Vitrina de nimiedades | El (re)encuentro con la ciencia

22/02/2025.- No están incluidas en las leyendas de espantos venezolanos, pero su fama de espectro ha sido bien cultivada. Decir "las tres Marías", la tríada integrada por Física, Química y Matemáticas, es decretar un período de sufrimiento para los estudiantes venezolanos y, por ende, para su familia. No es gratuito: el temor al estudio de estas disciplinas acompaña a generaciones completas —unidas en un temor, fundado o no, según la experiencia de cada uno—, al punto de convertirse en un termómetro de valentía académica. Todavía hay quien asegura que el extinto bachillerato en Humanidades era para aquellos que no podían lidiar con la tabla periódica. Pero detrás de ese miedo, realmente se esconde todo un imaginario sobre el mundo científico, que urge ser derrumbado.

Podríamos pensar que los primeros culpables están en las aulas de clase, porque el interés por la ciencia es supuestamente tarea de profesores y laboratorios. Sin embargo, un buen docente siempre nos advertirá que en realidad la ciencia está en la vida. Quien escribe esto, una más de la legión de bachilleres en Humanidades, aún recuerda la prueba final de su único curso de Química. Era tan simple como reveladora: solo tocaba elaborar una torta, un jugo, una crema corporal, unas galletas o cualquier otro producto. En esas "banalidades", los estudiantes debían demostrar el manejo de unidades de medida, la comprensión de reacciones químicas y las propiedades de cada ingrediente empleado, entre otros aprendizajes.

La presentación de los productos fue la mejor clase del curso. El profesor explicó que una rama o tres hojitas de laurel no eran unidades de medida, que el proceso químico para elaborar un jugo en una fábrica no era el mismo que cualquier mortal aplicaría al hacer un batido en casa, y por qué la crema corporal presentada por un grupo no tenía la misma consistencia que una marca comercial. Nos decía a su modo: "Todos somos científicos", como seguramente lo hizo con generaciones enteras. No sabemos cuántos lo habrán entendido de verdad.

Esta historia es apenas una experiencia dentro de la realidad de la historia de la educación científica. No pretende soslayar las dificultades existentes, pero sí la necesidad de romper con el halo indescifrable de los científicos. Pasa por derribar la subestimación que pone en un escalón superior a las "ciencias duras", coloca el hecho científico como un asunto de élites y nos niega el derecho a entender el mundo en el que vivimos.

Derrumbar todos estos prejuicios pasa por (re)encontrarnos con la ciencia desde nuestras propias posibilidades, avances y potencialidades; creer en nuestras habilidades. Toca descubrir nuestros propios avances, nuestros referentes y baluartes.

En ese desafío, Humberto Fernández-Morán, cuyo valor se reivindica hoy con distintas iniciativas, no solo nos demuestra nuestro potencial; también nos convoca a sentir nuestra patria con orgullo, dignidad y sentido de justicia. Si aún no ha visto el documental estrenado el 18 de febrero sobre la vida de este zuliano, aproveche la primera oportunidad para hacerlo. ¡La ciencia es nuestra!

 

Rosa E. Pellegrino


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