Julio César León representa una vida ejemplar en el deporte

Con sus 98 años de edad continúa aconsejando a la gente joven

En su casa donde muestra una de sus bicicletas con la cual compitió.

 

02/02/23.- Escribir sobre un personaje, a quien se le han volcado cientos de páginas de sus actuaciones en el ámbito deportivo, como ciudadano ejemplar y admirado por varias generaciones, resulta difícil, porque Julio César León Aranguren, puede ser señalado, sin temor a equivocaciones, como una figura mitológica en el deporte o un verdadero miembro del Olimpo.

En esta oportunidad escribiremos, de manera objetiva, todo lo relatado por él en una visita que realizamos a su casa de habitación, en una clara mañana sabatina, acompañado de la periodista Milagros Rodríguez y los dirigentes deportivos Joel Marín Medina (fallecido en fecha reciente) y Efraín Velásquez.

Julio César León, como es conocido en el ámbito mundial, nos recibió en compañía de sus hijos Carmen y Julio, en una acogedora sala, donde se aprecia entre otros ornamentos, la pintura de una bella dama identificada como Carmen Elisa Cubillán, su fallecida esposa, la cual tiene presente, tanto en su mente como en el corazón, en todo momento.

Antes de dar inicio a su relato ofreció un mensaje dirigido a todo el país, o con más claridad a todo el mundo: “El deporte tiene muchas cosas bellas y una de ellas es que sirve para unir y debe ser utilizado para buscar soluciones a todos los problemas que se presenten, tanto en lo personal, como en las organizaciones y además es un vehículo muy efectivo para las comunicaciones”.

SU PRIMERA BICICLETA

Entre sus recuerdos señala que su primera bicicleta se la regaló, cuando  tenía apenas cuatro años de edad, su tío paterno Pedro, con motivo de las festividades de los Reyes Magos y agrega con muy buen humor, que sirvió para solucionar un problema familiar, porque él con sus escasos conocimientos de la vida en esa época, se la pasaba peleando con su papá, para que le suministrara una.

De ahí su costumbre de trasladarse a muchas partes, como asistir a clases, para realizar las diligencias que le encomendadas, salir de paseo a diario y antes de cumplir los quince años ya conocía los pueblos situados en su natal Trujillo, como eran Valera, Boconó, Betijoque, Pampam, Pampanito y Escuque entre otros. Llegó un momento en que conocía todos los caminos o carreteras de la zona.

En plena adolescencia conquistó los primeros lugares de las carreras ciclistas, realizadas en su patria chica, donde llegó a ser campeón imbatible por un tiempo bastante prolongado hasta que decidió viajar a Caracas, donde su hermano, Francisco José León, estudiaba primer año de medicina en la Universidad Central de Venezuela.

Es necesario recordar que el doctor Francisco José León fue el fundador del servicio médico del Instituto Nacional de Deportes, institución donde laboró por mucho tiempo y se dio a conocer como un protector de aquellos atletas, que acudían a sus auxilios en cualquier momento y lugar.

Julio César León, en su decisión de viajar a Caracas, se le ocurrió, de acuerdo a su relato, realizar el enorme recorrido, desde Trujillo a la capital, con una bicicleta bien acondicionada, porque ya estaba en excelentes condiciones físicas y mentales para llegar a su destino en su vehículo, el cual ya lo sentía como parte de su humanidad.

Su viaje, en junio de 1937 (no recuerda el día), comenzó en Trujillo, en horas de la madrugada y su primera escala fue en Barquisimeto, luego de un agotador esfuerzo, donde llegó a mediados de la tarde y se quedó en una pensión. Al día siguiente arribó a San Felipe, estado Yaracuy, sitio donde vivían algunos de sus familiares maternos. Descansó hasta la madrugada para seguir rumbo a Valencia, donde durmió toda una noche y desde esta ciudad siguió a Caracas, donde se encontró con su hermano Francisco.  

León, montado en su bicicleta previo a una competencia en el exterior.

 

PROYECCIÓN A LA FAMA EN CARACAS

Residenciado en Caracas, aún provinciana, no pasaba de los 300 mil habitantes y todo el mundo se conocía con sus habilidades y defectos. Volvió a las competencias que se realizaban con aficionados, entre los cuales Julio César León impuso su categoría de buen ciclista en las pruebas que se realizaban en jornadas dominicales.

En Caracas se tenían las avenidas La Paz y la O’Higgins, en la zona de El Paraíso, como una especie de velódromo, en carreras que impuso su clase hasta el punto que no tuvo rivales en las competencias de velocidad que se realizaban en la zona.

