Tinte polisémico | Profesora
30/08/2024.- Es menester como curso natural del ciclo de vida de los humanos, además del protocolo social, asistir a los actos de sepelio de aquellos seres queridos, en particular, de los que han tenido un profundo impacto en tu formación académica, en tu orientación intelectual, aquellas personas que te han inspirado y motivado al estudio, a la investigación, a explorar ese vasto universo del conocimiento.
Así que hoy me referiré a una brillante socióloga, su nombre es: Rigel Urquía Blanco de Ávila. Asistí con ella al dictado de la materia de Sociología en la Escuela de Administración y Contaduría de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela a mediados de la década de los años 80 del siglo pasado. También me reencontré con ella en cursos de epistemología, metodología de la investigación, pues era una especialista en la modalidad de la investigación acción, a nivel de posgrado en la facultad antes mencionada.
Tengo la certeza, habida cuenta de sus particularidades como educadora y a su trayectoria como pedagoga del tercer y cuarto nivel, que somos muchos los profesionales de la Administración y la Contaduría, y de tantas otras especialidades, que recibimos notables influencias de su didáctica.
Hoy me atrevo, dado que tuve el privilegio de conocerla e interactuar con ella no solo en el ámbito académico, en nombre de varios colegas y de esos tantos hombres y mujeres que la conocieron, en presentar una semblanza, una faceta, una dimensión de una mujer, humilde, honesta y transparente en su accionar cotidiano en todos los planos, pero de una potencia intelectual y fuerza vital que la particularizó en su tránsito vital y, por tanto, la recordaremos y tendremos presente, después de haber trascendido a otras dimensiones.
La conocí en el año 1984, era una mujer hermosa, impecable y femeninamente atuendada para sus clases...
Era puntual, cual reloj suizo, llegaba siempre cargada con infinidad de libros y materiales...
Era una docente integral, entregada, apasionada, espléndida con su conocimiento...
Una maravillosa lady, irradiaba energía y simpatía...
Su erudición confundía a muchos, en mi caso me hizo comprender de inmediato el porqué de la sociología en el pénsum de Administración y Contaduría, pero además para explicarlo y exponerlo con su innegable encanto y dulzura...
Algunos compañeros, agudos en la observancia de los brotes de "Kore" en su expresiva feminidad, sucumbían a sus atractivos...
La observábamos todos en su deambular por los pasillos de la Escuela de Administración y Contaduría, y siempre la identificábamos por el inconfundible sonido de sus elegantes calzados de tacones...
Cual modelo convertía en una pasarela prê - à - porter cada piso de esa escuela y los cubículos y áreas de los docentes...
Sonreía de forma tan particular, que irradiaba el espacio donde se desplegaba como una profesora íntegra, comprometida, desprendida, además de amorosa y respetuosa con todos los alumnos...
Muchos la adoraban y quizás muchos otros la envidiaban...
Pero puedo dar mi testimonio como estudiante de que jamás improvisaba; al contrario, preparaba sus clases con esmero y sistematización, entregaba materiales, citaba, documentaba, motivaba a estudiar, a leer, a profundizar, a integrar el conocimiento con el resto de las asignaturas...
Te brindaba espacios para exponer en su clase, era democrática y participativa, dialógica; a un inquieto excadete naval le permitió presentar en cada clase artículos de prensa que se relacionaban con la materia, lo cual lo convirtió con habilidad en una sesión, así que leerlos y discutirlos se transformó en una rutina y una delicia que todos disfrutábamos...
Cuando me enteré, no recuerdo por cuál medio, que se había graduado con honores: Magna Cum Laude, no hice más que confirmar que estábamos frente a una legítima académica y que también había desfilado en el escenario del Aula Magna, no solo por su decoro y elegancia, sino por su talento y distinción como estudiante graduada...
Es solo una faceta de la extraordinaria personalidad de una mujer polifacética y polisémica, que también era madre, esposa, amiga y una fémina irrepetible...
Pude encontrarme con ella nuevamente a nivel de postgrado y no dejaba de ser coherente, congruente, transparente e incorruptible y tal cual mi madre, la "Magnolia de Acero" que demostraba un profundo amor patriótico y orgullo por el gentilicio nacional...
Luego, después de lustros transcurridos, coincidimos en la casa del Alto Comando Ángel Guillermo Moro, otro de los últimos irreductibles, aún en batalla, y a partir de ese momento no perdimos más el contacto...
Aquí estuvimos algunos para despedirle el 25 de agosto de 2024. Estoy absolutamente seguro que debemos honrarle por su carácter, su perseverancia y su ética como educadora, como investigadora, como mujer, como venezolana, como el ser humano que jamás dejó de prodigar su amor...
Héctor E. Aponte Díaz