Libros libres | Salustio González Rincones
Nuestro primer vanguardista
13/09/2024.-
A partir de la segunda década del siglo XX, el poeta iniciaría la impresión de su obra en París. Sabemos por los datos que apropia el mismo autor que muchos poemas fueron escritos en fechas relativamente lejanas a su difusión. En 1922 publica dos libros: Trece sonetos con estrambote (a sigma) y Corridos sagrados y profanos, ambos firmados por el acrónimo "Otal Susi", seudónimo al que nunca renunciaría. El primero de ellos anuncia la fatalidad por excelencia de la vida bohemia parisina: la sífilis. No queda duda de que la eufemísticamente conocida como "enfermedad de Venus" pasa a formar parte de la cosmovisión (trágica) de finales del siglo XIX y comienzos del XX. La Ciudad Luz, sucursal de la cultura moderna, cuna de los movimientos artísticos que transformarían profundamente la tradición occidental con sus cabarets, sus demi-mondaines, los cafés literarios y las musas prostitutas, constituirían el imaginario de la época. Desde Manet a Picasso, desde Baudelaire a Salustio González, la vida artística parisina era impensable sin este petit universo. Sin embargo, al mismo tiempo que representaba el revés del mundo burgués, ese pequeño universo se convertía en el lado oculto de esos mismos valores y convencionalismos que repudiaba. La sífilis es quizás la prueba más fehaciente de esto último, pues si bien se trataba de una patología antigua y relativamente universal, en ella se revelaba el rostro de la muerte detrás de la libertad, el placer, el deseo y la sexualidad; una auténtica plaga que dejaba al descubierto la moralina burguesa. Tal como lo escenifica la poesía de González Rincones, encontraremos de nuevo y sutilmente en otro de sus poemarios —Balnai— ya no la enfermedad, sino el miedo a contagiarse, agazapado en una historia de amor. El poeta dejaría en su obra el testimonio de su ya irreversible padecimiento.
No resistí la tentación de citar todo este párrafo, el cual sirve de proemio a la Obra (in)completa de Salustio González Rincones, de la Fundación Editorial El perro y la rana (2023), donde se reúnen las principales obras de este gran (y primer) escritor de nuestra vanguardia, quien con solo 57 años logró dejarnos una imagen depurada de cómo pudo reflejarse lo mejor de nuestro vanguardismo literario internacional en un poeta nuestro. Nacido en San Cristóbal en 1886 y fallecido en altamar en 1933, Salustio fue integrante del grupo literario La Alborada, adonde pertenecieron los conspicuos escritores Julio Rosales, Rómulo Gallegos, Julio Planchart y Enrique Soublette. Decidió abandonar el país rumbo a Europa, donde desempeñó cargos diplomáticos durante el gobierno de J. V. Gómez. En la Ciudad Luz aparece buena parte de su obra bajo los seudónimos antes citados. Debido al deterioro de su estado de salud decide regresar a Venezuela, mas no logra llegar con vida a tierra firme, pues fallece en el trayecto del buque Caribia un día del año 1933.
He tomado estos datos directos de la magnífica edición que comento, donde puede apreciarse una nutrida selección de sus libros: Carta de Salustio para su mamá que estaba en Nueva York (1907), Caminos noveles (1907), Las cascadas asesinas (1907), Llamaradas blancas (1907), Trece sonetos con estrambote (1922), Corridos sagrados y profanos (1922), Siete sonetos de color (1928), La yerba santa (1929), Viejo jazz (1930), Cantando germinan (1932) y Balnai, poema de amor y desengaños (1933).
Dada mi conocida afición a la música de jazz, selecciono un poema de su libro Viejo jazz, titulado Dream, pero bien pude citar cualquier otro de su admirable obra aún por redescubrir, pues es una de las piedras angulares de nuestra escritura vanguardista, que considero fundadora.
Dream
Crees que tu carne sueña, que tus huesos no sueñan
Y el esqueleto sirve solo como espantajo
Yaciendo entre la Muerte, sin fin, helada y bruna
Y en urna subterránea, metido en lo debajo…
Esas mentiras turbias a tu Vida domeñan!
Los sabios de los siglos en su engaño se empeñan
La Mentira hizo cierta su secular trabajo
Y hoy Verdad evidente como no fue ninguna
El esqueleto sirve a la carne de andrajo:
En Ella vive el alma: Si los huesos no sueñan!
Y es todo lo contrario… La carne siempre huye
Se encabrita en las horas del sol donde el día fluye
Y solo por la noche cesa su agitación…
El esqueleto entonces la ampara, abuelo blanco
Y sostiene su nada al borde del barranco
Del no ser donde cae latiendo el corazón.
Salustio González Rincones
Gabriel Jiménez Emán