En esas lides se impuso como campeón distrital, luego comenzó a competir en las pruebas de carretera y la primera que ganó fue la Caracas Valencia, en julio de 1938. Su racha ganadora estuvo por mucho tiempo, hasta que fue calificado como monarca nacional y cuando incursionó en las pruebas internacionales llegó a convertirse en un líder suramericano. Igualmente, en las carreras de velocidad derrotó a los mejores desde México hasta Argentina. Señala también que los estadounidenses no cultivaban la disciplina del ciclismo.

Cubrió toda una época como competidor ganador en infinidad de carreras, tanto de pista como de carretera y recuerda sus primeras competencias en Caracas, efectuadas en la zona donde residía conocida como  El Rosal, la cual era una hacienda con casitas pequeñas y acogedoras. Igualmente señaló que los premios consistían en medallas y trofeos, porque no aceptaban dinero por el temor de ser considerados profesionales.   

Mi estadía en Caracas fue muy agradable y aún lo es, pero en mi época me reconocieron periodistas de la calidad de Pancho Pepe Cróquer, Juan Antillano Valarino, quien firmaba como AV Jota, Herman “Chiquitín” Ettedgui, Abelardo Raidi, Andrés Eloy Delinger, Franklin White y Andrés Miranda. Todos ellos me invitaban a sus sitios de labores, para realizarme entrevistas cada vez que ganada alguna carrera y ¡fueron muchas!      

A mediados de 1941 se impuso en una prueba de fondo, en Trinidad-Tobago, que lo proyectó internacionalmente y consiguió el apoyo desinteresado de los dirigentes del ciclismo de esa nación para sus futuras actuaciones.

 

Julio César bañado de gloria después de una ardua jornada en la pista.

 

CAMINO LLENO DE PROEZAS

Se puede asegurar, sin temor a equivocaciones, que la vida de Julio César León está llena de éxitos, supo sortear muchos obstáculos que se le presentaron en el camino y hay un episodio en el cual fue víctima de la envidia y salió ileso de todas las trampas que le colocaron.

Cuando tuvo la noticia de la celebración de los XIV Juegos Olímpicos de 1948, que se celebrarían en Londres, inició una serie de gestiones para competir en tan magno evento. Se acercó a las autoridades deportivas y a las instituciones oficiales, en la búsqueda de apoyo para el viaje hacia la capital de Inglaterra.

Cuando dio a conocer su propósito, enseguida dirigentes del ciclismo, algunos deportistas y uno que otro incluido en el ambiente deportivo combatieron su idea, pero era solo por la envidia que provocaba su comportamiento como buen deportista y ciudadano ejemplar.

Tuvo contacto con miembros de la embajada británica en Caracas y ellos le ofrecieron apoyo para su traslado a Londres, pero personas, conocidas de Julio César León, poco confiables buscaron de entorpecer esas relaciones con los diplomáticos ingleses, sin resultado alguno.

En esa época de la década de los 40, las sedes diplomáticas recibían suministros de sus países y en la oportunidad que llegó un avión británico a traer productos a su sede en Caracas, le avisaron al atleta que podía viajar a Londres cuando la nave regresara.

No tenía dinero, pero el  viaje (de acuerdo a los que me señaló)  en compañía de su esposa Carmen Elisa, lo realizó en un avión bombardero Lancaster de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña. En el compartimiento de carga colocaron a su bicicleta marca Red Hawk.

A su esposa la colocaron en la cabina del operador de trasmisiones y a Julio César León en el sitio donde situaban a los que portaban las ametralladoras. El trayecto comenzó a Maiquetía, pero hubo escalas en las islas Trinidad-Tobago, Bermudas y Jamaica, donde los tripulantes debían llevar suministros a sus representantes diplomáticos.

El viaje demoró 48 horas y al llegar a Londres, lo primero que hizo fue comunicarse con representantes del Comité Organizador de los Juegos. De Inmediato le informaron, en mensajes recibidas desde Venezuela, que no estaba autorizado para competir. 

Después de varios días, con ayuda de dirigentes trinitarios, pudo comunicarse con los dirigentes Julio Bustamante y José Beracasa, presidente y secretario general del Comité Olímpico Venezolano, respectivamente. Ellos viajaron a la capital londinense, donde se procedió a formalizar su inscripción.

El otro obstáculo, o mejor dicho, los otros que tuvo que vencer fueron la consecución de una bandera venezolana para presentarla en el desfile inaugural de los Juegos. Cuando se presentó en la embajada de Venezuela en Londres no quisieron atenderlo e igual sucedió cuando visitó al cónsul venezolano.

