Estoy almado │ La nueva forma de leer
Estamos en proceso, algunos más avanzados que otros, de adoptar la nueva lectura web
18/02/23.- Leer en voz alta las sílabas de la ‘ma’ hasta la ‘mu’ frente una "multitud" de quince niños, con maestra cascarrabias incluida, era un acto terrorífico en mi salón de clase.
Era la prueba crucial para saber si ya no eras solo un niño o niña de vocales. Eran los pininos de la comprensión lectora elemental. Un examen enmascarado de acto lúdico para dominar el clásico Mi jardín.
Superada esa etapa, sin Internet y con pocos libros a la vista, la comprensión lectora se podía ejercitar a trompicones con otros recursos. Valían crucigramas usados, el periódico provinciano con su eterna apuesta por los sucesos, hojas sueltas de una Gaceta hípica abandonada o novelas vaqueras de bolsillo, siempre huérfanas en un rincón de la casa.
Ahora el panorama cambió. En estas dos primeras décadas del siglo xxi se habla de la lectura móvil. Una opción que según la Unesco se sustenta en 6.000.000 de personas que tienen acceso a teléfonos celulares. Según esta organización internacional, mientras más celulares se usen en el planeta, se estima un mayor acceso a la información digital y, por tanto, emergería una suerte de generación de "lectores digitales".
No tengo claro si ese experimento funciona. Y no me refiero a leer más o menos, eso es otra cosa. Hoy muchos se consideran lectores solo con revisar un hilo en Twitter, la nueva trifulca en el grupo de WhatsApp del condominio o las historias más polémicas en Facebook e Instagram.
De hecho, a la luz de las redes sociales todos somos ávidos lectores. También nos asumimos expertos en temas que duran uno o dos días, como mucho. Somos mares de conocimientos efímeros que se diluyen con lo viral del próximo día o las expresiones más grandilocuentes de politiqueros de pacotilla o usurpadores exprés de profesiones y carreras universitarias.
Hasta ahí todo está claro.
Yo hablo más bien de cómo leemos en Internet. Cómo nuestro cerebro procesa la información. Si aún la comprensión lectora es igual al proceso iniciado en el siglo anterior con Mi jardín.
La neurocientífica Maryanne Wolf cree que no. En su libro Lector, vuelve a casa, culpa a Internet de que los lectores (nuevos y viejos) estén perdiendo la "paciencia cognitiva".
Según ella, esa impaciencia impide tener mejor comprensión lectora. ¿La razón? Nos desconcentramos con facilidad por la multifuncionalidad de aplicaciones y redes sociales instaladas en nuestros dispositivos.
Con ese nuevo hábito corremos el riesgo —insiste la científica— de "atrofiar" la zona cerebral que nos permite alcanzar una comprensión más amplia de nuestro entorno y del mundo. Si se cumple ese presagio, estaremos condenados a ser más masa de lo que somos, sin esperanza alguna.
La tesis de Wolf es refrendada por el escritor Nicholas Carr, quien ha alertado que la nueva era digital nos está cambiando el cerebro.
¿Cómo está eso ocurriendo? Cada vez que leemos en Internet estamos acostumbrando nuestra mente a desaprender la comprensión lectora tradicional, la cual privilegia el pensamiento reflexivo y la resolución de problemas complejos.
Al parecer, estamos en proceso, algunos más avanzados que otros, de adoptar la nueva lectura web. Se basa en que nuestra mirada dibuja un patrón en forma de F cuando leemos en Internet.
Con esa forma de leer en patrón F, propugnada por el danés Jakob Nielsen, la nueva generación aprende a desarrollar el hábito de escanear más que comprender lo que lee en Internet.
El método, más que innovador, es preocupante. A ese paso, en el futuro habrá más escaneadores digitales que verdaderos lectores. Más escaneo con el patrón F, y menos comprensión lectora es precisamente lo que promueve el marketing de contenidos. El escaneo tipo F está concebido para que sintamos (alegría, tristeza, lujuria, odio) con lo que consumimos en Internet, no para que reflexionemos.
¿Algo más sobre el patrón F? Es amado por los nativos digitales, jóvenes entre 15 y 25 años. También está siendo aceptado paulatinamente por otros grupos etarios (más de 40 y 50 años) porque es lo "moderno". Imagínense: oponerse a eso les condenaría a pertenecer a la era de los papiros.
Otro dato interesante sobre estos nuevos lectores es cómo procesan la información. Se cree que hay que escribirles entreteniéndolos. No con el ritmo seductor de las palabras, ni con el poder persuasivo de la narrativa. Se hace combinando poco (muy poco) texto con emojis, infografías, memes, un tuit o cualquier recurso multimedia intercalado en cada tres párrafos. Cada párrafo no debe superar las 25 líneas porque, si no, es aburrido.
Según los teóricos de esa nueva forma de leer, esto ayuda al usuario (nótese que no es lector, es usuario, porque "usa" el contenido como mercancía emocional) a no desconcentrarse con el nuevo estado wasap de la vecina o los likes más recientes de su cuenta en Facebook.
Mientras esta nueva forma de lectura avanza, mi hija aprende a leer a la vieja usanza: con el librito Mi jardín. Confieso que resisto con estoicismo la tentación del celular que me muestra insistentemente en la pantalla, cual brujería, que le enseñe a través del Mono Sílabo de YouTube.
Manuel Palma
Twitter: @mpalmac
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