Historia viva | Milicias en la crónica americana
18/09/2024.- El tránsito histórico de cuerpos militares milicianos de orden popular en el mundo de la guerra tiene una dimensión decisiva en los destinos bélicos cuando se integra la sociedad toda a los eventos militares. Desde la entrada de los cuerpos militares españoles contra la población originaria hasta las modernas milicias populares siempre han tenido en la crónica la relatoría de sus eventos y acciones como registros históricos documentales.
Lo primero que debemos aclarar es que entre el siglo XVI y el siglo XIX hubo una guerra declarada contra los pueblos originarios y luego los afrodescendientes que no se sometieron a las imposiciones de orden cultural, económico, político o militar que la monarquía española y otros reinados europeos plantaron en estos territorios. En la historia tradicional no se nos habla de esa guerra, pero sabemos que hubo un enfrentamiento bélico feroz entre algunos pueblos originarios y las fuerzas militares monárquicas por los documentos suscritos por los cronistas militares y religiosos de entonces.
Precisamente, parte de esa historia la conocemos por obra de cronistas militares como Bernardo de Vargas Machuca o los religiosos fray Bartolomé de las Casas (s. XVI) y fray Antonio Caulín (s. XVIII), entre otros, quienes dejaron suficientes escritos que revelan dicha circunstancia histórica.
Existe la hipótesis de que en ciertas regiones los españoles fueron derrotados por algunos pueblos como los tomuzas del centro, norte y oriente de Venezuela, quienes aplicaron tácticas de guerra no convencionales y alianzas con los holandeses para tener ventajas en la correlación de fuerzas, según revelan algunas crónicas como las de Caulín. Entonces está por reivindicarse hoy esa aseveración según la cual esos pueblos originarios utilizaron la organización logística, la inteligencia militar, la astucia y la estrategia de las milicias indianas para desmontar la especie de que los pueblos originarios derrotados cayeron ante el poderío del fuego de los arcabuces.
No negamos que luego de generaciones originarias exterminadas culturalmente fue cuando los misioneros religiosos españoles reivindicaron la apostasía de que la guerra se ganaría con la espada. Recurrieron a la memoria de Antonio de Nebrija cuando en 1492 recomendó a la reina Isabel de Castilla que el imperio sería más poderoso por la vía de la lengua que por la vía de las armas, y allí estuvieron los ejércitos de cronistas monárquicos haciendo su trabajo.
Algunos autores señalan que se formuló una disciplina de Estado que intentó usar la crónica para la formación de la soldadesca española. Así lo sugiere el investigador español Domingo Centenero de Arce en su trabajo titulado "Vargas Machuca. La milicia indiana y las carreras militares en la monarquía hispánica. Entre los méritos americanos y los europeos". Al indicar los orígenes de las crónicas de conquistas, señala el autor:
El primero de estos libros fue escrito por Sancho Londoño, y fue aprobado y quizás demandado por el propio duque de Alba. El texto fue escrito en 1568 y al parecer circuló en manuscrito, que desapareció al ser impreso reiteradas veces. Años más tarde, en 1578, se publicó Espejo o Diálogo de la disciplina militar, de Francisco Valdés, construido como un diálogo entre Alonso de Vargas y don Sancho Londoño, exponentes ambos, junto con Julián Romero, de la escuela del duque de Alba.
El papel, la tinta y el cronista, como el plomo, la pólvora y el soldado miliciano, fueron y siguen siendo instrumentos de guerra efectivos. Así fue de convulsionado el parto de la era republicana y la zozobra por mantener el orden monárquico que interpretaron los jefes militares en ambos bandos.
La Gaceta de Caracas fue el campo de batalla de las ideas que encontró en sus crónicas los escenarios públicos que desarrollaba la colonia a partir de 1808. Ya había ocurrido la intrépida comisión de Francisco de Miranda en 1806, y se volvieron a encender los tizones dejados por Gual, España y Picornell, delatados a las autoridades españolas en 1797.
Entrado el siglo XIX, la vocación miliciana de José Félix Ribas lo llevó a adelantarse a acontecimientos significativos de la guerra de independencia para formar el batallón de milicias regladas de blancos de Barlovento en 1810, la primera unidad militar de carácter republicano que existió en Venezuela y con la cual se inició formalmente la génesis del Ejército Libertador.
El gran Ejército Libertador se convirtió en ejército popular como milicia luego de la evaluación estratégica hecha por Simón Bolívar a partir de 1815 y dadas las experiencias y desafueros de un ejército miliciano realista conformado por el liderazgo de José Tomás Boves hasta 1814. La correlación de fuerzas cambió ante el discurso independentista, unitario e integrador del Libertador.
En los años cincuenta, el general Marcos Pérez Jiménez creó el Cuerpo de Reserva para las Fuerzas Armadas Nacionales, y no fue hasta 2009 cuando el comandante Hugo Chávez conformó la Milicia Nacional Bolivariana como un componente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que se unificó como un solo cuerpo militar, y no las dispersas Fuerzas Armadas desde su creación en el siglo XX. La milicia popular como ejército, tanto de reserva como logístico, constituye una fortaleza inexpugnable en toda confrontación bélica.
Aldemaro Barrios Romero