Letra veguera | No sé cómo decírtelo
El poeta suele considerarse como un fugitivo
18/01/23.- Yo sufría antes de un síndrome relacionado con los rigores de la gramática en muchos de sus sentidos semánticos. Antes, quizás, siendo un adolescente, no me sentía tan íngrimo en esa materia porque, aunque escribía a mano y a solas, cuidándome de la mirada de nadie, la casa estaba blindada para que la ignorancia sobre el tema de las palabras llamadas "mal escritas" no nos produjera ni paranoias tempranas, ni complejos y fuera espantada por una legión de diccionarios temáticos que a cualquiera podría curar en salud.
Para esa época, antes de enterarme por la fuente original (alguien que lo dijo o lo escribió), comprendí que esa amarga experiencia a la que me refiero, y otras fundamentales intrínsecas al uso de las palabras, al "saber" escribir y expresarse con ellas, tenía su remedio natural: la lectura. Leer como quien toma agua para bien del organismo, no como un acto obligatorio sino como un hábito de sanación de la ignorancia rasa hasta tornarse en una suerte de revestimiento interior de la conciencia humana.
Por eso, leer y escribir no pueden ser verbos conjugados impositivamente, o amar a alguien, como leí una vez en unos libro de Elías Canetti, El libro contra la muerte y Conciencia de las palabras, que puso en mis manos como un pan mi hermano y poeta Miguel Márquez, cuando leíamos lo que escribíamos aquellas madrugadas en la Mérida que compartimos.
Después de esta declaración debo despejar la incógnita de quienes deben tener algunos amigos que la hayan hasta ahora leído.
Escribo estas líneas para ti, muchacha loca, que me buscas y a veces me persigues por el tiwtter como si éste fuera un laberinto y, además, para no encontrarme, como si jugaras conmigo a riesgo de lanzarme una puñalada de las que llaman "trapera".
Te lo voy a decir: yo quisiera responderte pero no puedo, primero porque hay cosas que no sé decirte, pues no pienso en ellas, y si lo hiciera menos lo haría porque a veces ando en modo (como dicen ahora) "maníaco depresivo", tipo poema de José Agustín Goytisolo. Si te dijera lo que pensara de los mensajes tuyos, me gustaría comenzar por ver en carne y hueso la catadura de tus palabras, jodiendo como lo haces conmigo, aunque no me expliques nada sobre tu certeza de mi mala ortografía.
"Los poetas que cometen faltas de ortografía están más cerca de la poesía que aquellos demasiado ordenaditos que escriben correctamente", me dices.
Yo nunca jamás he publicado un poema ni por encargo ni mucho menos en tiwtter. El poeta es por naturaleza un ser equivocado, eso sí creo, y nunca hay que olvidarlo, te respondí, por si acaso. Hacer lo correcto siempre y sin permitirse el lujo de cometer tropiezos, no es mi estrategia. No tengo estrategia alguna.Te dije por eso que no soporto estar cercado por la razón, menos por la de quienes desconozco.Y la razón, se sabe, no es aliada de la poesía.
El poeta suele considerarse como un fugitivo, vale decir, cómo alguien que vive desde y para la fuga. Los prisioneros a perpetuidad, en cambio se detectan de inmediato por su letra pulcra y su ortografía impecable. Así que cuando leas a un poeta que cometa errores ortográficos, recuerda siempre que estarás frente a un mago de las palabras, sobre todo si incurre con frecuencia en errores considerados graves, garrafales imperdonables, como me has dicho, al modo de alguien que juega dominó y tranca el juego sin saber cómo.
Decía Camus: "entre la locura de quienes no quieren nada de lo que es y la sinrazón de quienes quieren todo lo que debería ser, los que quieren realmente algo y están decididos a pagar su precio, serán los únicos en conseguirlo".
Te digo esto por ese tema recurrente de tus mensajes enmascarados sobre si cuándo voy a escribir sobre la situación llamada nacional; sobre las posiciones políticas del Presidente, sobre las protestas de los maestros y los siderúrgicos.
Lamento que el poema que leíste de Rafael Cadenas te haya dado una mala noche. No sé a cuál te refieres. Cadenas no es un poeta, nunca lo ha sido, ni bueno ni malo, para mí gusto.
Yo estoy releyendo Los detectives salvajes de Bolaño, gran novela.
Y te diré esto: los errores ortográficos en un poeta bueno, afinado y dueño de las palabras que hacen, renacen; que inventan lo innombrable, no son sino "regresiones a la infancia''.
¿Habrá por ahí un libro de caligramas donde el poeta escriba desde el error?
Seguramente sí. Te haría mucho bien. Chao, mi impasible desconocida.
Federico Ruiz Tirado