“Priorizar el pensamiento por encima de la tecnología”
La economista Judith Valencia reflexiona respecto del Día del Estudiante Universitario
21/ 11/24.- La lucha estudiantil ha dejado huellas en la historia contemporánea de Venezuela. En el marco del Día del Estudiante Universitario, que se celebra este 21 de noviembre, como cada año, conversamos con Judith Valencia, reconocida académica, economista, graduada en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y profesora titular de la misma casa de estudios.
Antes de iniciar la entrevista comenzó a tejer una reflexión y narró parte de esas contiendas que protagonizó junto con sus semejantes: jóvenes de bachillerato que, con apenas 15 o 16 años, se alzaron contra un aparato represivo con el fin de conquistar los derechos que se les negaba: acceso a la educación universitaria.
Julio de 1956, fecha en la que “los estudiantes graduados de bachiller en los liceos de Venezuela invadimos la Ciudad Universitaria”. Así empezó su narración…
La Universidad Central de Venezuela (UCV), cerrada por Pérez Jiménez en 1951, fue mudada de San Francisco (hoy Palacio de las Academias) a la entonces recién inaugurada Ciudad Universitaria. En 1956, ya estaban construidas las dependencias centrales: Rectorado, Aula Magna, Sala de Conciertos, Biblioteca, Comedor, Residencias, Medicina, Hospital, Ingeniería, Humanidades.
Destacó que una “muchachada” de varios liceos del interior del país y del Fermín Toro y del Andrés Bello de Caracas “se fue juntando”. “Jugábamos hasta carnaval con agua... tiempos aquellos... y en las conversas comentábamos de política. No todos sabíamos desde dónde ni quiénes nos daban tareas”, rememoró con nostalgia en la mirada.
En medio de ese ambiente vibrante, surgieron actos de valentía y solidaridad: “Recuerdo la visita al Arzobispado Arias Blanco. Pedimos una entrevista como parejas casaderas y una vez, frente a él, le pedimos que hiciera una carta pidiendo la libertad de los presos políticos”, relata. Además los jóvenes se organizaban para esconder a los perseguidos, llevando y trayendo mensajes clandestinos.
“Las condiciones de estudio las regía la Ley de Universidades reformada por el Decreto 321 dictado por Pérez Jiménez en 1951”, explicó nuestra entrevistada. Dicha legislación imponía condiciones draconianas: exámenes eliminatorios, uniformes estrictos y un orden que parecía más propio de un cuartel que de un centro educativo.
“Muchachas en falda, muchachos con paltó. En el aula sentados en orden alfabético. Cosas hoy increíbles”, enfatizó alarmada.
Niños de entre 16 y 19 años, muchos de ellos hijos de luchadores políticos del pasado reciente, se encontraban en medio de un torbellino de ideas y emociones. En los liceos, mientras tanto, Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) operaban en la clandestinidad, tejiendo redes de resistencia entre jóvenes que eran herederos de luchadores sociales.
Los mayores, militantes del PCV, guiaban a sus compañeros en un camino lleno de incertidumbre. “La Juventud de AD nos dirigía. Así pasamos todo el periodo 1956-1957”.
El ambiente se tornó tenso cuando, en septiembre de 1957, la consigna fue clara: “¡Vamos a huelga para que caiga Pérez Jiménez!”. La estrategia era simple pero efectiva: un mensaje visual que resonaba en cada rincón del campus.
El día clave
Era jueves 21 de noviembre de 1957; el Santo y Seña había sido transmitido. Usarían frases como “Cuando por el vidrio de la puerta de tu salón se asome fulana…” En el caso de Judith, así fue como ‘Julieta Combina’, apareció en escena, marcando el inicio de una jornada que cambiaría el rumbo de la historia: “ese es el día...y así fue”.
Aproximadamente a las 10 de la noche “salimos, y en la puerta de Humanidades, hacia Ingeniería, venían los otros (estudiantes) marchando. Pérez, el jefe de bedeles, trató de cerrar las puertas y más pudo la marcha”, resaltó Valencia.
Marcharon hasta la Escuela Técnica, hoy Facultad de Ciencias, entraron a la Biblioteca donde tenía lugar un Congreso de Cardiología. La muchachada bajó el tricolor nacional de la asta en un acto simbólico que desbordó el espíritu rebelde de aquellos estudiantes.
Cuando salían hacia Plaza Venezuela se enteraron del plan de represión del régimen. Muchos regresaron, entre ellos Judith; y otros continuaron para encontrarse con los gases lacrimógenos, los peinallazos, y la policía militar, dispuesta a sofocar la protesta.
“Yo regresé. A los días me enteré que la orden a los dirigentes era de salir”, Judith, sin embargo, cuenta que parte de la muchachada se quedó en el comedor de la universidad. “Estábamos en el comedor a las seis de la tarde cuando entró la Policía Militar y formó filas frente al Rectorado”, acentuó.
El entonces rector Espósito Jiménez, los recibió, y los estudiantes entre el miedo y la valentía, cantaron el Himno nacional. Algunos salieron del recinto caminando, no obstante, los padres al enterarse de los acontecimientos fueron a buscar a sus hijos e hijas en el lugar. Así terminó un día, pero no la lucha.
Luego llegó la noticia del cierre inminente de la UCV. Aquello fue un balde de agua fría: “todos los estudiantes que ingresaran a la universidad el lunes 25 de noviembre, serían detenidos”. Sus puertas se mantuvieron cerradas hasta principios de 1958.
Los ecos de aquel 21 de noviembre aún resuenan en las paredes de la Ciudad Universitaria. Ese día se convirtió en una fecha para recordar a quienes asumieron la responsabilidad de un futuro mejor.
