Punto y seguimos | Brasil, un trabajo duro
Esperemos que el gobierno de Lula sepa sortear las dificultades y enrumbar a Brasil
1/11/22.- La victoria de Lula Da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil constituye un respiro para América Latina, especialmente si se considera el rol que tiene el país más grande del continente suramericano en la economía y política mundiales y su peso geopolítico regional. El enorme Brasil en manos de un liberal y fanático religioso como Jair Bolsonaro por otros cuatro años significaba el empoderamiento de fuerzas retrógradas antiderechos humanos y antinaturaleza, con poco remilgo a la hora de inmiscuirse en los asuntos internos de sus vecinos o de abiertamente convertirse en opositores políticos de otros estados. Sin embargo, las condiciones en las que deberá gobernar Lula y el PT son bastante más restringidas y difíciles de lo que fueron en sus dos presidencias anteriores.
La idea de una victoria aplastante, apoyada inicialmente por encuestas, comenzó a desvanecerse en la primera vuelta, cuando para sorpresa de muchos, Lula no alcanzó el 50 % de los votos requeridos, forzando una segunda vuelta y una recta final de campaña feroz, en la que no faltaron trampas, falacias y abusos por parte del equipo del derechista Bolsonaro, mismas que se mantuvieron incluso el día de la elección en segunda vuelta, cuando fuerzas de seguridad del Estado formaron alcabalas para demorar electores en los estados de mayor votación lulista. El bolsonarismo se mantuvo fiel a su esencia y no escatimó en recursos para pelear los espacios en disputa, que fueron mucho más allá de la Presidencia de la República, y, aunque perdieron esta última, lo cierto es que ganaron el control del congreso y gobernaciones clave, planteando un escenario de polarización, confrontación e inestabilidad para el gobierno de Lula.
El bloque bolsonarista en el Congreso tendrá la mayoría con 96 escaños ocupados por ni más ni menos que las principales figuras del gobierno de Bolsonaro, con fichas como sus exministros de Salud (Eduardo Pazuello) o de Medio Ambiente (Ricardo Salles), ambos famosos dentro y fuera de sus fronteras por el mal manejo de la pandemia y por la grave deforestación en el Amazonas, respectivamente. Adicionalmente, hay que decir que fueron de los más votados, lo que descubre al país como uno definitivamente polarizado. La izquierda y sus alianzas en el Congreso la tendrán muy difícil, puesto que las otras minorías con más representantes son de centro o centro derecha, lo que será un obstáculo más a la hora de las negociaciones en el seno del Legislativo.
Asimismo, la derecha asestó golpes certeros al ganar varias de las gobernaciones más importantes del país, destacando la de Sao Paulo, el centro más poblado y económicamente activo de la nación, que estará por primera vez en manos de los bolsonaristas. Cuesta creer que en la Amazonia también hayan resultado ganadores, a pesar de las graves denuncias de abandono, persecución a los indígenas, explotación y devastación del pulmón del planeta, pero ello muestra una clara tendencia (como el votadísimo curul del exministro de Ambiente) que indica que la derecha sigue siendo una potencia en Brasil, complicando fuertemente cualquier plan que espere instaurar el gobierno de Lula.
Los resultados electorales de Brasil dejan una conclusión evidente: el bolsonarismo logró permear las clases populares, especialmente a través del discurso evangelista, que alcanza gran presencia masiva y que cuenta con referentes de la cultura popular, como artistas y futbolistas (recuérdese el caso de la estrella del Paris Saint Germaine, Neymar Jr, por ejemplo). La fuerte asociación de esta iglesia con la derecha brasileña ha sido clave en la consecución de estas victorias que por muy poco no les reporta nuevamente la presidencia del país y que significarán, sin lugar a dudas, una oposición fuerte y confrontativa con tendencias violentas y golpistas. Así ha sido su accionar aún siendo gobierno, y sería ingenuo esperar lo contrario. Por otro lado, y también en conclusión, aún con estos serios escollos en el camino, queda la esperanza de millones que se atrevieron a apostar por un camino más democrático de respeto a las instituciones y al pueblo pobre. Por el bien de Nuestramerica, esperemos que el gobierno de Lula sepa sortear las dificultades y enrumbar a Brasil a la senda digna y luminosa de la que lo alejó el bolsonarismo.
Mariel Carrillo García