Horizonte de sucesos | Realidad gravitacional
Los elementos más pequeños que nos componen sucumben a esa fuerza que tira hacia abajo
30/10/22.- En la pasada entrega se habló de la cuántica y lo cerca que está de otros sistemas de creencias que podrían considerarse esotéricos. Esta semana no está planteado darle continuidad a ese artículo, pero es justo que sigamos hablando de cosas que parecen irreales y, en realidad, no lo son tanto.
Y todo empezó cuando compartí en un grupo un video donde se muestra el efecto brutal de la gravedad en el rostro de una joven piloto. En el audiovisual lo que parece una señora se va transformando en una muchacha que poco a poco sale del letargo.
Cuando pedí explicación lo que dijo un amigo resultó hasta poético. "Es que nosotros no envejecemos como se piensa, nosotros simplemente somos aplastados por la gravedad", dijo Juan Manuel.
Básicamente, lo que intenta explicar es que desde que nacemos luchamos contra los 9,807 m/s² que ejerce la tierra sobre nosotros. Es decir, que los elementos más pequeños que nos componen finalmente sucumben a esa fuerza que tira constante hacia abajo.
Eso quiere decir que nuestra vida es una constante lucha contra algo que no podemos percibir, pero que finalmente triunfa cuando morimos. Nos sepulten o no, nuestro destino final es mezclarnos con la tierra.
El ejemplo es más fascinante: que las arrugas o líneas de expresión apunten hacia abajo es una señal del trabajo de la fuerza G. Levantarse, caminar y saltar es un ejercicio puro de resistencia. Cuando somos jóvenes tenemos fuerza para retar a esta otra; sin embargo, el cuerpo envejece, se cansa y, finalmente, se entrega.
Lo más poético es que tampoco podemos sobrevivir sin esa fuerza, mucho menos reproducirnos fuera del rango que abarca. Eso lo saben quienes pasan demasiado tiempo en la Estación Espacial Internacional y sus músculos se atrofian porque les hace falta la gravedad que los estresa y los mantiene firmes y vigorosos. Cualquier metáfora con la vida cotidiana es pura coincidencia.
Heatcliff Cedeño