Historia viva | Reto para entender el mañana

22/01/2025.- Una nota editorial del portal histórico del Departamento de Estado norteamericano evoca los tiempos de las relaciones políticas entre Estados Unidos y Venezuela entre 1958 y 1960. La misma da cuenta de matrices políticas interesantes que ese país ha usado para reconocer cómo nos relacionamos no solo Venezuela, sino el resto de nuestra América y el Caribe. Hoy las revisamos para entender el presente geopolítico de América, pues puede darnos algunas luces para la prospectiva histórica de esas relaciones.

La primera señala que Estados Unidos,

[que] había mantenido relaciones amistosas con Venezuela durante el período de Pérez [Jiménez], reconoció rápidamente al nuevo gobierno interino (Larrazabal 1958-59), con el argumento de que tenía pleno control de la maquinaria gubernamental, disfrutaba de un amplio apoyo popular y militar y se había comprometido a celebrar elecciones libres lo antes posible.

Si a estas frases les colocamos las aspiraciones de los gobiernos de Estados Unidos desde 1999 hasta nuestros días sobre los asuntos de Venezuela, nos permite reconocer que ese país nunca ha mantenido "relaciones amistosas" que pudieran implicar reciprocidad o complementariedad con ninguno de los países de nuestra América. La marca siempre ha sido relaciones de negocios con ventajas notables, violencia, amenazas, chantajes y uso de la fuerza de manera extravagante. Para ellos, los "acuerdos" con nuestra región, siempre han sido de beneficios estrafalarios a favor de Estados Unidos. Nunca, ni siquiera hoy, cuando Venezuela ha demandado mejores condiciones en la venta de su principal fuente de exportación, ha tenido proporcionalidad, a pesar del superávit de más de quinientos millones de dólares alcanzados por venta de petróleo a EE. UU. en 2024 (VenAmCham). Ya hemos visto cuál ha sido el comportamiento político de esa nación con respecto a la patria de Bolívar.

En veinticinco años (1999-2025) del siglo XXI, seis gobiernos de EE. UU. han mantenido hostilidades continuas contra todo aquel Estado o gobierno en la región que subvierta esa condición de dominación. Inmediatamente, establecen medidas coercitivas, embargos y robos descarados, como lo han hecho con Venezuela. Me pregunto por qué tienen que cambiar el comportamiento con un nuevo gobierno del norte, como lo ha señalado Donald Trump, quien propone hacer a su país "grande otra vez".

Pero demos fe a la duda y pensemos que eso cambiaría. El Departamento de Estado sabe que no tienen control en la maquinaria gubernamental ni militar de Venezuela, Cuba ni Nicaragua, y que reserva dudas en Colombia y México. Y como lo señaló recientemente Luis Britto García en el Seminario sobre la Paz realizado en el Celarg, cuando indicó que en la mayoría de los países nuestroamericanos, EE. UU. tiene control militar sobre los ejércitos nacionales y que ante la supremacía de la diplomacia militar en la región, las corporaciones militares nacionales juegan un papel auxiliar o secundario. Pregunten en Ecuador, Colombia o Panamá, El Salvador o República Dominicana, donde las bases militares estadounidenses se comportan como Estado de dominó, salvo en el enclave de Guantánamo, donde no han podido penetrar ni un centímetro de territorio cubano, ni física ni moralmente.

A EE. UU. le conviene sembrar enfrentamientos entre los pueblos de América y no dudaría ni un segundo en hacerlo entre Colombia y Venezuela. Un indicio peligroso para la paz total en la región ocurre en el Catatumbo colombiano, zona de frontera con Venezuela. No hay dudas de una injerencia norteamericana a través del narcotráfico, que inyecta mucho dinero a grupos paramilitares que necesitan mantener las rutas de extracción de narcóticos hacia Europa y Estados Unidos. Si es verdad que el ELN está involucrado en esa violencia, ponemos dudas sobre esa situación, porque estarían haciéndole el juego a EE. UU. al desestabilizar la región.

Estados Unidos, como ayer, cuando fue receptor del exiliado Marcos Pérez Jiménez (1958), hoy sigue siendo receptor de "exiliados" —entrecomillados, es decir, delincuentes— que, como Juan Guaidó, tienen licencia para dictar clases en universidades de Florida. ¿Qué materias pueden ofrecer un delincuente? Serán las de robo de activos públicos a gobiernos soberanos, hurto o atraco de recursos de pueblos dignos, uso de la delincuencia común en "gestión política", porque ¿qué otra cosa sabe hacer un malhechor?

Estados Unidos aprobó el gobierno de Betancourt (1958-63); así lo señala la nota editorial. "El apoyo se profundizó a medida que Betancourt emergía gradualmente como líder de la izquierda anticomunista en América Latina y, por lo tanto, como un contrapeso sólido potencial para la marcha constante hacia la izquierda del gobierno de Castro". Entiéndase, que para "sostener" un gobierno en América Latina, este debía ser aprobado por Estados Unidos. Olvídense del voto popular, de elecciones libres y democráticas, ni de pendejadas sobre la libertad. No. Debía ser aprobado por Estados Unidos de América.

Cuando en 1958 la Junta de Gobierno que presidió Wolfgang Larrazábal, o el gobierno interino, aumentó

… los impuestos al petróleo (28% al 47%), esta medida tuvo implicaciones mundiales porque efectivamente excedió la división 50-50 de los ingresos entre el país anfitrión y las compañías petroleras internacionales, que se había convertido en la norma desde finales de la década de 1940. Aunque Estados Unidos protestó enérgicamente, ni el gobierno interino ni Betancourt rescindieron la medida.

La respuesta la ofrece la nota histórica del Departamento de Estado:

… en marzo de 1959, el presidente Eisenhower, mediante una orden ejecutiva, hizo obligatorio un programa de control de las importaciones de petróleo, que antes era voluntario. Esta medida fue el resultado de una menor demanda mundial de petróleo y fue un intento de proteger los intereses de los productores nacionales de Estados Unidos.

Lo mismo que ayer con Eisenhower, ahora el nuevo gobierno de EE. UU. con Trump no escatimará en "proteger" y establecer nuevos aranceles para la importación petrolera. Así lo dejó ver en Washington el domingo 19 de enero de 2025, cuando señaló que promoverá la perforación petrolera en las fronteras de Estados Unidos. No sabemos si él sabe que la frontera sur de su país termina en el río Bravo en Texas, en el canal de Panamá, en Maracaibo o en la Patagonia, según el discurso de Donald Trump y su destino providencial divino.

En fin, no esperemos milagros en el nuevo escenario geopolítico de Estados Unidos, sino que en la medida que diversifiquemos y ampliemos nuestros horizontes de paz, justicia social y diálogos geoeconómicos múltiples posibles, estaremos asegurando la oportunidad de alcanzar el objetivo de la estabilidad, la felicidad y seguridad social posible, como lo dijo Bolívar.

 

Aldemaro Barrios Romero


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