Trinchera de ideas | EE. UU. y Gran Bretaña

"El fascismo debe ser exterminado”

3/11/22.- Este artículo tiene el único propósito de recordar... Ante la esforzada intención de las potencias occidentales por olvidar el pasado, a fin de que los ciudadanos de hoy, en particular los jóvenes, dejen de lado la historia, su historia, la historia de lucha de sus padres y abuelos, es necesario recordar.
Entre los años 1941 y 1945 (ambos inclusive) se hicieron en Moscú cinco conferencias (una por año) en las que participaron altos representantes gubernamentales de Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS). La tercera de ellas se realizó entre octubre y noviembre de 1943 cuando ya las tropas nazis habían sido aplastadas en Stalingrado y las Fuerzas Armadas soviéticas desarrollaban en plenitud la contraofensiva hacia el oeste para liberar su territorio.
En el evento, finalizado el 11 de noviembre de ese año, participaron diplomáticos, altos mandos de las Fuerzas Armadas y otros funcionarios, así como los ministros de Relaciones Exteriores de los tres países, quienes junto al embajador de la República de China en la URSS firmaron un documento conocido como Declaración de las Cuatro Naciones que incluyó cuatro partes: declaración sobre seguridad general, declaración sobre atrocidades, declaración sobre Italia y declaración sobre Austria. 

De igual manera, el cónclave fue propicio para discutir transcendentales temas de la problemática mundial, al mismo tiempo que se tomaron medidas para acortar y finalizar la guerra. En esta conferencia, por primera vez, se habló de fundar una organización mundial que garantizara la paz en el planeta. Fue el germen de la creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que se concretaría dos años después, tras la finalización del conflicto.

A efectos de este artículo, rememoraremos algunos de los acuerdos tomados e incluidos en las dos primeras declaraciones. En la referida a la seguridad general -como se dijo antes- se reconoció la necesidad de establecer un sistema internacional y una organización basada en principios de soberanía e igualdad de todos los Estados que se acogieran al sostenimiento de la paz y la seguridad internacional como bienes de toda la humanidad.  

Asimismo, los participantes manifestaron “completo acuerdo” en Italia, “el fascismo, con toda su maléfica influencia y configuración, debe ser completamente exterminado” para que el pueblo italiano tuviera la potestad de establecer instituciones democráticas, tanto en el ámbito gubernamental o cualquier otro. Para hacer válido este acuerdo, la declaración establecía claramente que serían suprimidas “todas las instituciones y organizaciones creadas por el régimen fascista”. Asimismo, todo elemento fascista o profascista no podría ejercer funciones en el ámbito de la Administración pública. Por otra parte, todos los prisioneros políticos, que lo eran por haber combatido al fascismo, deberían ser puestos en libertad de inmediato y ser amnistiados de forma total.

La declaración también instituía que los dirigentes fascistas y los altos oficiales del Ejército de quienes se “sepa o sospeche” que eran criminales de guerra, serían puestos bajo arresto.

Después de que Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética evidenciaron que las tropas hitlerianas cometieron crímenes, ejecuciones colectivas y otros delitos atroces, y se constatara el uso de métodos brutales y opresivos para dominar y subyugar a los pueblos de los países ocupados, advirtieron y declararon solemnemente que cuando finalizara la guerra, los funcionarios de todo nivel, así como los afiliados al partido nazi que fueran responsables de estos delitos atroces o que hayan aceptado los mismos, serían entregados “a los países en donde cometieron sus abominables actos, para ser juzgados y castigados de acuerdo con las leyes de dichos países liberados y de los gobiernos libres que sean en ellos establecidos”.


Esta Declaración fue firmada por Anthony Eden, ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido; Cordel Hull, secretario de Estado de Estados Unidos; y Viacheslav Molotov, ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética.

Un año y medio después, los líderes de estas mismas potencias: Lósif Stalin, presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de la Unión Soviética; Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido (desde el 26 de julio, Clement Attlee, que sucedió a Churchill tras ganar las elecciones); y el presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, se reunieron en el Potsdam (cerca de Berlín), Alemania, entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945, ya finalizada la guerra. En esta conferencia realizada en territorio alemán, además de acordar cómo habría de administrarse este país que había sido derrotado en el conflicto, las potencias triunfantes debatieron acerca del orden internacional que se establecería a partir de ese momento y discutieron acerca de la paz y los efectos de la guerra. 

