Derreflexión | El peligro de ser autoexigente

La autoexigencia se aprende

24/12/22.- Hasta cierto punto es normal querer dar lo mejor de sí mismo para obtener resultados gratificantes, sin embargo, tal como ya lo sostuvo Aristóteles, es necesario encontrar el punto medio entre ser perfeccionista y querer entregar un buen trabajo.

Cuando la autoexigencia no tiene límites pasa a ser desadaptativa. A corto plazo, pudiese ser incluso necesaria, pero, de no equilibrarse, podría llegar a ser nociva. Es posible llegar al extremo de no disfrutar de lo que se hace o, peor aún, quedarse paralizado por miedo a no ofrecer los resultados que se desean.

La autoexigencia se manifiesta en la medida que nos damos instrucciones o verbalizaciones, con el fin de optimizar los resultados de alguna tarea a realizar.

Cabe resaltar que la autoexigencia se aprende, pues no se ha descubierto un gen que nos predisponga a ser más o menos exigente, sino más bien se trata de un aprendizaje que se obtiene del entorno en el que interactuamos.

Estas conductas las podemos aprender por modelado, al observar a otros y darnos cuenta de que esas conductas les ha traído consecuencias que son ventajosas, o por lo menos que ha evitado consecuencias negativas.

Así esas conductas observadas se van internalizando y la persona se autoexige para obtener esas consecuencias gratificantes.

El autoexigirse se puede trasladar a cualquier plano; mientras en unos campos se puede ser muy autoexigente, en otros quizá no. Esto ocurre porque, generalmente, aprendemos a ser autoexigentes en un área si esto no ha funcionado, entonces continuamos repitiendo dichos comportamientos.

Uno de estos campos en los que existe la tendencia a autoexigirse es el laboral, un área a la que dedicamos gran parte de tiempo, además que se considera que, al obtener buenos resultados en las tareas, se tendrá más dinero o recursos para invertir en otras actividades placenteras, como viajar con los amigos, por ejemplo.

Cuando no se disfruta, la autoexigencia es dañina

En aras de tener bienestar, hay ciertos límites que se deben guardar cuando se trata de autoexigirse en el campo laboral, pues estos comportamientos pueden terminar causando daño, aun cuando a corto plazo se pueda tener cierto beneficio o ganancia.

A corto plazo, podemos sentir menos ansiedad al autoexigirnos y, en este sentido, puede ser adaptativo, pero al final es insostenible, ya que nunca será suficiente aquello que hagamos y esto nos puede llevar a la inconformidad e insatisfacción, a no sentirnos bien con el producto que entregamos, al menos en el terreno laboral.

Pudiese ocurrir que, en un intento por evadir el malestar al no tener un resultado perfecto, dejemos de hacer las cosas o procrastinemos.

Ese comportamiento evitativo se puede ir extendiendo hasta llevarnos a sentir apatía.

Por otro lado, quien es perfeccionista y autoexigente puede llegar a sentir agotamiento o a desplegar un comportamiento obsesivo con los detalles, sin llegar a disfrutar ninguna de las tareas que realice.

Las personas alrededor también pueden sentir presión o ansiedad cuando están cerca de alguien que es perfeccionista o pueden llegar a sentir que nada de lo que hacen es suficiente para la otra persona.

En el trabajo es muy común ver compañeros que evitan sumarse a proyectos en los que lidera alguien que se autoexige y exige en demasía a los demás. La persona autoexigente termina sintiendo el rechazo de los demás.

El tener este comportamiento no depende de un perfil en específico, sino del aprendizaje de cada persona. Hay quienes han crecido en contextos en los que la autoexigencia era promovida, lo cual aumenta las posibilidades de repetir dicho patrón.

No obstante, la sociedad actual está marcada por la fuerte competencia, por lo que cada día estamos más expuestos a estímulos de este tipo, con consecuencias que van desde el estrés y la ansiedad hasta el cansancio físico y mental.

Asimismo, abunda gran cantidad de información, gracias a que la tecnología la ha hecho más accesible, por lo que se vuelve frecuente querer aprender mucho o abarcar varios campos del saber, convertirse en un experto en muchas áreas, y esto también es parte de la autoexigencia y puede llevar a la persona a sentir frustración.

La sociedad es competitiva, la gente tiende a especializarse y se vuelve más autoexigente, comparándose en muchos casos con otros profesionales dedicados al mismo campo.

La posible solución a esta situación es la de aprender a convivir con el error, con el fallo, con lo imperfecto, superando la ansiedad que esto pudiese provocar. En no exigirse al extremo hay tranquilidad y calma, en aceptar que los resultados no siempre son perfectos.

Es necesario aprender que los desaciertos y errores forman parte de la vida misma, y obsesionarse por evitarlos solo puede generar cansancio y volverse patológico, pues no todo es predecible, ya que el azar y los hechos fortuitos son inherentes a la existencia y esto es ineludible.

Isbelia Farías


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