Libros libres | El sueño de Howard 

Ejercicio de ciencia ficción

23/12/22.- Howard se acostó a dormir, pero solo se acostó, porque a dormir no, y cuando al fin logró dormir algo tampoco pudo descansar y el sueño fue breve; sin embargo, era un sueño muy distinto de los otros y repetía con obstinación las mismas imágenes de Howard intentando dormir aquella noche en que su gato lo miraba mucho y le maullaba como tratando de comunicarle algo urgente; el gato era tan insistente que se había metido en el sueño de Howard, viendo que este se asomaba a la ventana a presenciar el gran aguacero que caía en ese momento, inundando las calles de la vieja ciudad de una manera tan persistente, por largas horas fue en aumento hasta convertirse en un diluvio que arrasaba con todo.

Cuando Howard, ya trasladado al siglo XXI, trató de comunicarse a través de su teléfono celular con el mundo exterior, comprobó que cada uno de sus contactos había realizado videos del diluvio en su dispostivo, viendo cómo el agua arrasaba con casas, autos, personas, árboles y edificios, todos arrastrados por los enormes caudales de agua, vueltos masas informes de seres y cosas trituradas y vociferantes, lanzando muecas de espanto y rugidos que parecían salir del centro de la tierra, mientras varios rayos y centellas apuñaleaban el cielo, desgarrándolo. El gato de Howard y todos los gatos del vecindario cercano se pusieron a maullar y los perros ladraron mostrando un nerviosismo parecido a la desesperación; todas las fieras, lagartos, reptiles e insectos se agitaron en todas partes del planeta, según se podía constatar en las redes de comunicación; los pájaros chillaron desesperados en las ramas de los árboles con un sonido ensordecedor, coparon avenidas y plazas, todos los animales, escualos, peces y habitantes de los océanos y las creaturas de mar, tierra y aire se pusieron como locos, por lo cual Howard Philip Lovecraft, recién resucitado en el siglo XXI para observar estas cosas, pensó que esta vez sí había llegado el tantas veces anunciado fin del mundo,

Respiró aliviado. Al fin la especie humana recibía su lección, y él podía entonces irse a dormir tranquilamente, podría dirigirse a su cama a tratar de conciliar un sueño tan pero tan profundo del que no hubiese la posibilidad de despertar nunca para tener que contemplar de nuevo la gran catástrofe que pondría fin a la vida en el planeta, y con ello, también, –y ese era su consuelo– a terminar de una vez por todas con las angustias de la humanidad.

Gabriel Jiménez Eman


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