Letra veguera | Sidor y otros conflictos saludan el año chino

Enfocar con cautela

25/01/23.- En estos días aparecen en el horizonte dos hechos digamos milagrosos que no debemos dejar pasar los venezolanos que aguardamos, no una, sino varias luces en el túnel sofocante de la nación: este año 23, se cumplen 4721 del año chino, una grandiosa celebración para la cultura oriental, emparentada con nosotros geopolítica y espiritualmente, sobre todo en los tiempos de Chávez, en muchos sentidos, que quedó en la memoria colectiva cuando trotó con gorra y vestido de civil, muerto de risa, las alturas míticas de la Muralla China: simbología imponente de su querencia por la grandeza de ese país y la concepción multipolar presente siempre en la expresión del modelo que ideó para dejar atrás la demoníaca dependencia con el imperialismo norteamericano.

El Año Chino tiene a Buda como deidad, quien convocó a toda la fauna de la tierra, pero solo fueron la rata, el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. 

Esas cosas han ocurrido por razones desconocidas, como el unicornio que lo vieron en el arca con Noé, pero huyó sin ser visto, aunque después se volvió música con Silvio Rodríguez y aún sigue perdido y la gente lo busca en bares de Buenos Aires, Europa y hasta en discotecas.

La leyenda china, es sabido, determinó que cada uno de estos doce animales, por motivos que ignoramos muchos, dio lugar al nacimiento de los signos del zodiaco chino y a uno de los 4 elementos: fuego, tierra, madera o agua.

Hoy amanecí enterado de que el conejo (de la suerte) representa este Año Nuevo Chino 2023. Dice el texto que me envía el Dr. Alberto Luna, abuelo materno de mi hija Natalia, que se trata del conejo de agua, "que simboliza la vigilancia, el ingenio, la mente rápida, la longevidad, paz y prosperidad, por lo que se espera que el 2023 sea un año de esperanza en general para toda la comunidad".

El 22 de enero también, y es el otro hecho que no sé si considerarlo como una efeméride, es un día para elevar las manos por la fe y la caridad, ya que hoy hace muchos años, vinieron al mundo dos santos que pueden echarnos una mano incluso a recuperar el oro y los reales robados por la banda de Guaidó.

Son san Alberto Hurtado y Chiara Lubich.

El primero, nacido en 1901 en Santiago de Chile, jesuita, escritor y defensor de los derechos humanos, tan empañados hoy día, se dedicó a la filantropía, a la caridad; en fin, a los más pobres de los chilenos y dio lugar al Hogar de Cristo, consagración que desde entonces, significó el emblema sagrado del Amor de Cristo que hoy en Venezuela hace tanta falta para buscar concilio entre los pobres y los ricos, los trabajadores de la Siderúrgica Alfredo Maneiro, que desde comienzos de año se han mostrado capaces de movilizarse al margen de la tormenta mediática opositora para lograr concretar sus derechos salariales, uniéndose a la masa de educadores que no han salido a la calle a guarimbear o saquear, sino a reclamar salarios y otras reivindicaciones como los siderúrgicos, sin permitir que la ultraderecha venezolana desvirtúe sus justas causas.

A San Alberto lo bautizaron como el "santo de los pobres" y su canonización fue lograda por la Iglesia católica en 2005.

Una vez dijo: "Hay delitos económicos que son más graves que los homicidios porque son más conscientes y son la causa no de una, sino de muchas muertes y de la corrupción".

Chiara Lubich (Trento, Italia, 1920) fundó el Movimiento Focolare, dedicado a la unidad y el amor entre la gente. Una vez dijo: "Quien no lucha por el bien, no hace nada".

Estos ejemplos hoy deberían cobrar mucho interés para todos, y ser conocidos por la CEV, que es una cueva de diablos ensotanados que solo aspiran negociar con otros de su calaña la renuncia de Nicolás Maduro y la instalación de un gobierno facistoide, idéntico o peor al que apoyaron en el 2002 con monseñor Porras y el cardenal Velazco a la cabeza, con el fin no solo de "administrar" el dinero robado sino, sobre todo de volver a Miraflores.

El Gobierno ha girado la tuerca de esta tendencia y ha llamado a otras corrientes religiosas.

Hay que hacerlo con cautela, sin embargo. Son muchas las iglesias y también las corrientes y los actores. El presidente Maduro debe enfocar y ver los matices de la problemática social existente, porque lo de Sidor y lo de los educadores en la calle no son piñatas contentivas de superhéroes; ni la dolarización, ni los altísimos precios de los alimentos y medicinas son conchas de ajo.

Enfocar, sí, hay que hacerlo, pero no solo lo que uno quiere ver: en los matices del objetivo que muestra el telescopio hay elementos brumosos, complejos y hay que detectar la magnitud de sus potenciales riesgos y peligros, como decía Hugo Chávez.

 

Federico Ruiz Tirado


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