Libros libres | Mi delirio sobre el Chimborazo, bicentenario

Simón Bolívar puede ser visto como poseedor de un estilo literario peculiar

28/10/22.- Durante el Festival Mundial de Poesía, celebrado en Caracas en el mes de septiembre, rendimos homenaje a los 200 años de la aparición del primer poema en prosa de la literatura venezolana, Mi delirio sobre el Chimborazo, un texto con características muy peculiares en la obra de Bolívar, tanto por la forma en que se expresa como por su significación simbólica.

Si bien Simón Bolívar no puede ser considerado un literato en sentido estricto, en cambio sí puede ser visto como poseedor de un estilo literario peculiar, de un lenguaje que se vale de los recursos más notables de la retórica romántica para lograr sus efectos, tanto en correspondencias militares como personales, manifiestos, reflexión filosófica o moral, legislación, cultura, historia: para toda su obra Bolívar crea una inflexión lingüística que permea todo su mundo: en este, su lenguaje hace uso de las mejores herramientas verbales, recogiendo en este siempre los mejores rasgos de la Ilustración, de pensadores Iluministas como Rousseau, Montesquieu o Voltaire, y, por supuesto, también de los empíricos de lengua inglesa como Locke, Hume y Hobbes, pero bebiendo, sin duda, de fuentes anteriores como los clásicos griegos y latinos antiguos, cuyas lecturas siempre lo acompañaron.

Teniendo como maestros a Simón Rodríguez y a Andrés Bello, Bolívar siempre pone énfasis en una expresión de alto rigor lingüístico, se apertrecha de ideas, pero a esas ideas las moldea con palabras a la manera de un orfebre, manejando a la vez la deducción analítica, mezclando emoción con razón y utopía con certeza histórica. Para Bolívar el lenguaje es una herramienta insustituible, en su caso, se trata del arma más efectiva para desnudar a sus contrincantes y para marcar una pauta de avanzada (vanguardia) en las polémicas de su tiempo; su valor formal está casado con el trasfondo de sus discursos y ello lo logra de manera consciente, de ello parece estar convencido desde su juventud, desde que hace su juramento en el Monte Sacro junto a su maestro Simón Rodríguez, hasta las cartas que dirige a sus familiares, amigos y a su amante Manuela Sáenz. En toda su producción importante Bolívar aplica los mejores efectos de un estilo literario que se mueve desde una contención clásica hasta un alarde barroco, lo cual hace que sus textos posean ese vuelo tan original, problemático, pero gozoso a conciencia, concebido entre la precisión conceptual hasta el vuelo elegante y fastuoso.

En Mi delirio sobre el Chimborazo están presentes, en efecto, todos estos elementos, donde lo visionario y lo metafísico se amalgaman a lo filosófico en una proporción que no dudamos en calificar de perfecta. En un ensayo mío ya editado (Centro de Estudios Simón Bolívar, Caracas, 2022) traté de señalar esos elementos, por ahora solo diré que el Libertador aquí trabajó a la manera de un alquimista: invocando la mayor altura de América trazó la primera de nuestras utopías: la de una América unida, la de un gran país posible que pudiera ser habitado por una nueva humanidad, donde la convivencia en armonía pudiera ser una realidad.

Gabriel Jiménez Emán


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