12/02/23.- Tratamos de ubicarlo de acuerdo a la razón y los principios filosóficos que le dieron forma al concepto espíritu. 

En una conversación reciente con alguien muy querido surgió una pregunta: "¿Dónde está el espíritu y qué forma tiene?". Al principio ninguno supo qué responder, pero fuimos exponiendo ideas generales de cómo eso es percibido comúnmente. 

En primer término, la conclusión es que cuando pensamos dónde se ubica el espíritu la primera idea que surge es que está adentro de nosotros. No sabemos exactamente en qué lugar, pero suponemos que más o menos en el centro, después de varias capas, en un lugar remoto y escondido al que se llega, si se puede, después de un largo trabajo.

Claro, es natural intuir que si es lo más importante tiene que estar bien resguardado. No debería ser de fácil acceso, a veces ni siquiera para nosotros mismos, ni estar expuesto. 

El consenso es que no es un objeto físico, lo inmaterial que, paradójicamente, le da vida a lo material. La regla es que todo lo que tiene vida, tiene espíritu. Y ahora uno entiende aquello de que hay gente que es de "poco espíritu" o que los "espirituales", aunque no tenga nada que ver, están más cerca del espíritu. 

Pero no es algo exclusivo de nuestra especie ni de los individuos. Los pueblos y las sociedades, los animales y hasta los bosques también tienen su espíritu. Cuando nos conectamos con las circunstancias se dice que estamos acoplados al espíritu de los tiempo y los vaivenes de la vida. 

La palabra espíritu viene del latín spiritus, cuya raíz viene de la tradición filosófica griega πνεῦμα, pneuma, pero su antecedente es más antiguo, tal vez de los pueblos indoeuropeos. Su equivalente indú es prāna. Lo cierto es que todos estos conceptos quieren decir "soplo animador", "hálito", "aliento", "respiración" que da vida a toda la realidad, por lo que la existencia entera debe tener uno, que para muchos es Dios, pero por ahora no remaremos en esas aguas. 

Heathcliff Cedeño