Crónicas y delirios | Notas memoriosas sobre los talleres literarios
27/09/2024.- Los talleres de creación literaria en Venezuela han realizado una ingente y loable tarea para la formación de nuevos escritores. El precursor de ello fue (hasta donde la memoria nos alcanza) el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg), pues con anterioridad los creadores antiguos y los aspirantes de turno se reunían en "peñas", círculos, grupos y cenáculos para materializar la llama vocacional.
Según su data de nacimiento, los referidos talleres empezaron en el año 1975 por obra y afanes de Domingo Miliani, director-fundador del Celarg, los escritores Oswaldo Trejo y Salvador Garmendia, y el filósofo mexicano Leopoldo Zea, quien ya había trillado esta senda formativa en su país. Contó, entre otros guías tallerísticos, con la participación de Ludovico Silva, Alfredo Armas Alfonzo, Adriano González León, Antonia Palacios, Alfredo Silva Estrada, Elizabeth Schön, José Balza, Ida Gramcko, Juan Calzadilla y el poeta chileno Gonzalo Rojas.
Paralelamente, y luego de una destacada acción orientadora dentro del Centro Rómulo Gallegos, Antonia Palacios fundó el grupo Calicanto, en la quinta familiar del mismo nombre, situada en la urbanización Altamira, de Caracas. Ahí trasmitió su sensibilidad poética y creacional a un grupo de jóvenes que la seguían como cultores del aliento estético, entre ellos nuestro admirado compañero Eduardo Liendo, quien a la postre sería un sólido y prolijo novelista. De ahí surgió la revista Hojas de Calicanto (1977-1983), donde también participaron Lourdes Sifontes, Alberto Guaura y Yolanda Pantin. También, se desprendieron los grupos poéticos Tráfico y Guaire, decididos a vociferar por su parte un diálogo de calle con aliento tal vez más superfluo.
En el año 1976 se constituyó La Gaveta Ilustrada, el primer taller literario de la Universidad Simón Bolívar (USB), coordinado por Juan Calzadilla, con la ayuda del profesor e intelectual José Santos Urriola, y empezó a editarse la revista que llevaba el mismo nombre. Como sabemos, la USB es una universidad científica y el taller atrajo fundamentalmente a alumnos de los primeros semestres, cuya media no alcanzaba los veinte años. Además, la mayoría estudiaba física, química, ingeniería o matemáticas, con lo cual se rompían los esquemas que encuadraban el hecho literario dentro del marco humanístico. Algunos nombres se transformaron luego en figuras resonantes: Gustavo Guerrero, Antonio López Ortega y Alejandro Varderi.
Al efecto, Varderi explica:
Como teníamos poca o ninguna práctica sobre la literatura, Juan Calzadilla puso en funcionamiento sus teorías sobre la "escritura abierta", llevándonos a asumirla como tarea lúdica, de juego y celebración. Una fiesta donde, a través de los ejercicios de escritura automática, aprendimos a desinhibirnos, vencer el temor inicial ante la página en blanco y descubrir simultáneamente el poder del lenguaje.
En la misma Universidad Simón Bolívar se creó, tiempo después, el Taller Anagrama y la revista literaria homónima, adscritos a la División de Humanidades y bajo la conducción de la poetisa y docente Ana María del Re y de la profesora Luisana Itriago. Su labor se extendió al establecimiento de vínculos activos con otros talleres literarios de la capital.
Debemos citar, con honores de profundidad y trascendencia, el taller de poesía que llevó a cabo durante décadas en la ciudad de Valencia el poeta Reinaldo Pérez Só, pionero en esta área y de quien expresó Rafael Cadenas: "Pérez Só es un maestro. En el 8.º Festival de Poesía conversamos. En él habita la palabra. Sentí que aprendí más con ese diálogo que con todos estos años de lectura". Mencionamos, por otra parte, los Talleres Literarios de la Escuela de Escritura "César David Rincón" de la Universidad del Zulia (LUZ), el Taller Teórico-Práctico de Redacción de Textos Narrativos correspondiente a la Universidad de Los Andes (ULA) y los que ha llevado a efecto el Centro Nacional del Libro (Cenal).
Con la venia de los lectores e indispensable modestia, expreso que, durante los períodos 1989-90 y 2007-2008, coordiné el Taller de Narrativa del Celarg, bajo las siguientes y resumidas pautas: un taller de esta naturaleza se demuestra escribiendo; es necesario crear un ambiente propicio, signado a la vez por el respeto y la solidaridad (amistoso respeto a la labor creativa del otro y crítica como concepto opuesto a la censura intelectual o personal. Se juzga el texto, no a su autor). La crítica debe ser siempre fundamentada, razonada y explicada, para apartarnos de aquella que esgrime argumentos elementales: "Me gustó", "Me emocionó" o "No me gustó", "No me emocionó".
Una crítica densa, como la que se pretende, debe centrarse en el análisis del discurso narrativo y en la eficacia del estilo, a través de la participación dinámica y la ayuda mutua, para que el respectivo tallerista lo traduzca luego en términos de enriquecimiento literario. El taller debe propiciar la honda y detenida lectura de los textos, con el objeto de inmiscuirnos en sus detalles y su profundidad, además de motivar el continuo pulimento del signo (recordemos que la obra de creación no es solo un espejo emocional, sino técnico). También debe acompañarse, siempre y en paralelo, de la lectura de los clásicos.
Dicho taller a mi cargo produjo resultados que exalto con inmensa satisfacción: Rubi Guerra, con un volumen de cuentos en su haber (1986), siguió escribiendo hasta convertirse en el novelista de trascendencia que es hoy; Nelson González Leal y Luis Felipe Castillo obtuvieron el Premio del Concurso de Cuentos del diario El Nacional, en 1993 y 1997, respectivamente; Carlos Leáñez obtuvo mención en el mismo certamen; José Roberto Duque ganó el Premio de Cuentos de la Asociación de Autores y compositores de Venezuela (Sacven) en el año 1996 y ha publicado Salsa y control (cuentos) en el mismo año y la novela No escuches su canción de trueno (2023); Carlos Sandoval es hoy uno de los más afamados críticos literarios de Venezuela; Héctor Espinoza se destaca como autor de libros de ensayo, poesía y cuento, algunos publicados por editoriales colombianas; Yoyiana Ahumada se convirtió en autora teatral, y este año (2024) Antonio Núñez Aldazoro se hizo acreedor al Premio Nacional de Periodismo, mención Opinión.
Para finalizar, saludamos con beneplácito la reanudación de los Talleres de Creación Literaria del Celarg, en las menciones de Crónica, Poesía, Narrativa, Guion audiovisual y Ensayo, seguros de su decisivo aporte a la formación de nuestros jóvenes. Así será. ¡Está escrito!
Igor Delgado Senior