Crónicas y delirios | Justicia sobre ruedas
20/01/23.- Consigna la noticia periodística que un abogado barquisimetano instaló su bufete en una antigua Motor-home delante de los mismísimos tribunales, original idea que trajo como consecuencia el embotellamiento más grande que recuerde el foro larense.
Deseosos de entrevistar al hábil juris-chofer, viajamos a la ciudad de los crepúsculos y lo hallamos sentado frente al volante de su oficina, presto a frenar cualquier provocación en su contra:
–Yo solo aspiro –afirma, raudo, el litigante– a que la justicia marche sobre ruedas y los juicios concluyan con la máxima aceleración posible. Es falso de toda falsedad que mi ejercicio esté reñido con la ética, porque poseo título de abogado, licencia de conducir, estoy matriculado en el Inpre-abogado y en el Instituto Nacional de Transporte Terrestre, y me amparan las garantías constitucionales de libertad de trabajo y de tránsito. Si he motorizado tal proyecto es para que los clientes utilicen velozmente mis servicios, y puedan consultar un “auto de detención” en este “auto de atención”.
—¿Cree usted que el Colegio de Abogados le enviará una boleta de citación?
—No lo creo –expresa el jurista viendo por el espejo retrovisor– pues en más de veinte años de carrera siempre he circulado por el canal derecho, nunca he atropellado a nadie, no me han multado ni he sido reprendido por los fiscales (del Ministerio Público). Además, siempre me digo: “Moral y luces altas son nuestras primeras necesidades”.
La conversación se suspende momentáneamente para tomarnos un sabroso cafecito que sirve la esposa del doctor, quien a su vez funge de secretaria y colectora de honorarios. Todo queda así en familia, y confirma lo que reza el letrero ubicado junto al recibo de cancelación del último trimestre del vehículo: “Motor-home, dulce Motor-home”.
—Los colegas me critican –continúa el entrevistado– porque yo me sitúo al lado de mi casa rodante y animo a la gente con la tradicional expresión de los tenderos venezolanos: “Pase adelante, pase adelante, que sí hay…” Tampoco aceptan mis adversarios que me traslade a cualquier parte de la República en el término de la distancia y con increíble velocidad.
—Sostienen sus detractores que usted ha perdido el juicio…
—Yo jamás he perdido ningún juicio en mi vida, y quede claro que estoy dispuesto a seguir transitando por los caminos del Derecho con mi bandera “libre” en ristre, sin chocar con los nobles principios éticos, peléticos o peletancudos. Y juro que en los próximos meses instalaré otra Motor-home para vender al público estampillas, timbres fiscales, planillas del Seniat, comida rápida y souvenirs de nuestro querido terruño larense.
—¿No considera usted que está llevando a cabo una competencia desleal? –le inquirimos.
—No me interesa lo que opinen los demás –contesta airadamente el Ulpiano de Bararida, encogiéndose de hombros y de hombrillos– porque más desleales son los que no se quieren montar en el carro del progreso.
Nos bajamos de la Motor-home, después de introducir el ticket en la ranura del torniquete, y partimos leyendo la tarjeta de presentación del jurisconsulto: “Nuevo y rápido auto-servicio legal. Teléfono, el mismo de Teletaxi. Se aceptan pagos en bolívares, dólares y demás divisas que a la vista se divisen. Trabajos con garantía bajo juramento; y si usted no queda satisfecho, le devolvemos su dinero en el próximo ejercicio presupuestario”.
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