Increíble, da pena ajena estos saltos de talanquera de los captados dirigentes populares, a costa de salvar su pellejo hundiendo a la Celac. Hieden cuando se junta la mierda con la decepción. Qué lástima, Petro, el recuerdo del M19, y en sus manos la manipulada espada de Bolívar, otra vez traicionado.
Qué diríamos del ahora pupilo intelectual de la alcurnia de las empresas transnacionales de la comunicación, el vegetariano guerrillero Pepe Mujica, que si algo hizo por su libertad de la prisión y su pueblo fue liberar la marihuana de clases. Habría que sacar la cuenta. Además, fue padre putativo del esperpento de Luis Leonardo Almagro Lemes (Uruguay), a quien deslizó bajo la manga como candidato de la OEA, llegando a ser el mayor traidor vivo de la Latinoamérica Unida, de la patria grande. Aunque era de esperar, tal cual como fueron sus ascendientes, al traer sangre manchada del conquistador español, furibundos antiincaicos y antiindependencia.
Nada aquí se debe al azar. Es un plan envolvente concebido durante años, para avanzar en el gobierno mundial, a través de la dictadura atroz del modelo económico imperial, alimentado por el capital golondrina global.
Ya lo decía Nietzsche y lo reinterpretó el psicólogo francés Michel Foucault: "No hay verdad, sino interpretaciones" sobre las consecuencias de los hechos. No se trata de malversar la realidad. Es el poder el que tiene los instrumentos comunicacionales para contrabandear su verdad interesada, a fin de dominar y controlar la opinión de clase —diría Roque Dalton—, en beneficio de sus insensibles intereses mercantiles.
Las nuevas políticas del otro elogio de la locura —único recurso para justificar la muerte y apartar los muertos sin compasión, a fin de poder inaugurar los nuevos brazos transnacionales y darle de beber gas y petróleo a la vieja adicta Europa— hay que develarlas.
Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea de Energía, firmó un pacto en 2010 con Israel para exportar gas, vía Egipto. Aseguraron los israelíes enviar mil millones de metros cúbicos de gas al continente europeo para cuando se le declarara la guerra a los rusos. Sin embargo, esto no ha podido ser posible, porque esa energía comprometida estaba en territorio ubicado en Gaza.
Como podemos ver los espectadores, el genocidio, la tragedia, a causa de este fallo estratégico, estaba en el plan, consistente en que igual insistirían en cumplirlo a como diera lugar. Seguramente lo harían apoderándose por la fuerza de los recursos del gas o el combustible de cualquier lugar del mundo, donde les venga en gana sustraerlo, al margen de las toneladas de bombas y muertes que haya que contabilizar.
¿Adónde hemos llegado y hacia dónde vamos en Venezuela, asediados por esa roca del mito de Sísifo —independientemente y en espera de la decisión suprema del más alto tribunal soberano de la República Bolivariana de Venezuela—, si no es a inscribir por siempre como candidato a la presidencia a Edmundo González Urrutia, agente de la CIA, en la misma nómina del finado terrorista Posada Carriles? Este último, responsable de la caída del avión cubano que regresaba a los deportistas olímpicos a Cuba. Mercenarios impunes, protegidos desde siempre por el gobierno de Estados Unidos, ligados a un pasado sanguinario asociado a la guerra civil salvadoreña; implicados además en los asesinatos de los curas jesuitas de El Salvador, en tiempos de monseñor Arnulfo Romero, también asesinado. Y pare usted de contar. ¡Qué cagada! Instituir un agente de la CIA como máximo líder político de la extrema derecha y paladín de la democracia gringa en la República Bolivariana de Venezuela, tierra de Bolívar y de Chávez.
El malestar global personal reside en que hemos dedicado casi toda la vida a defendernos de un enemigo criminal a quien le dispusimos nuestros mejores años, casi exclusivamente, en defensa propia, y las más avanzadas condiciones afectivas que debíamos desarrollar en la composición de la alegría, a la cual también teníamos derecho.
Así se nos fueron los años, malgastando el tiempo en la heroicidad de lo inútil, dando vueltas en nosotros mismos como la redonda Tierra para sobrevivir, mientras nuestros hijos más preclaros quedaron sumidos en el desgaste de la existencia, sin salida alguna, puesto que ha sido una guerra desleal, que, de ganarla, hubiéramos seguido desarrollando sus mismas estructuras enemigas. Tal vez, algo hubieran ganado las naciones, sí, si todo el esfuerzo se hizo por sus pueblos, porque ha habido pueblos que han logrado subir la piedra hasta la cima y la han dejado rodar del otro lado del abismo, donde tampoco había nada, excepto la continuación de la estafa. En ese contexto, hicimos nuestra una guerra ajena, que peleamos con las armas y los métodos que ellos mismos nos vendieron, aceptando, ingenuos, la mala suerte y la filosofía de una piedra que no merecíamos saldar, porque jamás nos dio por contrariar a esos dioses de la mitología y de la esclavitud, que ni siquiera conocíamos.
De esa manera, nos fuimos acercando al absurdo de la trampa hasta darle forma a la reiteración de lo ridículo cuando la clave era salirse del sistema. Un mundo con un poder muy inteligente para hacer dinero y pedir respeto a la propiedad privada de sus bienes, pero no para amar ni evitar transgredir la vida de la gente, ni la de los pueblos, y ni siquiera el amor a sí mismo y lo natural.
Afortunadamente, no pudieron evitar llenarnos de sentimiento por este mundo, por los animales, por la naturaleza toda, incluyendo la flor de la vida en su inclaudicable perseverancia.
Por lo menos andamos alejados de esa frialdad universal ante el genocidio, que no calienta ni siquiera el roto de la capa de ozono.
La democracia, después de ser robada a los griegos, ha terminado siendo una mercancía bien vestida bajo las luces de las pasarelas, como así lo dispone lo imperial en proceso colonial de querer ser dueño de todo, incluso del supermercado de los derechos humanos, que ya son propiedad privada al ser puestos en la oferta y la demanda de la bolsa de Nueva York. Ahí únicamente se ven los derechos de la derecha y la muerte merecida de los derechos de "las izquierdas".
Toda esta mezcla de transcultura dominante a la que hemos enfrentado bajo el concepto contradictorio por ubicarnos en desventaja, nombrado resistencia, nos llevó también a reacomodar la "felicidad" de ellos en el sentimiento nuestro, por raramente estar agradecidos de haber sido militantes de esta lucha contra los miserables del poder económico, quienes convirtieron el suceder del mundo y la amada vida personal en la mismísima piedra de Sísifo, en el tobogán al revés, por siempre y sin fin posible, que no fuese el de la derrota. Solo les sobrevivimos en el universo del confort, entreteniéndonos en la explotación del sudor de ser gente sin tener acceso a gratitud alguna, que no fuera aquella sacada mágicamente del sombrero de la poesía.
Carlos Angulo