Ecos en la Ciudad Universitaria
Un aire de cambio y esperanza, tras los acontecimientos de aquel día de 1957, se respiraba en la UCV y en otras universidades del país, tras los acontecimientos de aquel día de 1957. Judith continuó su relato, mientras permanecíamos atentos, porque más allá de las lecturas que hemos realizado sobre el tema, escucharlo de una voz protagonista nos mantenía absortos.
Tras años de represión y control el país comenzaba a emerger de las sombras de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Las y los jóvenes militantes de AD y del PCV estaban decididos a llenar con su voz y su lucha.
“Seguimos militando juntos. Para diciembre (Rómulo) Betancourt y (Wolfgang) Larrazábal estaban en campaña electoral”, contó.
El 5 de diciembre, en un acto que resonaría en la memoria histórica del país, Edgar Sanabria, profesor de la UCV y encargado de la Presidencia, proclamó la Ley de Universidades. Esta ley fue elaborada por una comisión de académicos que había resistido al Decreto 321, representaba un hito fundamental en la lucha por la autonomía universitaria.
La proclamación de la libertad de cátedra era una de las máximas de la nueva legislación y fue recibida con alegría por los estudiantes, quienes habían hecho suya la causa de la autonomía universitaria. “La fuerza del movimiento estudiantil ucevista hace suya la ley y blinda el espacio de la Ciudad Universitaria... ¡AQUí NO ENTRA LA POLICÍA!”, señala Judith.
El regreso de muchos estudiantes expulsados en 1951 fue un símbolo del renacer de un movimiento que había permanecido latente. Las elecciones para diputados en 1958 vieron el triunfo de militantes del PCV y AD, que, en abril de 1960, fundarían el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Sin embargo, ellos “permanecieron como diputados hasta octubre de 1963”, recuerda nuestra entrevistada, que continúa agregando que debido a la ilegalidad del PCV y del MIR sus miembros “son expulsados de la universidad y apresados”.
Represiones al movimiento estudiantil
Pronto el movimiento estudiantil se enfrentó a las políticas del gobierno de Rómulo Betancourt, cuyas decisiones empezaron a generar descontento entre los jóvenes. La Ciudad Universitaria pasó a ser uno de los principales frentes de lucha.
Entretanto, desde las sombras, líderes como Domingo Alberto Rangel y Simón Sáez Mérida se mantenían activos, guiando a sus compañeros en tiempos inciertos. La historia se repetía; desde la Generación del 28 hasta las huelgas universitarias de 1951.
“En un país rural y analfabeto, fueron los estudiantes la fuerza de combate contra la oligarquía Ilustrada traidora de 1830, la de 1908, donde los otros combatientes los lideró Zamora en tiempo de caudillos”, expresó Judith entre la rabia y la nostalgia.
Sin embargo, el contexto político continuaba cambiando. A medida que avanzaba la década de los 60, el gobierno de Betancourt intentó establecer un control más estricto sobre el movimiento estudiantil.
La fragmentación comenzó a asomarse en el horizonte. La Reforma de la Ley de Universidades aprobada por el Congreso Nacional el 19 de agosto de 1970 fue un intento más por parte del gobierno de Caldera para atomizar la fuerza estudiantil. El Consejo Universitario, bajo el liderazgo del rector Jesús María Bianco, desacató esta reforma, lo que llevó al allanamiento y ocupación militar del recinto universitario el 25 de octubre de 1970.
La UCV cerró sus puertas durante dos años, un período en el que el movimiento estudiantil se fragmentó políticamente. Las divisiones surgieron entre el PCV y el MIR, dando paso a nuevos frentes legales como Ruptura, Liga Socialista y otros.
El eurocomunismo comenzó a cuestionar las viejas lealtades hacia la Unión Soviética, mientras que la congelación de sueldos y salarios provocaba una diáspora entre docentes e investigadores.
A finales de los años 70, lo que había sido un fuerte movimiento estudiantil se convirtió en una lucha por el presupuesto. Las voces que antes clamaban por libertad y justicia se veían ahora reducidas a demandas económicas.
“En las décadas de los 60, 70 y 80, los gobiernos elaboraron estrategias políticas de contrainsurgencia, que infiltraron, socavaron, desviaron al movimiento estudiantil. Por no entenderlas quedamos para pedir presupuesto. Quedamos pidiendo cacao, expresión de mi tiempo… Desaparece el piso que sostiene y nutre el combate”, con esta reflexión Judith concluyó el relato que nos trasladó a parte de la historia que muchos jóvenes desconocen.
La juventud debe escuchar al mundo
En el marco de un hito que nos encuentra cada año con la historia de las luchas universitarias, nuestra interlocutora envió un mensaje a la generación de jóvenes que hoy gozan de los derechos que las generaciones que le antecedieron pudieron conquistar para la construcción de una Venezuela próspera.
“La Gran Misión Venezuela Joven debe priorizar el pensamiento por encima de la tecnología. Eso quiere decir, no permitir que se apoderen de sus cuerpos, ser libres. Pero si no entienden que la contrarrevolución tiene una estrategia intencional de exterminio y al entenderla no elaboran políticas de contraataque quedan como bambalinas. No se trata de pasar a la ofensiva por un mundo mejor. La estrategia por un mundo libre y soberano es la ruta trazada por el Proceso Constituyente Bolivariano. El joven militante debe hacer suyas todas las políticas de las misiones y grandes misiones. Conocerlas, practicarlas difundirlas, contagiarlas. ¡Hacerse de carne y hueso! ¡No plástico! El mundo hay que conocerlo escucharlo, verlo, saber por dónde se despliega y galopar con el ALBA, PETROCARIBE, BRICS. Leer, saber y trabajo”.
RICARDO ROMERO ROMERO / CIUDAD CCS / CORTESÍA DE GRAN MISIÓN VENEZUELA JOVEN