Punto y seguimos | Leer por placer
Hay que pensar el libro y la industria literaria de nuevas maneras
24/01/23.- Los lectores no hemos desaparecido. Si bien algunos indicadores estadísticos como el índice de lectura (que suele ser el promedio anual de libros leídos por habitante en cada país) evidencia una tendencia a la baja en América Latina en los últimos años y cifras menores a 5 libros por año por habitante (cuando en algunos países desarrollados doblan o triplican), lo cierto es que estos números estandarizan realidades muy distintas, especialmente entre regiones del mundo; pero en el caso de nuestra región las diferencias entre quienes leen más y quienes leen menos no solo están determinadas (aunque se relacionan), por las condiciones económicas o la aplicación o no de políticas públicas orientadas a fomentar la lectura, sino también por un factor relevante que es la razón para leer o para no hacerlo.
En un estudio del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) se encontró que la principal diferencia entre el país con mejor índice (Argentina) y los que le sucedían, era que los argentinos afirmaron leer por placer, mientras que el resto lo hacía para obtener conocimientos generales o por requerimientos académicos (México, Brasil, Chile). Adicionalmente, entre la mayoría que afirmó no leer, se señaló la falta de tiempo o el desinterés; es decir que no leen porque no les resulta atractivo o directamente no les gusta; y esto nos muestra algo importante y es que, para formar lectores es clave que la lectura sea una actividad placentera, así que mientras en el ámbito social y desde los programas educativos iniciales se la asocie a deberes e imposiciones (aburrimiento) esto será difícil de lograr.
Ninguna actividad por beneficiosa y maravillosa que sea, puede ser masiva sin el estímulo adecuado. En tanto leer sea catalogado y vendido como una actividad elitista, solo para gente “intelectual” e “inteligente”, solo para quien le sobre plata para comprar libros, para gente sedentaria, para gente aburrida y otra serie de prejuicios atribuidos a los lectores, la lectura no será algo que muchos quieran practicar. Si desde niños se nos enseña que leer puede ser tan interesante como cualquier otra actividad y que ejercitar la imaginación puede ser no solo divertido sino útil, quizá los jóvenes puedan romper ese paradigma del aburrimiento sin fin que rodea a los libros para que logremos como sociedad leer más, no por mejorar estadísticas sino para acceder al enorme placer y a la libertad de pensar críticamente que nos ofrece la lectura.
Aún cuando desde los espacios de elaboración de políticas públicas culturales y educativas en nuestra región, encontramos esfuerzos loables por mejorar este aspecto, nos falta mucho en el campo de actualizar las formas de la lectura y el uso de las nuevas tecnologías, para vincularlas con ese objetivo de despojar el leer de esa imagen poco “cool” que tiene para las personas de todas las edades y estratos sociales. Por supuesto esto no implica el abandono del amado libro físico y los recursos ya disponibles como las bibliotecas públicas, sino más bien “buscarle la vuelta” y cambiar la imagen en los adultos y enseñar desde la más temprana edad que leer es algo que te puede hacer feliz.
Afortunadamente (y a pesar de lo que se puede criticar) entre la comunidad lectora hay muchos - especialmente adolescentes o adultos jóvenes- que están aportando con sus reseñas en vídeo (books talks), recomendaciones, fans organizados (fandoms) y escritores amateurs a través de las distintas plataformas disponibles, como por ejemplo YouTube (los BookTubers), Goodreads, Whattpad, etc; cambiando el modo en que estábamos acostumbrados a consumir literatura (las diversas calidades de la misma son tema de otra discusión), llevando a las editoriales a adaptarse y a innovar, y ¿cómo no? a interpelarnos a quienes nos gusta leer, abriendo la posibilidad de pensar el libro y la industria literaria de otra manera, siempre con la vista puesta en el gran objetivo que es que más personas lean, y que lo hagan - antes que nada - por genuino placer.
Mariel Carrillo García