No le quedó otra solución que visitar, junto con su esposa, una tienda de telas, donde compraron varios retazos de telas amarilla, azul y roja, para confeccionar el estandarte. Las estrellas fueron hechas con los pequeños manteles que estaban en el comedor de los atletas. Consiguieron un palo de escoba, al cual le pegaron  con tirro el emblema nacional para desfilar.

No conocía la dimensión de un velódromo, porque no existía en Venezuela, pero su mejor actuación en Londres fue en la prueba de los mil metros de velocidad. El 7 de agosto de 1948, en el sexto heat del primer round, perdió ante el argentino Clodomiro Cortoni, quien marcó 12 segundos y 4 centésimas. Aventajó a Julio César León  por dos segundos.

En el repechase de ese mismo día, ganó en el cuarto heat con 12,6 ante el trinitario Compton Gonsalves, quien perdió por un segundo. Posteriormente, el 9 de agosto de 1948, volvió a ver acción en las instancias de la segunda vuelta, donde fue eliminado de esa prueba, al caer en el primer heat ante el italiano Mario Ghella, quien marcó 12.0 y Julio César León perdió por cuatro segundos.

Al final, Mario Ghella se quedó con la dorada, seguido del inglés Reginald Harris y el danés Axel Schandorff.

En la prueba del kilómetro contra reloj fue ganada por el francés Jacques Dupont, con crono de un minuto, 13 segundos y 5 centésimas. Segundo, el belga Pierre Nihant, con 1­:14.5 y el bronce fue para el inglés Tommy Godwin, con 1: 15.0. Julio César León, se ubicó en la posición 14, con 1:18.1. Fue el tercer mejor suramericano, por detrás del uruguayo Carlos Tramútolo, con 1:17.5 y del argentino Jorge Sobrevila con 1:17.9.

RECONOCIDO POR TODOS

A su regreso al país no le quedó más remedio a los intrigantes y envidiosos que reconocer su estatura y calidad de competidor mundial del ciclismo, que dio a conocer y colocó el nombre de Venezuela en las élites mundiales del deporte.

En el país se mantuvo como ganador en las competencias, tanto de pista como en carreteras y hay un episodio digno de reseñar, sucedido en el campeonato nacional de ciclismo, ocurrido en 1956 en el velódromo Teo Capriles, donde demostró que siempre tenía en mente ganar por encima de cualquier dificultad.

 Ese día fue una competencia de persecución por equipos, realizada en el velódromo Teo Capriles del Instituto Nacional de Deportes, junto  con Domingo Rivas y Antonio Montilla y a él le correspondía ser el rematador. Cuando estaba, en fase de calentamiento, en lo más alto del peralte resbaló y al caer se fracturó la clavícula y su hermano, el médico Francisco José León,  le colocó un juego de vendas y le dijo que no podía competir, pero Julio César le respondió “quiero ganar” y cuando le tocó su turno partió y venció con una enorme ventaja.

SOBRE RUEDAS

Julio César León continuó en las competencias en carreras de carros y motocicletas. Actuó en pruebas nacionales en las llamadas mecánica nacional, que se competía en automóviles normales, que luego modificados para las pruebas de carreteras.

En una oportunidad, cuando se celebró la Vuelta a Aragua en automovilismo, cayó en la laguna de Taiguaiguai. Encerrado abajo en el carro pudo abrir una de las ventajas y por la dirección de las burbujas que provocó pudo subir a la orilla y se salvó, gracias a su habilidad física.

En una práctica de automovilismo, con su esposa Carmen Emilia como copiloto tuvo un volcamiento, en una curva del circuito de Los Próceres de Caracas. Ambos salieron ilesos. Ese accidente no lo desaminó y siguió en la competencia por varios años más, aunque su esposa le expresó que no continuara más con riesgo de su vida. 

También compitió en motociclismo, en pruebas nacionales pero nunca abandonó su pasión por la bicicleta. En sus actividades como dirigente protegió y fue benefactor a infinidad de ciclistas y motociclistas, con entrenamientos, ayudas materiales y orientaciones sobre el arte de la concentración y el espíritu para salir vencedores en todas las pruebas.

MINI BIOGRAFÍA

Julio César León Aranguren nació, el 2 de febrero de 1925, en Trujillo, donde completó sus estudios de primaria y se inició en la conducción de bicicletas cuando apenas contaba con cuatro años de edad.

En su adolescencia se residió en Caracas, donde se dio a conocer como un excelente ciclista, tanto de ruta como de pista. Estudió ingeniería en la Universidad Central de Venezuela y luego de retiro de las competencias se dedicó a su profesión y a proteger a atletas.

JULIO BARAZARTE / CIUDAD CCS

  

 


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