Punto de quiebre | El caso de Geraldine
No pudo soportar el asesinato de su hija y la tristura se lo llevó en quince días
06/12/22.- Los asesinos de Geraldine, quien tenía solo dieciséis años de edad, fueron condenados a 30 y 25 años de cárcel
El pobre hombre murió poco después de que le asesinaran a su hija. Dicen que lo mató la tristura, que lo fue secando por dentro. Siempre quise que mi Geral practicara defensa personal, o se metiera a boxeadora, pero mi mujer siempre me regañaba, porque me decía que esas eran vainas de hombres y la niña se iba a convertir en machita. Lo que son las vainas, a lo mejor no se hubiera dejar joder, dijo poco antes de morir, como conversando con el techo.
Le dolió que la asesinaran, pero más le partió el alma la forma cómo lo hicieron y lo que más lo atormentaba es que él ya no tenía fuerzas para salir a buscar a los responsables para hacerlos pagar por el crimen, ese crimen que, él sentía, se lo estaba llevando a él también. De hecho, dejó de comer en los últimos días. Decía que el problema es que la comida no le pasaba. Le hacían sopitas y apenas si las probaba. Agua casi no tomaba tampoco, decía que le daba náuseas, unas náuseas tan tremendas que le hacían recordar las que le dieron cuando la muerte de su pequeña.
Menos mal, al final del camino, se hizo justicia. A lo mejor influyó la presión mediática, pues hubo manipulaciones y saboteos para postergar la decisión judicial. El respaldo de las organizaciones feministas fue determinante, así como las nuevas leyes. Lo cierto es que el principal responsable del asesinato de su hija fue condenado a treinta años de prisión. Y sus tres colaboradores deberán pasar veinticinco años tras las rejas.
Pero él no tuvo tiempo de ver el final, hacía mucho que ya lo habían sepultado.
Geraldine
En aquellos días friolentos del mes de enero el pueblo merideño estaba consternado por el asesinato de una muchachita de apenas nueve años de edad, por lo que la noticia del asesinato de Geraldine Quintero, una jovencita que estaba a punto de graduarse de bachillerato, de dieciséis años de edad, se convirtió en la gota que derramó el vaso. La gente clamaba justicia y poner fin a la violencia contra la mujer, que los asesinos fuese capturados.
La pareja venía confrontando problemas porque José Gregorio Andrade, quien le llevaba cinco años, era demasiado celoso y la quería tener hipercontrolada. Un día ella se hartó y decidió poner fin a todo aquello. Se sentía acosada, acorralada, presa. Él la citó aquel fatídico día, supuestamente para venderle 10 dólares y ella confiada acudió a la cita, pero no había divisas y la idea de él era insistir en retomar la relación. La discusión entró el calor y él, sin más no más, sacó una pistola que le había prestado un amigo y le metió tres tiros.
De inmediato salió a buscar a unos amigos para deshacerse del cadáver y al poco rato volvió con Cristián Delgadillo, Robert Arias (ambos de 19 años) y con Honeiber Díaz Sánchez, quien tenía 20 años y era quien le había prestado la pistola. Trajeron con ellos una maleta y allí metieron a la infortunada Geraldine.
Entre todos cargaron la maleta hasta una zona de matorrales, donde la sacaron y, en ese instante, se percataron que ella seguía aferrada a la vida, por lo que decidieron darle golpes en la cabeza en saña y luego le prendieron candela y luego se regresaron a continuar sus vidas, como quien acaba de terminar un juego de pelota.
Justicia
Los criminales fueron capturados por la policía, pero no reconocieron su participación en el hecho, por lo que fueron llevados a juicio. La imputación fiscal por feminicidio agravado, con el agravante de ser perpetrado contra una menor de edad. El juicio tuvo muchos tropiezos y no fue sino nueve meses después cuando se realizó la primera audiencia preliminar.
Pasaron muchas idas y venidas y mucha agua corrió antes de que fueran finalmente sentenciados. José Gregorio Hernández (así se llamaba el desalmado) fue condenado a la pena máxima de treinta años de cárcel; mientras que a sus tres cómplices los sentenciaron a 25 años de cárcel.
Wilmer Poleo Zerpa