Aunque los acuerdos adoptados sirvieron de poco, toda vez que tan solo cuatro días después de finalizado el cónclave, el presidente Truman ordenó el lanzamiento de las bombas atómicas en las rendidas e inermes ciudades de Hiroshima y Nagasaki, estableciendo de esa manera un orden mundial basado en el poder nuclear, los firmantes de la Conferencia de Potsdam estipularon que Alemania debía ser desmilitarizada, desnazificada y democratizada. Tal vez no sea casual que sean esos los mismos objetivos propuestos por Rusia para su operación militar especial en ucrania.

En el Punto 3 (I) del acuerdo, se dispone que se suprimirá toda industria alemana que pudiera usarse para la producción militar, de manera tal que se impida de forma permanente restaurar o reorganizar el militarismo y el nazismo dentro de las Fuerzas Armadas de Alemania e incluso en “todas las demás organizaciones militares o cuasi militares, conjuntamente con todos los clubs y asociaciones que sirvan para mantener viva la tradición militar en Alemania”.

En el acápite III del mismo punto, se decreta la necesidad de “destruir [sic] el Partido Nacional Socialista y sus organizaciones afiliadas y subordinadas, disolver todas las instituciones nazistas, garantizar que no resurjan en forma alguna y evitar toda actividad o propaganda nazista o militarista”. En puntos posteriores, se establece con precisión la abolición de las leyes nazis que constituían la base del régimen hitleriano, a partir de la instauración de diferencias entre los ciudadanos por razones raciales, religiosas o de opinión política “ya sean legales, administrativas o de otra naturaleza”.


De manera estricta y escrupulosa, el documento deja sentado que se arrestarán y someterán a juicio a todos los criminales de guerra que hayan participado de la creación o proyección de empresas nazis que hayan cometido atrocidades o crímenes de guerra o estén complicados en su perpetración. Igual medida se aplicaría a los jefes nazis y a los promotores y sostenedores prominentes del nazismo y a los altos oficiales de las organizaciones e instituciones nazis.

Todo este entramado jurídico y político que se fue construyendo cuando la guerra estaba todavía en pleno desarrollo, fueron el soporte que dio origen a la Carta de Naciones Unidas. El artículo 23 de dicho documento expone las responsabilidades de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. En el artículo 106 se hace expresa mención a la Declaración de las Cuatro Potencias firmada en Moscú el 30 de octubre de 1943, para que, conforme a las disposiciones del párrafo 5 de esa Declaración, se celebren “consultas entre sí, y cuando a ello hubiere lugar, con otros miembros de la organización, a fin de acordar en nombre de esta la acción conjunta que fuere necesaria para mantener la paz y la seguridad internacionales”.

Sin embargo, dicho consejo no hizo absolutamente nada para garantizar la paz y evitar el genocidio que comenzó a tener efecto en Ucrania tras el golpe de Estado de 2014. Por el contrario, en su afán de extender el área de control de su influencia hacia el este, utilizando a la OTAN, Estados Unidos y Gran Bretaña no solo promovieron y organizaron el golpe de Estado de febrero de 2014, sino que apoyaron, armaron y financiaron al Gobierno ucraniano que emergió del golpe de Estado y que, violando todos los acuerdos previos que ellos mismos rubricaron para extirpar el fascismo y el nazismo, estimularon la presencia de formaciones nazis al interior del Gobierno, en particular de las Fuerzas Armadas, favoreciendo de esa manera el “libre desempeño” de organizaciones de extrema derecha que se crearon para perseguir, asesinar y exterminar a las minorías étnicas y religiosas del país, lo cual debió ser considerado una amenaza a la paz de acuerdo al artículo 39 de la carta de la ONU. Tales acciones, incluso, son violatorias del propio preámbulo del magno documento.

Uno podría preguntarse a qué nivel de degradación moral han llegado Estados Unidos y Gran Bretaña en su afán de dominio global para que, después de haber sido promotores y protagonistas de la lucha antifascista y antihitleriana en la Segunda Guerra Mundial, ahora hayan mutado en organizadores y financistas del fascismo y el nazismo, estimulando al Gobierno ucraniano para llevar adelante acciones que no difieren mucho de las que realizaron sus pares alemanes durante la Segunda Guerra. 

Sergio Rodríguez Gelfenstein | Twitter:@sergioro0701

 


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