Chávez el 8-D o la llama que nunca se apaga

Hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos pueblo, que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada.

Rodeado por sus amigos y compañeros, Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, el Comandante Chávez entonó la inolvidable canción Patria querida.

 

"Pase lo que pase, seguiremos teniendo Patria", pronosticó el Comandante Hugo Chávez en su último discurso público, el que pronunció el 8 de diciembre de 2012, en Miraflores, rodeado de su entorno político más cercano.

Estaba claro ("como la luna llena") acerca de la importancia de lo que decidió hacer: anunciarle al país su testamento político, bosquejar la transición que habría de producirse con su ausencia y alertar sobre la ristra de asechanzas  que amenazarían a la Revolución a partir del momento en que ya no estuviera al mando.

¿Cómo logra un ser humano acumular la determinación necesaria para un acto de despedida de esas características? Muchos no logran hacerlo ni siquiera frente a sus familiares más cercanos. A Chávez le tocó hacerlo ante un país y, en cierto modo, ante el mundo entero porque ya hacía mucho tiempo que era un personaje global e histórico.

Demostró con ese epílogo la conciencia que había adquirido acerca de esas dimensiones especiales de su figura. Se sentía obligado a dejar un mensaje inequívoco, frontal, que fuera válido para ese momento y para los tiempos futuros.

En esa hora crucial, Chávez se empleó a fondo en varias de sus facetas más características: esa noche fue el militar conocedor de la táctica y la estrategia; fue el amante de la historia y admirador profundo de Bolívar; fue el maestro empeñado en enseñar con el ejemplo; y fue el gran comunicador que siempre logró transmitir su mensaje, aún en medio de los climas más borrascosos.

Al heroísmo implícito en aquella alocución hay que sumarle el gesto mismo de haber venido a Caracas solo a eso, haciendo esfuerzos físicos titánicos, solo comparables con los que protagonizó durante la campaña electoral de ese mismo año, la que lo llevó a la última de sus victorias, el 7 de octubre. Él pudo haber grabado su mensaje en La Habana y permanecer allá para su delicado tratamiento, pero entendió que lo dicho no tendría la misma fuerza si  pronunciaba desde la lejanía unas palabras que bien podrían ser las últimas dirigidas al público.

Antes de viajar tuvo una insuperable preparación en ese empeño de hablarle a la historia: sus trascendentales conversaciones con el gigante Fidel Castro. ¿Podría haber un preámbulo mejor para un discurso con tal singularidad?

Así lo contó el mismo Chávez la noche anterior a la alocución, cuando llegó a Maiquetía y conversó con sus ministros y algunos periodistas en la rampa presidencial. "Nos pusimos a hablar del ardimiento y le recité, a Fidel Por aquí pasó, un poema bellísimo dedicado a Bolívar por Arvelo Torrealba, en el que describe al Libertador como un general que iba ardiendo", relató el líder bolivariano y dijo que ambos se hicieron bromas mutuas acerca de cuándo cada uno de ellos empezó a arder. "Esta es una llama que nunca se apaga, Chávez, ni que uno quisiera", le advirtió Fidel.

La llamada Última proclama de Chávez tiene su impronta personalísima: su fe en dios, su pasión bolivariana, su capacidad para poner el debate ideológico en primer plano y su talento para ser familiar y campechano, incluso en un momento tan dramático y conmovedor.

También tuvo ese discurso el valor del pronóstico político esclarecido, característico de los líderes visionarios. Fue un evento comunicacional redondo, repleto de connotaciones, un mapa de caminos que anticipó uno de los períodos más conflictivos de nuestra historia actual. Nadie puede acusar a Chávez de haber edulcorado los tiempos por venir: él sabía que su partida física iba a desatar a los peores demonios y por eso, emplazó a todos a estar preparados para las remezones más duras y para las peores traiciones.

“No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades -del tamaño que fueren- la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras, como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y victoria. ¡Hoy tenemos Patria! Y pase lo que pase, en cualquier circunstancia, seguiremos teniendo Patria”, dijo en uno de los momentos más emotivos de su discurso.

Apenas unos meses después, los hechos empezarían a otorgarle la razón, sin que hasta ahora hayan cesado las tentativas de acabar con la Revolución: iras poselectorales, intentos violentos de “salida”, guerra económica, declaratoria de Venezuela como amenaza para Estados Unidos, derrota electoral en las legislativas de 2015, pretensiones de golpe parlamentario, más y peores guarimbas, magnicidio frustrado, gobierno autoproclamado, fallida invasión con excusa humanitaria, intento de golpe de Estado, plan de invasión con mercenarios, ataques a la moneda, medidas coercitivas unilaterales y bloqueo económico han sido solo algunas de las coyunturas difíciles de las que habló el Comandante.

En paralelo a esas acciones de los enemigos declarados, han aflorado las traiciones de algunos de quienes fueron sus colaboradores más inmediatos, un punto que el Comandante no tocó en su declaración última.

Las palabras finales de ese discurso final no necesitan más comentarios y siguen teniendo una irrebatible vigencia: “Sea como sea, y con esto termino, hoy tenemos Patria, que nadie se equivoque. Hoy tenemos pueblo, que nadie se equivoque. Hoy tenemos la Patria más viva que nunca, ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado. Solo me resta decirles, con las buenas noches, a las diez y diez minutos de esta noche del sábado, ¡Hasta la victoria siempre!”.

Un patriota en su tanque

“Recuerdo en este momento aquella frase del padre Bolívar cuando en los últimos días de su batalla física en este mundo, le decía al general Urdaneta ‘Yo no tengo Patria por la cual seguir haciendo el sacrificio…Mis enemigos me quitaron la Patria’. Hoy, ¡ah, gracias a Dios!, padre Bolívar, cuán distinta es la situación para nosotros. Hoy sí tenemos Patria y es la tuya, Bolívar, es la que tú comenzaste a labrar junto a millones de hombres y mujeres hace 200 años y antes habían comenzado también a labrarla nuestros hermanos aborígenes en su resistencia de 500 años. Hoy, por fin, después de tanta lucha, tenemos Patria por la cual seguir haciendo el sacrificio. Desde mi corazón de patriota reitero mi llamado a todos los patriotas y las patriotas de Venezuela, porque somos revolucionarios, somos socialistas, somos humanos, somos muchas cosas pero en esencia, patriotas, y cada vez que yo hablo del patriota, recuerdo aquella vieja canción de los solados tanquistas que aprendí de casi niño todavía y aquí la llevo en el alma: ‘Al rumor de clarines guerreros / ocurre el blindado, ocurre veloz / con celosos dragones de acero / que guardan la Patria, que el cielo nos dio / Patria, Patria, Patria querida / tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol / ¡Patria: tuya es mi vida, tuya es mi alma, tuyo es mi amor!". (Fragmento del discurso del Comandante Chávez el 8 de diciembre de 2012).

CLODOVALDO HERNÁNDEZ/ CIUDAD CCS


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