Psicosoma | Así es la vida

¿Cómo acallar los yoes, los sufrimientos, ficciones…?

27/12/22.- Pasa el tiempo cronométrico, los milisegundos, las estaciones, las tormentas electroquímicas cerebrales, millones de neuronas que alumbran, los truenos en el cielo con nubes espesas nos agitan y nada está quieto, todo se mueve; vivimos en cambios constantes: interno y fuera, no existen eternidades y fluyen pensamientos o se instalan recuerdos con la fuerza lumínica de una estrella que brota al fenecer, como la enana blanca que se transforma en agujero negro y ¿qué pasa con la mente, alma, energía? Quizás somos reflejos de estrellas idas. Realmente cada cabeza es un mundo y nadie sabe que piensan los próximos, prójimos y menos los mamíferos peludos y ariscos mininos. 

Seguimos entramados, enredados en avalanchas discursivas ficcionadas, de todo calibre y en medio del desaguadero de los datos, informaciones vacías, que provocan desaparecer lecturas, crear corazas o seleccionar informaciones; cuesta reflexionar con cabeza propia y tomar decisiones. Casi todo está dirigido para no pensar y si se trata inducir alguna reflexión se cierran los sentidos o desvían el flujo a otra con un sticker sugestivo, emoticones bolsicones, y ¿quién puede con la felicidad imaginada, soñada del ‘’todos felices para siempre’’? -la cajita feliz surte efectos cual prozac- "así es la vida" y a quien le toca le toca, certeza única del morir, pasar y olvidar.

Todo cambia a una velocidad vertiginosa por la autopista del internet, pero las ideologías compiten en el reparto de peones, braceros, esclavos que aplauden falsas democracias que, bañadas del supuesto libre albedrío, valor del individuo, del mercado liberal, los mantienen bajo control, y casi igual pasa con el humanismo evolutivo, socialismo y comunismo que ‘’pelean’’ por las masas hambrientas. Ese mapa tenebroso ha dado pie al renacer de ultraderechas neonazis, del imperio de las ciencias, I.A., técnica informática, al dataismo -algoritmo bioquímico- como centro del proceso de la vida que den soluciones al caos en que vivimos, pero estamos ahogados de tanta basura mediática, de ideas del primer mundo ‘‘salvadoras’’ (desde tiempos milenarios se vende el ABC de la eterna juventud, la felicidad). 

Ante la avalancha de datos, el usuario delega su autoridad al libre mercado, al conocimiento masivo y a algoritmos externos, diseñados a priori, por otros intereses y, si por ejemplo, los chicos nunca han leído un libro físico, les cuesta más procesar y ya la inercia mental de hace dos décadas si era una fiebre, ahora es una pandemia. Por supuesto admiramos la velocidad de respuestas y su poco interés en tomar acciones inmediatas en torno al calentamiento global, la proliferación de virus, la guerra entre Rusia y Ucrania, las migraciones, las crisis políticas económicas de América Latina, Irán, China, desempleo…

En un ejercicio de visualización de ¿cómo percibe su mundo, el mundo en tres o dos décadas? responde: ‘’Eso es demasiado porque vivo el día a día, en la supervivencia de buscar dinero, vivo el último día y estoy  en guerra hasta en los sueños’’. Según Nietzche, la guerra es la escuela de la vida, y lo que no mata, nos hace más fuerte. Esa reflexión es un grito que raya en la desesperanza y la resiliencia que exprime potencialidades desconocidas que brotan en situaciones extremas. Mientras veo los cascos estimuladores transcraneales para uso de simulaciones de guerra en laboratorios experimentales, y como las neurociencias avanzan en despejar incógnitas del cerebro, la mente, la conciencia, el pensar y no digo alma. ¿cómo acallar los yoes, los sufrimientos, ficciones…? Quizás reescibir narraciones emparejadas con la realidad que nos negamos a ver.   

Rosa Anca 


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