Punto y seguimos | Los activos, obvio
Los benditos activos que son el meollo de todo el asunto
03/01/23.- Juan no matriculó para el 2023. Faltando cinco para las 12, sus excamaradas de la aparentemente sempiterna Asamblea Nacional 2015 “decidieron” que el cargo de presidente interino le quedó grande. Le dieron cuatro años para lograr la tarea de cumplir una agenda de tres puntos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Lo repitió un millón de veces -como dicen los new age que hay que repetir cuando quieres que el universo te manifieste algo-, pero no fue suficiente. Las giras, el apoyo externo y los abultados fondos solo le alcanzaron para lograr un cese, el suyo.
Este golpe dentro del interinato pasa como el mismo Juan, con más pena que gloria, con un grupo de gente sin cargo y sin institucionalidad real que determina que al payaso más famoso del circo le pasó su cuarto de hora, porque ya ni hace reír a nadie. El avieso fantoche del “gobierno interino” termina de mostrar sus costuras y delante de todo el país quitan al que pusieron por no realizar elecciones en 30 días como manda la Constitución, por no democratizar al país y por los oscuros manejos de los activos de este en el exterior (sic). El descaro es tan grande que el G4 en su comunicado de despedida a Juan, informa que continuarán con las “instancias” para proteger los activos de la nación y evitar que caigan en manos del “régimen”, es decir, que ni caso armar un disfraz de interés por la política nacional y su rol como oposición, sino directamente dejar resaltado que lo importante es quién “administra” los recursos de los venezolanos, que se vieron afectados con la jugada internacional de crearnos un gobierno paralelo.
Por su parte, Guaidó califica su cese como “un salto al vacío” por parte de la oposición, una medida que los debilita, supone un retroceso en la unidad nacional y, sobre todo, “pone en riesgo los activos que se encuentran en el exterior”. Sí. Los benditos activos que son el meollo de todo el asunto. El gobierno interino no ha sido más que una creación para legitimar el robo, un robo en el que su diseñador y promotor tiene la última palabra acerca de a quiéznes les da firma para manosear los miles de millones de dólares del país, concentrados, principalmente, en la empresa Citgo (valorada en 11 mil millones de dólares), las 31 toneladas de oro en el banco de Inglaterra, además de inmuebles varios y las cuentas bancarias de Venezuela. Miles de millones. Miles de millones. Miles de millones. Repítalo como mantra y recuérdelo como ciudadano, porque en la oposición se matan de lo tan presente que lo tienen, aunque no son los únicos.
Quizá los ciudadanos asalariados promedio no dimensionamos lo que significan esas cantidades, pero hay que hacer el esfuerzo. Son cifras groseras, de país rico, que lo somos. Quizá como hijos de país rico pensamos que los recursos son eternos o renovables, que hay petróleo para cientos de años, que hay minerales, que hay esto y hay lo otro, que corruptos ha habido siempre desde que somos República, que no importa que roben porque siempre sale más de alguna parte, que no importa quién administre, pero que deje que caiga algo para el resto, que agarren pero que los pongan donde “haiga”, y así van pasando las generaciones que siguen creyendo que es normal y natural que millones vivan en la pobreza teniendo una tierra tan generosa y próspera. Que es normal y natural tener zamuros cuidando carne. Que los gobiernos, interinos o no, son espacios para hacer fortunas y para exhibirlas, que es moralmente aceptable la corrupción porque hay mucha plata. Que está bien que los asalariados aguantemos la pela porque los premios son para los vivos, que sigamos aceptando que quienes nos quieren gobernar “administren” sin probidad y en modo azote los activos de todos.
Si ellos -la clase gobernante- tienen la vista de águila puesta en los millones, en los activos, bien nos vendría hacer lo mismo, sobre todo considerando que lo que nos endilgan a las mayorías, con un terrible y absoluto sentido de la propiedad, son los pasivos.
Mariel Carrillo García