Aquí les cuento | Una clase extraordinaria

24/10/2024.- El profesor más brillante que mujeres y hombres habían recibido en la universidad sería aquella persona que, invitada por el titular, compartiría la clase de ese miércoles, a las seis y treinta minutos de la tarde.

El profesor entró en la concurrida sesión que se iba a realizar en el auditorio de la universidad. Tres secciones completas acogerían, en acto solemne, al maestro, quien dejaría, en todos, la impronta de su sabiduría, para contribuir con su formación como profesionales en el área de la administración. Esta es una especialidad universitaria vital para la reconstrucción del país.

Grande era el esfuerzo realizado por la mayoría de los estudiantes. Todos trabajadores y trabajadoras, amas de casa, pequeños emprendedores; adultos todos, quienes provenían de la faena diaria de sus trabajos asalariados en diferentes lugares de la capital.

Los antecedentes del invitado, quien había dedicado su vida a la formación de tantos exitosos profesionales, eran conocidos por todos: doctor en varias disciplinas académicas y científicas, experto y excelente comunicador social.

Los estudiantes se pusieron de pie al recibirlo. Un apreciable número de ellos esgrimió sus teléfonos inteligentes y toda suerte de artificios tecnológicos para grabar sus expresiones y hasta el más mínimo de sus gestos. El resto de los alumnos sacó punta a sus lápices y se aprestó a anotar, en sus libretas, las palabras, inflexiones y ademanes del maestro.

Él les dijo: "¡Guarden todo! ¡Nada de eso será necesario!". Y agregó sonriente: "¡Hoy hablaremos del amor!".

Un suspiro colectivo se extendió por todo el recinto. Los recién llegados trocaron sus adustos rostros en plácidas sonrisas. El tiempo transcurrió desenfrenadamente, y en un instante llegó el cierre de la clase, dejando en todos la energía que propiciaría el regreso y el encuentro con un escalón más alto en la búsqueda de la excelencia.

No es usual cerrar las clases universitarias con aplausos, abrazos y besos de despedida, pero así ocurrió.

La exclamación fue unánime. Los estudiantes dijeron (ordenaron) al profesor de la cátedra de Administración, Héctor Aponte: "¡Profesor, tiene que invitarlo de nuevo!".

Y era que a las ocho y quince minutos del miércoles 19 de junio de 2024, en la sede de la Unexca, ubicada en la esquina de Camejo, había ocurrido un hecho extraordinario.

El invitado del momento fue Rubén Omar Wisotzky.

 

Aquiles Silva


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