Los ojos de la memoria
La torre olvidada
01/12/22.- Erguida, a duras penas, sobre la avenida Andrés Bello, se observa el presuntuoso esqueleto de vidrios y hierros de la Torre Confinanzas. Es como un bolero nostálgico de lo que pudo haber sido y no fue. Es como una anciana ex miss universo que padece de cáncer terminal y se acaba de realizar una cirugía estética y que se solaza recordando su pasado glorioso entre flashes, luces y aplausos atronadores. Es, en fin, un gigantesco paquidermo cuyo pútrido cadáver fue invadido, ya no por los carroñeros naturales sino por cientos de desesperados seres humanos carentes de una vivienda digna y privados de los más elementales derechos, quienes en ingenioso atrevimiento ocuparon y transformaron el diseño original de reputados arquitectos e ingenieros que construyeron, a medio terminar, la petulante torre.
Para ellos “el cielo era el límite” y la edificación se erguiría retadora, petulante y fálica: la mía es más grande que la tuya, hasta alcanzar las nubes, si fuera posible, como el emblema de la decadente plutocracia venezolana del siglo XX y como modelo del país que esta quiso imponernos.
Pero todo se derrumbó: se lo llevó el huracán económico producido por la grave crisis bancaria del año 94, cuando los banqueros dilapidaron el dinero de los ahorristas y desaparecieron el subsidio que les otorgó el gobierno para reponerlos ¿Y el queso que había en la mesa? Junto con los bancos intervenidos también sucumbieron cientos de empresas de los “ricos bobos”, débiles, atrasados tecnológicamente, importadoras de chatarra o simples ensambladoras arrasadas por la ventolera financiera.
Por estos hechos no hubo ni un chinito preso que, como en la crisis bancaria del 83, sirviera de magro consuelo. Eso sí: las pérdidas fueron repartidas equitativamente entre las víctimas, es decir, todo el pueblo venezolano que tuvo que absorber con más privaciones las consecuencias del monstruoso robo.
A los dueños del acerado amasijo les quedó suficiente dinero como para bien pagar a plumarios, cagatintas o escribanos de fina pluma para que construyeran una metáfora sobre la efectividad y perversidad de dos modelos: el fraudulento de sus mandantes y el ruinoso, según ellos de Chávez, a quien involucraron tramposamente con el fracaso de la construcción del edificio alterando los hechos y los tiempos para fabricar un relato falso donde este, Chávez, cargaría, finalmente, con la ruina del faraónico proyecto. Poniendo los ranchos aéreos que llegaron hasta la cúpula en el posmoderno rediseño que hicieron sus ocupantes como evidencia irrefutable de la miseria que generaba el chavismo.
Los truculentos plumarios le dieron un toque bíblico al armatoste motejándola como “La Torre de David” por el nombre de su dueño, David Brillembourg y hasta llegaron a ganar premios internacionales con su infamación.
Unos años después y también después de muchas muertes ocurridas en la arriesgada empresa de transformar el esperpento ese en algo socialmente útil, vino el gobierno de Maduro y acometió la tarea de desalojarla, de manera organizada y con sentido humanitario; dándole a sus moradores viviendas decentes y acogedoras y con ello la oportunidad de una casa digna en cómodos urbanismos que ya cuentan con casi 5 millones de viviendas que no se hubieran construido si no se evita la aprobación de la ley Borges quien, descaradamente, descalificó la Misión Vivienda como la misión maqueta y con dicha ley estuvo cocinando un enorme guiso con la banca ¿y qué pasó después? Que los cagatintas y sus propietarios hicieron mutis, pero un silencio imposible ante tan gigantesca empresa.
El gobierno ejecutor de la solución, también hizo, extrañamente, silencio. Pero allí está la solitaria y ruinosa torre hablando con el viento y manoteando las nubes para convencerlas de su falso esplendor o de lo que pudo haber sido y no fue.
Recientemente hubo un conato o reintento de algunos grupos, de repoblar la torre, pero fueron detenidos, afortunadamente, no solo para impedir el desarrollo de otro ultramoderno diseño popular sino la realización de otra patraña con el propósito de desacreditar al gobierno.
FRANCISCO AGUANA MARTÍNEZ fcoaguana@gmail.com