Estoyalmado | ¿Educar para los mercados o para el desarrollo nacional?

El peligro del pragmatismo educativo aplicado en crisis económicas como la de Venezuela

El video circula por grupos de wasap con el título “Qué tremenda lección nos da este periodista”. Muchos suscriben el contenido del video. Brotan emojis de felicitaciones y aplausos. Cuando le das clic ves a Andrés Oppenheimer diciendo que la fórmula para que la economía de un país crezca es que debemos ser educados con el maná del pragmatismo, libre de las “ideologías” de venerar próceres, valores y símbolos patrióticos del “pasado”.

Seguramente ese video de Oppenheimer es viejo, pero alguien en un grupo de wasap lo divulgó sabiendo el contexto de la recuperación económica que necesita actualmente el país. El metamensaje del video fue que, si queremos prosperar como país, debemos enfocarnos en una educación para el futuro, libre de figuras y hechos identitarios (por ejemplo, Bolívar, Chávez, Miranda, la Batalla de Carabobo, la lucha independentista, etc.), que nos pudiera caracterizar como venezolanos y como país. Esto, al parecer, pudiera ser visto como una ideología del pasado que trunca, sobre todo, el futuro económico. 

Se trata ahora de abrazar la nueva ideología potable de crecer económicamente a través de una educación pragmática, sin referentes ni valores nacionales, basada más en descreer en el país de origen. Es fomentar una educación para servir a los mercados, no para desarrollar a conciencia el terruño. Eso justifica, por ejemplo, que la UCAB inaugure con fastuosidad una academia de videojuegos deportivos. Lo hace porque es rentable, a sabiendas que poco ayudará a la ciencia y tecnología enfocada a desarrollar el país.

Esa tesis del pragmatismo educativo de Oppenheimer, propia de los mercados que van al “rescate” de países en crisis económica, es peligrosa. Convence a las naciones a formar profesionales acríticos, inconscientes, desarraigados de su país, pero altamente productivos para el mercado. Sin duda, es una forma sutil de supresión cultural y política de cualquier país. 

El mensaje apunta a opacar, a través de la educación, la identidad y consciencia de un país. A cambio prometen que con mero pragmatismo educativo se alcanzaría el crecimiento económico. Bajo esa tesis, con la mano invisible del mercado, supuestamente las naciones en vía de desarrollo en América Latina tendrían mejor educación y, en consecuencia, serían más prósperas.

El problema es que para que ese pragmatismo se cumpla debe haber obligatoriamente desigualdad social en el acceso a una educación de calidad, a un conocimiento de vanguardia, solamente reservado para descendientes de minorías pudientes, que luego puedan garantizar el relevo en la conducción del mercado que guía y domina al país en cuestión. En la práctica se parte de la premisa “la buena educación existe, pero solo es para pocos”.  

Así funciona en algunos países “del primer mundo”. Por eso, la poca cantidad de sus graduados no dan para cubrir sus demandas nacionales en medicina, ciencia, tecnología, agroindustria, entre otras áreas. Luego, estas naciones deben completar el déficit de profesionales con inmigrantes fácilmente atraídos, entre muchos factores, por el desarraigo con su país natal. Lo suelen llamar fuga de cerebros que tiene cabida, básicamente, por la desigualdad educativa en los países llamados “desarrollados”.

Ahora, ¿todo ese pragmatismo educativo para qué? Para que los países puedan fanfarronear diciendo que lograron el anhelado crecimiento económico. La pregunta es: ¿la mayoría se beneficia de ese crecimiento económico o solo es para unos pocos? ¿Para qué sirve que un país crezca con hermosos números del PIB, si la mayoría vive empobrecida, con una mano adelante y la otra atrás, sin cubrir todas sus necesidades básicas para vivir dignamente? La interrogante aplica para nosotros también. 

Porque estamos claros de que un crecimiento económico requiere reeducarnos. Nos toca aprender a producir bienes y servicios sin la tara cultural del rentismo petrolero; si no producimos no se mantendrá en el porvenir la epopeya lograda en los últimos 20 años. 

Sin embargo, el desafío en este camino de la recuperación es que logremos levantarnos con una producción económica posrentista, sin olvidar lo que somos y hacia donde vamos. Ahí está el detalle. ¿Cómo nos educamos al respecto? ¿Con una educación para los mercados (pragmática) o para el desarrollo nacional?

 

Manuel Palma

 
 

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