Estoy almado | El tiempo no perdona

Una cosa es invocar al diablo y otra muy distinta es verlo venir

05/11/22.- Un motivo por el cual el país ha sufrido lamentables períodos de desestabilización política es porque la oposición (el antichavismo representado en partidos, poderes fácticos, grupos de choque y apologistas al golpismo) ha exigido que se adelanten elecciones; que se hagan lo antes posible, pues dicen que el país no aguanta los embates de la crisis actual (según corresponda la del momento, pues desde hace algún tiempo andamos de crisis en crisis). 

En el 2002, la oposición ejecutó un golpe de Estado, entre muchas razones, porque no podían esperar los próximos comicios presidenciales. Habían pasado apenas tres años desde que Chávez asumió en febrero de 1999. Superado el golpe, pidieron un referendo consultivo en 2003. Chávez propuso que el referendo fuera revocatorio, no consultivo, es decir que se hiciera a mitad de periodo presidencial, como lo indica la carta magna. En ese momento, la oposición argumentaba que no podían esperar tanto porque el país, decían, estaba al borde de una “guerra civil”. Lo decían quienes habían propiciado un escenario violento de preguerra.  

Cuando perdieron el referendo de 2004, la cuestión del tiempo perdió fuerza discursiva en ellos, pero luego resucitó con la etiqueta del fraude surgida en el 2005 (Ramos Allup) en los comicios parlamentarios. Se pedían elecciones inmediatas y además que fueran “transparentes”. Eso generó más desestabilización. Para entonces, decía aquel adeco, había que convocar a elecciones rápidamente para salir de la crisis. 

Desde ahí para acá casi toda la narrativa propagandística del antichavismo se ha configurado en el cortoplacismo, en la idea de que ellos arreglarán todo en poco tiempo, para lo cual siempre exigen adelanto electoral en casi todas sus peticiones en público y en privado. Es un discurso que el espectro antichavista lo ha mantenido vigente antes y después de cada elección. Solo basta revisar la historia.

En cada marcha del pasado, en cada consigna y mensaje desaforado, el tiempo siempre ha sido un fetichismo antichavista: “Elecciones ya”; antes: “Chávez vete ya”; ahora: “Maduro vete ya”. Siempre lo plantean como algo extremadamente urgente, pues alegan que el chavismo no puede seguir un día más en el poder. 

En el 2015, cuando la oposición ganó la Asamblea, le prometió a su electorado, ebrio de triunfalismo, que sacarían rápido a Maduro del poder y, por tanto, rápidamente convocarían a comicios presidenciales. En aquel entonces también decían que el país no aguantaba otro día más. 

En una mesa de negociación en el 2018 hubo la propuesta de adelantar elecciones. La oposición lo refrendó en privado, aunque en público lo negaron justo después de que Julio Borges (participante opositor de esa mesa) recibiera una llamada del Norte. Como consecuencia, la desestabilización se volvió a instalar en el país con desconocimientos a las instituciones y llamados a la violencia. 

Las primeras y últimas guarimbas convocadas tenían algo en común: se desmontaban si se convocaban elecciones presidenciales adelantadas. Incluso, esperaban ilusamente que Maduro renunciara  y, por supuesto, llamara a comicios presidenciales anticipados.

En el 2019 la premisa de elecciones adelantadas aún era punta de lanza para el antichavismo. En uno de sus mensajes para autojuramentarse en una plaza como “presidente” (porque, como comprenderán, no se podía esperar más tiempo, como por ejemplo, la mitad del periodo presidencial de Maduro para llamar a un eventual revocatorio), Guaidó llegó a decir que su objetivo era llamar a elecciones lo antes posible. En un año, “como mucho”, soltó. A la fecha, ya sabemos cómo esa aberración política llamada “gobierno interino” afectó la estabilidad nacional.  

De modo que el antichavismo ha sufrido desde siempre del síndrome de rapidez política en detrimento de la estabilidad que todos necesitamos para hacer país. Y lo han hecho porque parece que la prontitud es su divisa, andan siempre apurados, sobre todo para cambiar rápidamente el “régimen”, porque de otra forma no es posible, según dicen, sacar el país adelante.  

Sin embargo, ahora que tienen la oportunidad de participar en posibles elecciones adelantadas, les parece un sinsentido, casi un exabrupto o una barbarie antidemocrática. Incluso, piden que las próximas elecciones presidenciales se hagan al término del periodo constitucional.  

 El adelanto de elecciones que violentamente han pedido por más de 20 años mediante golpes, sanciones, bloqueos, guarimbas e intentos de invasión, hoy parece que no lo pueden asumir políticamente en la práctica. 

Mientras el PSUV dice que está preparado para participar electoralmente "mañana mismo", si fuera el caso, el antichavismo pide taima y juega a correr la arruga. Al parecer acaban de descubrir que una cosa es invocar al diablo y otra muy distinta es verlo venir. El tiempo no perdona.

Manuel Palma


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