Retina | Ilusión mundialista
Mientras unas decenas logran contratos, miles y miles son desechados
28/11/22.- La forma más eficaz de propaganda del capitalismo es la infundada esperanza de que cualquiera puede hacerse millonario. Con base en esta ilusión, millones de personas sospechan que las ideas de izquierda le van a impedir que logre ese sueño fantasioso, pero denso, que no les deja percibir que las cifras estadísticas indican que su esperanza es improbable.
El campeonato Mundial de Fútbol es uno de los engranajes de la maquinaria que proyecta esta ilusión. No son raros los relatos de los jugadores que, desde posiciones de profunda pobreza, ayudados y comprendidos por sus padres, han luchado contra grandes adversidades hasta lograr un puesto en el seleccionado y vestir la camiseta del país injusto donde tuvieron que crecer. Lo de injusto lo digo yo, eso no se va a contar en el relato de éxito.
No se trata de que estas historias no sean reales, lo son. No ocurre solo en el fútbol. La máquina de ilusión tiene diversas variantes además de la FIFA. También pasa en baloncesto, beisbol y en otras disciplinas y espectáculos.
Hay algunos, unos pocos, que lo logran, pero no se sabe nada, o casi nada, de los millones que no lo lograron. Es así en todo el planeta, pero supongo que es más dramático en América Latina, con énfasis especial en algunos países. Miles de familias y miles de niños dedican a veces dos décadas de vida y recursos para educar a un proyecto de crack. Los cupos son pocos. Tiburones dedicados al negocio de reconocerlos, seducirlos y venderlos, merodean por las canchas donde los niños no saben si están jugando o trabajando. Unas decenas logran contratos. Miles y miles son desechados.
Las prácticas que se realizan en esas operaciones de captura de talentos implican fraudes, adulteración de documentos de identidad y hasta engaños para lograr contratos más baratos con deportistas de alta calidad.
También ocurre en las fábricas de misses. Cientos de niñas, con ayuda de sus familias, dedican años de trabajo a producir su belleza para competir por los muy pocos puestos que podrían significar una mejoría en su vida.
Las personas sobrevivientes de esta maquinaria de moler gente, sirven de modelos para vendernos la ilusión de que es una oportunidad que existe para todas las personas. Nos advierten, eso sí, que requiere el más alto sacrificio de quien quiere triunfar y, también, el de toda su familia.
Se obvia el hecho de que el punto de partida, la pobreza, sea la prueba de que la historia transcurre en un contexto de evidente injusticia social.
Del Mundial, o sobre el Mundial, no nos cuentan de los multimillonarios negocios que se materializan en el contexto de la competencia. En su fastuosidad, nos crean la falsa percepción de que es natural que la gente que se sacrifica logre un éxito deportivo, traducido y expresado en enormes ingresos económicos.
Lo más grave es que nos presentan como un detalle menor, como una cosa natural, que los jugadores hayan partido desde la miseria, como si esa miseria fuera natural y no el resultado de sociedades injustas. Casi que nos hacen desear que haya más miseria para que haya mejores jugadores.
Freddy Fernández