Historia viva | El destino: libertad
16/10/2024.- Cuando a Simón Bolívar le confirieron el título del "Libertador" en 1813, en Mérida y Caracas, ni los cabildantes de la ciudad de Mérida, en los Andes venezolanos, ni los de Caracas, imaginaron que delante de ese nombramiento había —y hay— un pensamiento integrador de un continente. También, que las ideas políticas republicanas más avanzadas de la libertad de ese momento, en las lecturas, entre otros, de Benjamin Constant y de Montesquieu, fueron puestas en práctica por "el Libertador".
Aunque Bolívar ya le había dado la nombradía de Ejército Libertador, categoría popular que se oponía con fuerza a la del ejército realista, ese cuerpo militar estaba liderado por los ricos y mantuanos de Caracas y Bogotá, que fungieron de jefes. Las tropas, en su mayoría, las componían soldados del pueblo neogranadino.
Las lecturas que hizo Bolívar del Libro XI de El espíritu de las leyes, donde Montesquieu expuso su doctrina sobre "la libertad", eran analizadas por quien comenzaba a entender las contradicciones de una praxis equivocada, al no incluir el elemento central que podría convocar a los pueblos pobres por la liberación del esclavismo y la independencia. Jefes militares como Santander, de rancio abolengo bogotano, se negaban a cruzar el río para internarse en el territorio "inhóspito" de la libertad. Solo la lealtad de Rafael Urdaneta lo entendió y aquel ejército avanzó hacia el este; luego fue y vino del oeste del norte suramericano, y finalmente fue al sur total, a cumplir con la liberación profunda.
Sobre las mulas, cabalgando a paso franco y sereno, o recostado sobre su hamaca de campaña en los descansos, leyó con fruición sobre la libertad y detalló el pensar republicano francés, como Montesquieu cuando señaló: "Y para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada de otro", y
… la libertad política no consiste en hacer lo que uno quiera. En un Estado, es decir, en una sociedad en la que hay leyes, la libertad solo puede consistir en poder hacer lo que se debe querer y en no estar obligado a hacer lo que no se debe querer.
Esas ideas encontraron en Bolívar, su Estado Mayor y en el Ejército Libertador la razón y la poderosa fuerza de los pueblos de las costas, llanuras y de las cordilleras andinas, que trazaron las líneas futuras de los destinos de esta parte de la humanidad. Aún hoy, esta sigue a una espada bolivariana que urge de vigencia liberadora en las proyecciones diseñadas desde la visión bolivariana, mantenida en su ideario por los principios de la filosofía republicana expuesta en proclamas, cartas y otros documentos reveladores.
Esa llama libertadora había sido encendida por Alexandre Pétion en Haití, en un Caribe rebelde, hambriento de justicia para sus hijos pobres desde 1806, con la firme convicción de que no habría verdadera libertad si existía la esclavitud. Bolívar lo comprendió y le prometió al jefe militar haitiano alcanzar esas glorias para los pueblos negros sometidos al sur, y lo cumplió con las primeras resoluciones en 1816.
Sobre el concepto de libertad como categoría epistemológica y ontológica, se ha escrito tanto como lo hicieron los republicanos franceses, sustentados en la tradición filosófica griega, que fueron los argumentos que Bolívar instrumentalizó en la práctica política y sobre todo que proyectó como sino de los pueblos de Nuestra América y el Caribe. La libertad es la relación equilibrada y complementaria entre el sujeto histórico con la naturaleza y el sentido de la preservación humana, de la justicia y la razón de existir en un entorno social de bienestar.
Por otro lado, y en la otra acera, están las tergiversaciones y manipulaciones del discurso "libertario", que usa el concepto para engañar, como lo hace el liberalismo al señalar que luchan por la libertad del mercado. Los líderes del liberalismo tienen una narrativa vaga, confusa, aérea y abstracta, negadora del sentido epistemológico de la palabra libertad, cuando se refieren a esa categoría de relación mercantil que se entiende mejor como "libertinaje" para hacer lo que les da la gana.
Nadie mejor que Javier Milei para entender el engaño de los autonombrados "libertarios", en tanto que con él hay más ruido ensordecedor y la estridencia de un rockero desafinado que un líder reflexivo y racional. Milei es expresión del capitalismo caótico, cuando se autocalificó: "Yo soy un liberal libertario. Filosóficamente, soy un anarquista de mercado". Eso es un imposible, no existe esa categoría: el anarquismo como principio filosófico se contrapone a la propiedad privada, o sea, al mercado, y al Estado o a la autoridad. Decirlo es muestra de ignorancia o una conducta esquizoide. Recordemos que quien no quiere a su madre, difícilmente podrá querer a alguien, y que es un mentiroso especialista en engañar jóvenes.
La liberación social que acompaña las tesis socialistas de nuestro tiempo es herencia de un pensamiento revolucionario que tuvo en Marx y Engels sus mejores exponentes teóricos y que resultan como continuidad y ruptura dialéctica de los padres independentistas. No puede haber libertad e independencia sin la absoluta abolición del esclavismo, y ahora del capitalismo, del racismo y del fascismo.
Aldemaro Barrios Romero