Parroquia adentro | ¿Quieres empatarte conmigo?
Formas de declararse en los años 70, 80 e inicios de los 90
09/11/22.- Aunque nadie puede definir en qué momento de la historia se iniciaron las declaraciones de amor, soy testigo que en nuestro país en los años 70, 80 e iniciados los 90, el término utilizado por muchos “chamos” para proponer una relación amorosa fue el de “pedir empate”.
Los jóvenes de ahora no pueden creer que en esa época hacer la propuesta de entablar una relación sentimental era un acto unidireccional, es decir, por lo general era el chico quien se las jugaba en “pedir empate”. Con el tiempo también las muchachas empezaron a manifestar su atracción, pero no era lo común.
Se podía presumir que la joven sentía igual o más atracción por el muchacho, pero si este no se arriesgaba a “pedir empate”, no podía tocarle, ni siquiera, el dedo meñique.
La declaración sentimental siempre ha sido un acto de valientes, en especial si se tiene incertidumbre ante la posible repuesta de la pretendida, peero algunos de nosotros dominábamos ciertas coartadas para abordar a esa niña del salón o a aquella vecinita agraciada del edificio.
Como era lógico, ante todo era mandatorio iniciar con una buena amistad. Por ejemplo, en mi liceo publicaban las listas de los estudiantes por secciones, así como el respectivo horario de clases, este último era transcrito con discreción en mi cuaderno y desde entonces se iniciaban seguidos encuentros casuales en los salones de clases, pasillos y patio. Recuerdo que al repicar las campanas de la iglesia a las seis de la tarde, iniciaba el retorno de las colegialas a sus vecindarios, otra oportunidad para provocar un “encuentro accidental” en el ascensor, a pesar de que yo vivía en el primer piso.
Al pasar el tiempo, en los mejores casos, podíamos observar que el interés crecía, pero nunca era suficiente como para poder afirmar con seguridad que nuestra amiga quería ir a al siguiente nivel. Había llegado el momento de “pedir el empate”.
A pesar de que las declaraciones de amor eran realizadas de manera frontal a la candidata, otras veces se utilizaban medios escritos o a través de intermediarios.
En el caso de la declaración presencial, generalmente, se le dirigía a ella haciendo uso del estilo Travolta en su película Grease: “Oye, tenemos que hablar”, proposición que determinaría en algunos casos si prosperaría la relación o no, pues si la cortejada manifestaba aceptar la conversación, la posibilidad de éxito en ser correspondido estaba a la vista. También tengo que reconocer que algunas veces me aceptaron la propuesta de conversación, pero sospecho que las muchachas lo hicieron para practicar sus técnicas de como mandarlo a uno para el carajo, ejemplo de ello eran las respuestas como: “Te quiero como un amigo” o “te quiero como un hermano”, o peor aún: “Te quiero como un hermanito”; por lo que uno pensaba: "¡No me jodas!".
Otras eran más crueles, pues se reservaban un tiempo prolongado de espera para otorgar la respuesta, decían: “Debo consultarlo este fin de semana con mi almohada”, obvio que dicha almohada era su mamá o su mejor amiga. Recuerdo a una que me dijo que me lo diría en octubre, en el día de mi cumpleaños, cuando mi declaración había sido en abril, por fortuna me respondió con una besito en la boca.
Escoger un buen lugar para pedir empate también estaba en la agenda. Recuerdo que muchos invitábamos a nuestra amiga a la Feria del Centro Ciudad Comercial Tamanaco, mejor conocido como el CCCT o, simplemente, como el CC, único lugar en ese entonces, donde se podían degustar las exclusivas donuts.
En vista que pedir empate era de valientes, muchos optaban por enviar un mensaje en una hoja de papel, donde se escribía: "¿Quieres empatarte conmigo?", seguida la lista de opciones a escoger: "Sí", "No" o "Tal vez". Debo confesar que fui testigo de muchos de esos papelitos caer como papelillo en la cabeza del cobarde remitente.
Otra vía para manifestar el deseo de fundar una relación sentimental era mediante el favor de terceros, generalmente estas embajadoras eran la hermana o la mejor amiga de nuestra anhelada. En mi caso tuve que gastar mucho en chucherías para establecer amistad con estas voceras del amor, quienes podían enviar mi propuesta de manera directa. Esta técnica era justificada cuando a la vecina no la dejaban salir de casa. Para sorpresa de muchos, en algunos casos, la intermediaria te decía “Dice mi hermana que no está interesada en ti, pero yo sí, ¿oíste?”.
Recuerdo que existían ciertas máximas necesarias por evitar en una declaración de amor, una de ellas era la impersonal decisión de pedir empate por teléfono. Tampoco era recomendable pedir empate en el cine, pues en caso de recibir una respuesta negativa, debías esperar hora y media para salir de tan embarazosa situación.
Tengo especial recuerdo de una declaración que protagonicé algún día de enero de 1985, teniendo yo 14 años de edad, luego de ensayar mi tono de voz en el Walkman de mi padre, usar su colonia Paco Rabanne y peinarme con la popular crema Brylcream; asistí a la cita acordada en un parque. Luego de esperar media hora bajo el sol, empezó la crema a derretirse en mi frente como si se tratara de la grasa residual de un sartén, para desgracia en ese preciso instante llega ella y me pregunta: "¿Estas sudando, acaso estas nervioso?" por lo que sin perder tiempo y demostrar la seguridad en mí, luego de algunos argumentos, le pregunté: "¿Quieres empatarte conmigo?" por lo que me respondió: “Mira, yo estoy buscando a chicos de 18 años, ya que yo estoy para que me críen, mas no para criar”, ¡tremendo tablazo! Dígame usted, ¿cómo alguien de 18 años puede criar a alguien de 15?
Por último, me pregunto: ¿Cuál sería la versión femenina de esta historia?
Gabriel Torrealba Sanoja |
Julio González Chacín † |
parroquiadentro@gmail.com