Palabras... | Amor platónico

17/04/2025.- Nunca pude decirle, desde la primaria, que la amaba. Quise invitarla a pasear con mi perro Regalo, llevarla a ver la grama verde y las rosas rojas del jardín de Don Pompilio, mirar las vidrieras de los comercios de la avenida 20, los pollos sudar el vidrio en los asaderos de la avenida Vargas, y ver cómo se reflejaba el sol tornasolado en los parabrisas de los vehículos último modelo, en el concesionario de la 21. O finalmente, mirar en los afiches del cine los protagonistas de las nuevas películas besando a una mujer, cayéndose a tiros con el enemigo o dándole una patada en el estómago al pendenciero de turno. Pudo más el temor, todas esas ideas maravillosas se desvanecieron con los años. Un día soñé que había comprado la casa de Don Pompilio, el asadero de pollos, el concesionario de la 21 y el cine de la Casa Sindical. Ella igual no apareció. Y sentí en el mismo sueño, que si Ella hubiese aparecido a mi lado, ya no sería el mismo amor con que nos miramos pobremente aquella vez en la ventana, cuando íbamos a jugar béisbol contra el equipo de la pandilla de la calle 40 sin siquiera haber comido un pedazo de arepa y queso rallado con el rallo hecho de latas de sardinas inventado por las manos del albañil Ramón Vásquez. Sobre todo nosotros, aquellos diez, que solo comíamos carne cuando nos mordíamos la lengua. Porque una cosa es comprar el amor, y otra lograr realizar el sueño de lo que se ama.

Hoy, estando tan lejos, he sabido que ha fallecido Iraima. El dolor no cabe por el roto que se ha hecho, en el pecho. En este corazón tan grande, como la hendidura de la tierra donde se juntan las aguas de este mar que miro, nada es superior a la doledumbre de esta tristura.

Sea leve este fósil que te vuela. Esta fosa vacía en mí, se mide en universo.

Escrito el 16 de abril, 2025

Oceano Atlántico, Camper, Bretania, Francia

Carlos Angulo

 


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